Terrorismo

Doce horas suficientes para matar en dos lugares distintos

Expertos antiterroristas consideran que los etarras “Kubati” y Latasa tuvieron tiempo suficiente para atentar en Villafranca de Ordicia y colocar la bomba en Arechavaleta, con la que fueron asesinados dos miembros del GAR de la Guardia Civil

José Antonio López Ruiz, "Kubati"
José Antonio López Ruiz, "Kubati"MIGUEL TOÑAAgencia EFE

Doce horas y 42 kilómetros por recorrer. Tiempo suficiente para demostrar, en ese periodo, su acreditada voluntad de atentar contra la Guardia Civil y sus instalaciones, aunque en ellas estuvieran las esposas y los hijos de los agentes. Hablamos de José Antonio López, “Kubati”; y José Miguel Latasa, “Fermín.

La Audiencia Nacional tendrá que dictar ahora una nueva sentencia por el asesinato, el 26 de julio de 1986, de dos guardias civiles del GAR en Arechavaleta (Guipúzcoa), del que resultaron absueltos estos dos individuos.

Ya cuando se conoció dicha resolución, hubo sorpresa en medios antiterroristas, donde no se acertaba a entender por qué se daba la razón a los etarras con el cúmulo de evidencias que había contra ellos.

Así lo ha venido a reconocer la Sala Penal del Tribunal Supremo en una resolución en la que considera que la absolución de los dos acusados -para quienes la Fiscalía pidió una condena de 66 años de prisión- por el asesinato del teniente Ignacio Mateu Istúriz y el guardia Adrián González Revilla, pertenecientes al GAR del Instituto Armado, adolecía de falta de motivación.

Los citados medios antiterroristas, que conocieron muy bien las andanzas criminales del “comando Gohierri”, al que pertenecían los etarras, subrayan varios datos que deberían ser definitivos para que fueran condenados por el atentado.

En fenómeno tan siniestro como el terrorismo existe una “lógica” que se puede resumir, cuando se van a perpetrar dos atentados (o más) en el mismo día: empezar por lo sencillo y terminar por lo más complicado. Hay que tener en cuenta que aquellas acciones criminales no consistían en el asesinato directo de una persona o personas, que requiere la presencia física del etarra que, a continuación, huye a su lugar de refugio. Se trataba de artefactos accionados mediante temporizadores (en este caso de hasta 12 horas y así fue porque les retiraron la aguja de los minutos) que pueden ser colocados con esa antelación para programar la hora exacta de su ejecución.

Además, no tienen que “fabricarse” sobre el terreno, sino que el “kit” se lleva ya montado desde la bajera o piso del “comando”. Sólo hay que rematar los últimos detalles, cerrar los circuitos eléctricos una vez programado el temporizador; colocar las trampas, en su caso, y marcharse tranquilamente del lugar.

La hipótesis más fiable es que los miembros del “comando” se dirigieron primero a Villafranca de Ordicia, donde dejaron colocadas las granadas apuntando hacia el cuartel de la Guardia Civil. Para este “trabajo” no necesitaron más de 45 minutos, según los expertos.

A partir de ese momento, disponían de 12 horas para recorrer 42 kilómetros hasta Arechavaleta y allí, donde sin duda los autores emplearían más tiempo (no demasiado, porque en los terroristas primaba la seguridad y podían ser sorprendidos en cualquier momento por las patrullas de la Guardia Civil en labores de contra vigilancia) ya que tenían que colocar tres artefactos: las granadas que se lanzaron contra el cuartel y dos de tipo trampa, uno de los cuales fue el que causó la muerte de Mateu y González. ¿Cuánto tiempo?: una hora y media, como mucho.

Desde que dejaron todo preparado en Villafranca de Ordicia, de acuerdo con esta hipótesis, disponían de doce horas y, desde luego, no fueron todas necesarias para colocar las granadas y las bombas en Arechavaleta. Después, tuvieron tiempo más que suficiente de volver a sus guaridas o irse a las fiestas de su pueblo, como dijo uno de ellos.

Lo cierto es que el Tribunal Supremo considera que la Audiencia Nacional ha vulnerado el derecho a a la tutela judicial efectiva al no contar el fallo con una explicación suficiente de la absolución de López y Latasa.

Para los familiares de los guardias resultaba ilógico que la Audiencia Nacional descartase que los dos etarras hubiesen podido intervenir en el atentado de Arechavaleta y, también, en el que tuvo lugar horas antes en Villafranca de Ordizia por el que ya habían sido condenados

El Supremo considera en su resolución como relevante que en el tubo utilizado en el atentado de Arechavaleta se hallaran dos huellas del dedo medio izquierdo de Latasa y una del dedo índice izquierdo de “Kubati”, lo que, en su opinión, es “indudablemente un indicio que acredita la participación de Latasa y López Ruiz en la colocación o transporte de los tubos lanzadores apostados en un árbol y colocados de forma rudimentaria”.

La Audiencia, que absolvió a los dos etarras, vio “poco probable” que los dos acusados participasen en el atentado de Villafranca de Ordicia y a continuación en el de Arechavaleta. Y el Supremo les indica que no “justifican tal aserto” pues se limita a hacer esa afirmación “a pesar de las pericias expuestas”.

En opinión del Alto Tribunal no resulta coherente que la Audiencia Nacional ni siquiera se plantease que los dos terroristas pudieran “colaborar” con el atentado, “sin necesidad siquiera de estar presentes en Arechavaleta”, una cooperación que considera tan esencial como “la aportación del material explosivo o los útiles empleados en su ejecución”. Y subraya que los etarras “tuvieron tiempo más que suficiente para la colocación” del explosivo en ambas localidades, y más tratándose de unos terroristas “experimentados” (ya acumulaban otras condenas). Resulta “de todo punto lógico y coherente preparar ambos atentados antes de que los explosivos se detonen, para así poder refugiarse, antes de su explosión, en lugar seguro cuando comience la ignición en los artefactos colocados”, concluye.