Crisis PP
Moncloa cuestiona la «moderación» de Feijóo: «Está escorado a la derecha»
El Gobierno espera que el nuevo liderazgo del PP propicie un mejor entendimiento con el principal partido de la oposición y descarta elecciones aprovechando la crisis
El Gobierno ha asistido en un segundo plano a la guerra civil del PP. Con perfil bajo y sin querer «hurgar en la herida» no se han movido del «escrupuloso respeto» a los procesos internos de otras formaciones políticas. Saben bien de lo que hablan. Aunque de menor intensidad, el PSOE también estuvo inmerso en una cruenta lucha intestina, que sirvió de catarsis y permitió que Pedro Sánchez pasara en dos años de presentar su dimisión a habitar La Moncloa. Conscientes del «cambio de ciclo», parafraseando con cierta sorna a los populares tras la victoria en Castilla y León, en el Gobierno van resituándose en lo que se refiere a su relación con el principal partido de la oposición.
Desde el Ejecutivo han evitado –y lo harán en el futuro, según comentan en privado– hacer un uso «ventajista» de la situación por la que está pasando el PP. En esta línea, Pedro Sánchez despejó ayer las dudas que habían manifestado algunos de sus socios de investidura sobre la posibilidad de que desde Moncloa se aprovechase la crisis de los populares para forzar un adelanto electoral. «El Gobierno no va a adelantar las elecciones ni va a disolver las Cortes de manera anticipada», cuando lleguen las urnas «competiremos en base a nuestros méritos y no en base a la debilidad de nuestros adversarios», aseguró el presidente en la sesión de control en el Congreso, donde cruzó su última interpelación con Pablo Casado y le deseó «lo mejor en lo personal», a pesar de «las discrepancias políticas» de calado que les han separado durante estos años.
Todos estos días, el «espectáculo» se ha seguido con una mezcla de incredulidad y desasosiego. En el Gobierno preocupa el efecto que un PP débil pueda tener para la estabilidad de la democracia y por su efecto de alimentación a Vox. Lo verbalizó el propio presidente del Gobierno, urgiendo a que «resolvieran la crisis por su bien y por el bien de la democracia», porque «España necesita estabilidad». En la resolución del conflicto hacia un nuevo liderazgo en Moncloa ven una «oportunidad», pero también una «amenaza». Una oportunidad, porque consideran que la relación con el principal partido de la oposición era nociva. Se acusaba a Pablo Casado de instalarse en una actitud «negacionista» y de no tener «sentido de Estado». Ahora, creen que con un nuevo liderazgo estarían más cerca de llegar a pactos que hasta ahora se resistían y de desbloquear cuestiones pendientes como la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). «Con Casado era imposible», señalan fuentes gubernamentales, que ya daban por perdido el pacto en esta legislatura.
Al tiempo que reconocen que un nuevo liderazgo podría revitalizar la relación con el principal partido de la oposición también muestran sus recelos sobre la figura de Alberto Núñez Feijóo para que recoja el testigo. Fuentes socialistas cargan contra la imagen de «moderación» que se proyecta del líder gallego y aseguran que vista su experiencia de gestión al frente de la Xunta no está precisamente «centrado», sino más bien «escorado a la derecha». Ponen como ejemplo su política económica y de «recortes» o la «desmantelación de servicios públicos». En este sentido, cuestionan y muestran escépticos sobre que vaya a «cerrarle la puerta a Vox» en un momento en el que se está cocinando, precisamente, el primer gobierno autonómico, el de Castilla y León, en el que se puede dar entrada a los de Santiago Abascal. «En este país no existe el centro derecha», se lamentan. Además, aseguran que un relevo en el liderazgo no presupone un cambio de rumbo y que tendrán que demostrar que tienen un proyecto renovado y que logre conectar con los sectores más jóvenes de la población que se han marchado a Vox.
Otras fuentes gubernamentales son, sin embargo, más benévolas y ven a Feijóo como un «buen rival», confiando en que con él al frente mejorará la interlocución con el PP. «Tiene clara su hoja de ruta, tiene un proyecto de país», señalan, en contraposición a los bandazos de estrategia que han experimentado los populares durante la etapa de Casado. «Puede morder a Vox», resuelven, en concreto, sobre la futura coexistencia en el margen derecho del espectro ideológico y que en Galicia ha conseguido mantener a raya. Pero, al mismo tiempo, también reconocen que ese liderazgo supone un reto para el Gobierno, que hasta ahora despachaba de “ridícula” la estrategia de oposición del PP, por ejemplo, en lo relativo a los fondos europeos.
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