Negociación

Yolanda Díaz cederá ante Sánchez para cerrar la reforma laboral

La vicepresidenta quiere acordar los cambios este mes y se reivindica como «el equilibrio» entre empresarios y sindicatos

Después de los días más convulsos que se recuerdan en la coalición de Gobierno, los socios intentan recapitular y exhibir unidad para encarar lo que queda del proceso de negociación con sindicatos y patronal para la reforma laboral. Aunque las posiciones no hayan variado un ápice, a pesar de vender un acuerdo, en Moncloa son conscientes de que deben cerrar filas para «reforzar» su posición en el diálogo social. «El debate está zanjado», aseguró la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, a su llegada ayer al pleno de Presupuestos en el Congreso. «Alguien definió esos días como una tormenta en un vaso de agua. Y estoy de acuerdo», apuntó, por su parte, Nadia Calviño en una entrevista en la Cadena SER. Sin embargo, aunque la vocación sea bajar el tono y volver al trabajo discreto, la siguiente batalla no estará ya en el relato de la «derogación» o «modernización», sino en los contenidos concretos que le darán forma.

En el Ejecutivo ya advertían el martes de que para que el acuerdo lo sea «con todas las partes» deberá ser «justo y equilibrado». Esto es, no se renuncia a la vocación de hacer partícipes a los empresarios y sus intereses. La propia Calviño también reconocía que «nuestro objetivo tiene que ser que la patronal se sume». Tal como publicó ayer este diario, desde el Gobierno se había trasladado a Podemos que para lograrlo «tendrán que ceder» y desde el entorno de Yolanda Díaz se respondía ayer con la disposición a «ceder en lo que haga falta para que haya acuerdo». En Trabajo sostienen que la vicepresidenta «no se levantará de la mesa del diálogo social» hasta lograr cerrar un pacto, un acuerdo para el que el tiempo corre. Debe estar listo antes de que acabe el año, aunque se convalide ya en 2022, y Díaz quiere alicatarlo este mismo mes de noviembre.

Sobre la posibilidad de modular su postura, en Trabajo aseguran que, aunque los asuntos a tratar no cambien –en caso contrario, sería una «falta de respeto a los agentes sociales» que llevan desde marzo negociando–,las propuestas para los concretos temas a tratar sí se pueden modular. Un «ajuste» que se debatirá siempre en el marco de la mesa del diálogo social y que entra dentro de lo habitual en estas reuniones. «Hay días que entro con un vestido y salgo con otro», comentaba la propia Díaz en tono jocoso en conversación informal con periodistas.

La vicepresidenta se muestra optimista sobre el avance de las conversaciones y cree que «hay margen para el acuerdo» dentro del diálogo social. En este sentido y recogiendo la estricta redacción del comunicado de Moncloa, Díaz se reivindica como «el equilibrio» entre los intereses de los sindicatos y los empresarios. Un equilibrio que en el ala socialista no debieron apreciar claramente, cuando Sánchez decidió dar entrada a Calviño en las negociaciones para que preservara la postura de la patronal.

Lo que está sobre la mesa no se conoce todavía con exactitud. En la parte socialista del Gobierno son deliberadamente ambiguos sobre los «contenidos» concretos que se abordarán en la reforma laboral. Se aduce ahora que, para el «éxito de la negociación» se exige «discreción». Tampoco lo pactado en el seno de la coalición permite arrojar luz sobre esta cuestión, pues simplemente se explica que se guiarán por «los compromisos adquiridos tanto en el programa de coalición como en el Plan de Recuperación aprobado por el Consejo de Ministros y enviado a la Comisión Europea». En el pacto de coalición figuran cuestiones concretas a derogar como la ultraactividad, la subcontratación o la prevalencia del convenio de empresa sobre el sectorial. Una cuestión, esta última, sobre la que comienza a haber avances.

La vicepresidenta segunda defendió que el Ejecutivo lleva «más de siete meses trabajando» con sindicatos y patronales y, en cuanto a la letra pequeña del acuerdo, pidió «dejar trabajar a la mesa del diálogo social, con serenidad», porque «se ha avanzado mucho». Superada esta primera crisis, desde ambas patas de la coalición se reafirman en que, aunque dañada la relación, esto no supone un avance de una futura ruptura. Una opinión que también defienden en Podemos, desde donde aseguran que el espacio confederal «no va a poner en peligro el Gobierno ni que los españoles tengan un Gobierno progresista por una medida en concreto» puesto que esto supondría «abrir la ruleta electoral» y la puerta a que «PSOE y Unidas Podemos pudiera o no seguir en el Gobierno».