Protagonistas

Los empresarios: «Sin la mediación de Calviño no habrá pacto en la reforma laboral»

Recelan de la interlocución con la vicepresidenta Yolanda Díaz. Reclaman a Presidencia que contenga la «ideología» si quiere salvar el diálogo social

(I-D) La vicepresidenta tercera y ministra de Transición Ecológica y Reto Demográfico, Teresa Ribera; la ministra Portavoz y de Política Territorial Isabel Rodríguez; y la ministra de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, Raquel Sánchez
(I-D) La vicepresidenta tercera y ministra de Transición Ecológica y Reto Demográfico, Teresa Ribera; la ministra Portavoz y de Política Territorial Isabel Rodríguez; y la ministra de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, Raquel SánchezEUROPA PRESS/A.MARTÍNEZ.POOLEuropa Press

El Gobierno asume que la participación de la vicepresidenta y ministra de Economía, Nadia Calviño, en la negociación de la reforma laboral es «imprescindible» para conseguir que los empresarios participen del acuerdo social. Es el «punto de equilibrio» del que depende que el Ejecutivo tenga alguna posibilidad de lograr un gran pacto. Está difícil, pero es la única agarradera que le queda a Pedro Sánchez para salir de «lío» en el que los dos socios de gobierno han colocado a una de las reformas estrella comprometida con Bruselas en el Plan de Recuperación.

La urgencia de la crisis creada por la pandemia facilitó un marco de entendimiento que los agentes sociales dan por superado. Las posiciones ideológicas se imponen sobre las cesiones, y en el Gobierno tienen claro que los empresarios no concederán jamás a la vicepresidenta y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, la victoria de apuntarse el tanto de cerrar un gran acuerdo social sobre el futuro modelo laboral. El debate que afecta a una reforma estructural básica se ha convertido en una pelea frívola por cuestiones semánticas y diferencias de egos, según critican en el ámbito empresarial y sindical, cuando en realidad el margen para llegar a un pacto está establecido en el Plan de Recuperación y es en sí lo suficientemente genérico como para que los dos socios pudieran encontrar una salida digna.

En el Plan de Recuperación y Resiliencia de España, el compromiso sobre la reforma laboral aparece recogido en el componente 23, y el Gobierno optó por una redacción abierta para facilitar el pacto entre los socios, siempre que se deje fuera la palabra, «vacía de contenido», de la derogación. La vicepresidenta puede intentar ganar la batalla de la comunicación, pero la batalla política y económica la tiene mucho más complicada. El PSOE no va a dejar que se incline de su lado el pulso político, y, en cuanto a la letra de la reforma, está muy tasada bajo el enunciado de reformar las partes «más lesivas» del actual modelo. A Europa sólo le importa que se actúe en el ámbito de la precariedad y de la alta tasa de desempleo juvenil, y todo lo demás lo deja en las cuestiones domésticas de cada país.

En el PSOE creen que Yolanda Díaz se asemeja a la figura de Manuela Carmena, sin un partido y sometida a los tiras y aflojas de las distintas facciones de la izquierda que quiere representar. Aparentemente juega a ganar, porque siempre le quedará la salida de apuntar contra la parte socialista del Gobierno y contra Bruselas para no asumir solidariamente el contenido de la reforma laboral que se ponga encima de la mesa. Pero las líneas rojas que ha cruzado al llevar esta discusión al ámbito del enfrentamiento personal más directo con Calviño la dejan completamente en tierra de nadie dentro del Gabinete. El conflicto ha hecho mella en la relación personal con el presidente del Gobierno, y las relaciones con el resto del equipo socialista son tensas. Como escenario para lanzar su plataforma de izquierdas puede ser el más eficaz, pero la capacidad de gestión del Gobierno queda sensiblemente dañada con este choque. La tormenta puede parecer que ha bajado en intensidad, pero el problema de fondo entre los dos socios no tiene ya arreglo. En el PSOE apuntan incluso que la vicepresidenta Díaz ha forzado tanto el debate de la negociación para hacer que ésta estalle y «poner piedras en el camino del acuerdo» con los empresarios. «Sabe que hablar de derogación lo vuela todo por los aires».