Rebeca Argudo
Vamos a ponernos en lo peor
Los de Podemos ponen algún pero con la boca chiquitita
Pactar con Esquerra Republicana de Cataluña (ERC) el abaratamiento del delito de malversación, tras rebajar(les) la sedición a desórdenes públicos agravados, nos deja con la sensación de que el impudor campa a sus anchas en La Moncloa. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se cree (se sabe) por encima del bien y del mal y ya no oculta sus servidumbres.
El intercambio de intereses, al estilo de aquel «abuela esquimal por niño chino y niña china» de nuestra infancia para conseguir el póker familiar, es hoy un «rebájame delitos y cuenta con mi apoyo» pero encima de la mesa, sin disimulos.
Nos está quedando un escenario a la medida exacta de los encausados por el «procés» en el Tribunal Supremo. El mensaje recibido, claro, es que no solo sale gratis delinquir sino que encima, sin necesidad de enmienda o arrepentimiento, se les allana el camino para la próxima.
¿Cómo nos va a extrañar que los separatistas se feliciten públicamente por el logro? Una vez levantada la falda y visto el color de las bragas, ya no es necesario volver a ir de recatada. Ahora ya, ancha es Castilla, enseñar el tanga a la mínima es coherencia nomás.
Los de Unidas Podemos ponen algún pero, con la boca chiquita del que no quiere que le enseñen dónde está la puerta, y hablan de algo así como «quedarse a mitad de camino».
Inquietante. Será que les sabe a poco y lo que les gustaría es que directamente dejara de ser delito tanto la malversación como la sedición. O que, puestos ya a operar con la desvergüenza disparada, que se contemple directamente que el delito depende, no tanto del lucro personal o lo grave de los desórdenes, sino de la ideología del perpetrador: si es de izquierdas, todo ok. Si se de derechas, muy mal fatal. Me gustaría decir que lo sostengo en tono jocoso, pero me da hasta la risa nerviosa.
Que acaban de convertir a la vicepresidenta del Parlamento Europeo en «socialdemócrata de derechas» porque la han pillado sobornadita por Qatar y con las bolsas del dinero a la vista. Y eso nos da una pista de cómo funcionan esas cabezas: si roba y es de los nuestros, no es robar y además es por un bien superior y común (casi deberíamos darles las gracias).
Pero si es demasiado descarado y no hay manera de justificarlo (y no cuela que le echaran droga en el Cola Cao y fue por eso que se puso un poco dictador), es que es derechas.
Insisten en esta línea tanto la CUP como EH Bildu, creen también que hay margen de mejora. Les parece fatal que con esto se asuma que el 1-O fue un delito.
Les parece también mal, intuyo, que el agua moje y el cielo sea azul. Desde el PSOE, sin embargo, sostienen que el atropello es un paso más en su lucha contra los corruptos (no dice «contra el PP» de puritito milagro, que no por decoro, que ese artículo no lo trabaja). Claro, que no puede ser de otro modo. Ese era el slogan de aquella moción de censura que le abrió las puertas de Moncloa. Ojalá hubiésemos sabido entonces a lo que se refería con «regeneración democrática».
Pero aun no nos habíamos familiarizado con el sanchezlandés, la neolengua con la que se renombra con eufemismo como método de resolución de problemas, política de chapa, pintura y etiqueta. De todos modos, sonrían: este sería el mejor de los escenarios, una simple negociación para asegurarse apoyos y agotar legislatura.
El peor, y visto lo visto no parece demasiado descabellado, sería que con esta reforma materializada a un año de elecciones y con los fondos europeos a disposición, la malversación sin lucro personal podría ser un buen paraguas para obtener otro tipo de beneficios. No veo yo a Sánchez dando puntada sin hilo...
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