Terrorismo

Trece años después, ETA no da los nombres de los asesinos de los dos últimos guardias civiles

Diego Salvá y Carlos Sáenz murieron un 30 de julio como consecuencia de una bomba-lapa

Carlos Sáenz de Tejada y Diego Salvá lezaun
Carlos Sáenz de Tejada y Diego Salvá lezaunlarazon

Un día más para la injusticia y el intento, por parte de algunos, del olvido, porque, según dicen, “ETA ya no existe”. La banda jamás dará los nombres de los autores del asesinato de los guardias civiles Diego Salvà y Carlos Sáenz, que perdieron la vida hoy hace trece años en Palmanova al hacer explosión una bomba lapa colocada en los bajos del coche oficial la Benemérita con el que empezaban una patrulla. El día antes, había intentado una auténtica masacre en el cuartel de la Benemérita de Burgos mediante la explosión de una furgoneta cargada con una potente bomba. A la hora del atentado dormían en su interior 117 personas, 41 menores entre ellas.

El asesinato de los dos agentes, los últimos de los 210 miembros de la Benemérita cuya vida sesgó ETA, forman parte de los más de 300 cuya autoría sigue sin esclarecer. Sin embargo, los terroristas siguen obteniendo beneficios mediante traslados y, ya en el País Vasco, logran situaciones de semi libertad. Hasta se pueden beneficiar de determinadas interpretaciones sobre la prescripción de sus crímenes que, si hubieran sido declarados de lesa humanidad, no gozarían de esta posibilidad.

El máximo cabecilla de la banda cuando fue perpetrado el atentado era Mikel Karrera, “Ata”, condenado a cadena perpetua en Francia, y tiene que saber a quiénes encargó el crimen. Ni ha colaborado ni colaborará con la justicia.

Las Fuerzas de Seguridad, singularmente la Guardia Civil, no han dejado ni un momento de investigas este atentado y buscar una pista que permita conducir a la identificación y detención de sus autores. El trabajo que se ha realizado es ha sido y es exhaustivo. Pese a tratarse de una isla, a la que hay que llegar por vía aérea o marítima, y ser revisadas todas las posibilidades de acceso, be ha dado con el hilo que conduzca a los asesinos.

En cualquier caso, la experiencia demuestra que las investigaciones, cuando no se abandonan y se realizan de forma profesional y con método, terminan dando buenos resultados, aunque se esté buscando una aguja en un pajar.

Pocos minutos antes de las 14:00 horas de aquel 30 de julio, los agentes Carlos Enrique Sáenz de Tejada García y Diego Salvá Lezáun se dirigieron al coche oficial que estaba estacionado frente a un edificio destinado la Policía Local, Correos y la Oficina de Denuncias de la Guardia Civil, situado en la zona turística de Palmanova. En que lo ponían en marcha, la bomba lapa se activó por el movimiento y acabó con la vida de ambos agentes. Tras esa primera explosión, artificieros de los GEDEX localizaron la segunda bomba-lapa adherida a un todoterreno de la Benemérita aparcado a escaso medio kilómetro de donde se había producido el atentado. Los etarras buscaban causar el mayor daño posible.

Carlos Enrique Sáenz de Tejada, de veintiocho años y soltero, se había incorporado en julio de 2008 como agente en prácticas al cuartel de Calvià. Unos días antes de su asesinato se le había asignado como destino ofi cial ese mismo puesto. Natural de Burgos, había ingresado en el Instituto Armado en el citado año.

Diego Salvà Lezáun había nacido en Pamplona en 1982, pero a temprana edad se trasladó junto a su familia a Palma de Mallorca, ciudad donde creció y siempre vivió. Segundo de siete hermanos, ingresó en la Guardia Civil en agosto de 2008 y comenzó a trabajar a finales de enero de 2009 como agente auxiliar en prácticas en el cuartel de Calvià.