División y tensión

Manual para hacer unas primarias y salir indemne de ellas

La elección de candidatos se presenta como una oportunidad para democratizar las formaciones, pero ¿por qué acaban en división y en tensión? Los expertos creen que los ganadores deben integrar a los perdedores para evitar la “atomización” y el boicot desde fuera

Una mujer vota en una mesa electoral
Una mujer vota en una mesa electoralJesús HellínEuropa Press

Modernizar, democratizar, ordenar, escuchar, organizar o integrar. Son solo algunos de los muchos conceptos que siempre sobrevuelan en las sedes nacionales de los principales partidos, al menos en sus argumentarios Todo ello con el sentido de presumir del correcto engranaje que rige en sus formaciones políticas, pero de puertas para dentro, a pesar de erigirse como partidos transparentes y unitarios, las pugnas por el poder siempre están presentes.

Sobre todo, florecen cuando el partido se presta a realizar primarias para elegir a sus candidatos y cuadros medios. Las primarias. Ese momento de dejar en mano de los militantes el futuro del partido.Corresponde a la necesidad de cumplir con la ley de partidos que establece que su funcionamiento “debe ser democrático”. Sin embargo, no son pocas las ocasiones en las que hemos visto como estos procesos acaban desvelando “los trapos sucios” de los partidos. Lo vimos en 2017 en el PSOE, donde Pedro Sánchez arrolló a Susana Díaz, hoy despojada de la secretaría general del PSOE andaluz. En el camino se quedaron también un sinfín de voces críticas que o bien se plegaron al “sanchismo” o acabaron por desaparecer. Ahora, la atención se focaliza en el PP, donde Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso protagonizan los titulares de los medios por el control del PP de Madrid.

Las constantes polémicas que derivan de los procesos de primarias conllevan, entonces, a la siguiente pregunta: ¿por qué un proceso democratizador como son las primarias deriva en partidos divididos y tensionados? Los expertos consultados por LA RAZÓN difieren sobre la utilidad de estos mecanismos, pero coinciden en señalar cuál debería ser la solución a la imagen de tensión que lastra a las formaciones que se someten a primarias: diseñar procesos honestos e integrar a las facciones críticas.

¿Entonces las primarias deben continuar celebrándose? Eduardo González Vega, experto en Comunicación Política en la UCJC, es firme defensor de las primarias. «La democracia siempre es mejor que el caciquismo», alega. «El problema es que las prácticas de los partidos no son buenas». Explica que las primarias se convierten en «luchas de poder internas por colocar a tu gente, a tu equipo y para controlar el aparato». Es ahí donde está el problema, dice. «Los demás partidos no son tus rivales, pero los enemigos los tienes en el tuyo», escenifica. El consultor político recomienda “sistemas de primarias transparentes, garantistas y honestas”.

Para Pedro Marfil, profesor en la Universidad Camilo José Cela, si bien da la bienvenida a estos «procesos democráticos», admite que generan «procesos complejos» que desembocan en «tensión interna». Una división que «es difícil que vuelva a encauzarse». Cree, además, que en estos procesos no siempre se elige «al candidato más preparado, sino al más popular». En su opinión, los partidos se arriesgan a que «el posicionamiento de las bases –con las primarias– abran brechas insalvables» entre las familias de las formaciones.

¿Cuál es la solución o qué hacer con estas familias críticas? El experto ejemplifica lo sucedido tras las primarias socialistas. Sánchez se enfrentó al aparato y ganó a pesar de la fuerte contestación interna, hoy casi desaparecida. «Dejó que bajara el suflé y ahora está recosiendo» dice el experto. Es decir, integrando de nuevo a esas facciones críticas. Para Marfil lo ideal pasa por la integración de estos sectores divergentes. «En el seno de los partidos esto debería ser básico por la necesidad de que estos sean lo más unidos posibles y asuman las críticas en sus direcciones», cree. En el caso contrario, si se excluye a estas pulsiones, «se corre el riesgo de que se vayan a otro partido». El ejemplo claro, recuerda, se puede ver en Podemos. En el dramático Vistalegre 2 en 2016. «Las familias se atomizaron». Dice el experto que la formación morada «tiene una forma de gestionar las ejecutivas de manera excluyente y no integradora» lo cual acaba penalizando.

Para Juan Carlos Jiménez Redondo, profesor de Sociología de la Universidad CEU San Pablo, las primarias “borran” la base piramidal sobre las que se organizan los partidos porque “establecen una relación directa entre los afiliados y el partido”. Cree que en realidad el poder del partido se encuentra en las autonomías, en sus “barones”. Según su visión, aunque los líderes del partido “son fuertes en su conjunto, hay otras referencias –los líderes regionales- con una legitimación democrática por el voto popular” Ejemplifica: “Casado puede decir a Ayuso que ha sido elegido por un Congreso, pero ella dirá que ha ganado unas elecciones”. Así, cree que los partidos “no pueden pretender imponer su estructura interna sobre las preferencias ciudadanas”.