Convención PP

Génova marca el calendario a Ayuso: tendrá que esperar a mayo

Génova mueve ficha y adelanta los congresos regionales pluriprovinciales ante el éxito de la Convención. Madrid no se beneficiará del cambio estratégico

Canela fina | Casado en España, Ayuso en Madrid
Canela fina | Casado en España, Ayuso en MadridAlberto R. RoldánLa Razón

Sin esperar a hoy, y bajo la euforia de la movilización de la Convención Nacional de Valencia, Génova ejecutó ayer un primer movimiento orgánico dirigido a aprovechar el revulsivo del subidón emocional.

A media tarde abrió el proceso para convocar el Congreso del PP de Andalucía, dentro de una revisión de planes que consiste en adelantar los congresos regionales pendientes de fecha para gestionar, desde la fortaleza del golpe de efecto valenciano, los ajustes pendientes en las estructuras heredadas del «marianismo».

Importante, el adelanto afecta sólo a los congresos pluriprovinciales, no a los uniprovinciales, es decir, que la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, no se beneficiará del cambio de estrategia. Y aunque haya pedido que su proceso se celebre cuanto antes, no tendrá congreso hasta el mes de mayo, según confirmaron fuentes de la dirección del partido.

En Andalucía y Castilla y León, donde el PP gobierna, no habrá movimientos sísmicos. En Extremadura y Aragón, cuyos congresos se celebrarán para principios de año, están en proceso las decisiones sobre hasta dónde llega la renovación, pero Génova se siente hoy más fuerte que antes de la Convención para hacer y deshacer sin motines que desgasten al liderazgo nacional.

Para el final se quedan Cantabria y La Rioja. Y los últimos congresos serán los de Murcia, tierra del secretario general, Teodoro García Egea, y Madrid. Posiblemente, estos dos se celebrarán durante el mismo fin de semana.

El pulso entre la dirección nacional y el equipo de Ayuso no está en la proyección nacional de la líder madrileña, aunque sea lo que más morbo alimente en el campo político y mediático, sino en el control en sí de la organización regional. Casado ha recibido «un chute de confianza» en la Convención, que directamente repercute en el perfil de su secretario general, la «mano de hierro» que despeja el camino al líder nacional.

Ahora bien, dentro del partido lo tienen claro: la «fiesta» de Valencia no cambia la relación de fuerzas entre Casado y Ayuso. La presidenta tiene ya «la fama», se ha hecho un nombre dentro del partido, como se ha confirmado en su paseíllo por la Convención, es la «Reina», comentan en las filas populares, y como presidenta del PP de Madrid siempre tendrá en sus manos la capacidad de rectificar cualquier acuerdo de lista conjunta que pueda llegar a pactar con Génova en el proceso hacia el Congreso regional. Para controlar la Ejecutiva madrileña, Génova necesita la mitad más uno, pero una vez investida, las decisiones sobre esa Ejecutiva sólo le competerán a ella.

El acto de ayer en Valencia fue mucho más ruido que nueces. Pero el ruido fue tan estruendoso que las estructuras autonómicas y provinciales del PP abandonaron satisfechas la Plaza de Toros, en ese cierre de la Convención que ha llevado a la dirección popular a recorrerse España de Norte a Sur para dar aire a sus siglas.

El lleno de la simbólica plaza, hasta salirse, como en aquellos tiempos de las hoy añoradas mayorías absolutas, era el objetivo. Y si el mensaje de Casado no marcó un antes y un después, ni pasará a la historia discursiva del partido, es lo de menos, porque lo que ayer pretendían en la cúpula popular era hacer una exhibición de fuerza como reclamo al votante de Vox. Al de Ciudadanos creen que lo tienen ya bastante convencido de que no tiene otra salida que regresar a «casa».

Casado equilibró los guiños al centro y al votante más identificado con Vox, sin caer en estridencias que resultaran lesivas para los oídos de los barones moderados. Y el golpe emocional de ver llena la Plaza de Toros quitó relevancia al hecho de que el «número uno» no subiera peldaños en la concreción de su «contrato social» para rescatar a España.

Bajada de impuestos, derogación de todas las leyes ideológicas de Sánchez y rectificación de las decisiones territoriales impulsadas por el Gobierno de coalición: con esto le fue suficiente para enardecer al graderío y sentirse, posiblemente, por primera vez dueño del cargo que ocupa, sin ninguna tutela interna. «El cambio ya está aquí. España no puede esperar más. Sabemos dónde vamos», proclamó, tres años después de llegar a la Presidencia del PP, lo que él mismo calificó como una «travesía en el desierto». Casado exhibió el músculo de su partido que no tiene Santiago Abascal, lo que no es garantía de que altere las intenciones de los votantes de éste, pero sí es un primer paso para apelar a su pragmatismo en la batalla contra el Gobierno de coalición.

El equipo de Casado tiene cada vez menos complejos con respecto a Vox. No aspiran a derribar estas siglas, como entienden que sí han hecho ya con las de Cs, pero sí a rebajar su fuerza tanto como para hacer que pasen por la misma rueda que en las negociaciones de los gobiernos autonómicos y municipales pactados.

«Con el doble de escaños que ellos, no tendrán otra salida que apoyar un Gobierno en solitario de Pablo Casado, si llega el caso. Cualquier otra opción les llevaría a la ruina ante el votante de derechas», sentencian en el equipo de Génova. Es el mismo argumento que utilizaron en las negociaciones con Ciudadanos y Vox en las últimas elecciones autonómicas y municipales, y que resultaron mucho más provechosas para los populares que para las otras dos fuerzas. Pero antes de llegar a discutir de posibles coaliciones o acuerdos desde fuera del Gobierno, Casado tendrá que sortear otras piedras en el camino, tanto en el ámbito judicial como político. Los baños de masas dentro de los partidos pueden ser un primer paso, pero no son la garantía del éxito electoral.