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Opinión

Apreteu, Apretad

Sánchez y sus serviles seguidores parecen dispuestos a utilizar la bandera del pueblo masacrado en Gaza como su propia estelada

El entonces presidente Torra, en la jornada institucional del 1 de octubre de 2018 en que pronunció el célebre «apreteu» Robin TownsendEFE

En octubre de 2019, Pedro Sánchez hizo una dura intervención pública exigiendo a Torra que condenara la violencia en las calles de Barcelona a raíz de la sentencia del «procés». El presidente del Gobierno le dio un ultimátum, negándose incluso a coger las llamadas del president de la Generalitat mientras no rectificara. En aquel momento, las voces en off de Moncloa susurraban que Torra se ponía del lado de los violentos porque necesitaba liderar el bloque soberanista y alejar la posibilidad de que se forzara su dimisión. Era un president aislado que necesitaba algo de aire para sobrevivir.

Este pasado domingo, en el acto electoral del PSOE de Andalucía, vimos en directo el final del giro de 180º que ha dado ese Sánchez desde 2019 hasta la fecha, y cómo ahora sus discursos están más en sintonía con Torra y los antisistema. Es él quien ahora necesita aire para sobrevivir a los frentes judiciales, los reveses en el Congreso y los desplantes del independentismo si no cumple con sus peticiones y caprichos.

Nada es casual. El maquillaje para hacerse el compungido después del escándalo de Cerdán no le sirve para mantenerse en el poder hasta 2027, y muchísimo menos para optar a ser reelegido. Y la opción de abanderado defensor de los palestinos le permite, por un lado, colgarse la medalla de «buen chico» y, por otro, desviar el foco de la política española –esa en la que es un mero títere de sus socios de gobierno y sus antojos– y ponerse a la cabeza de la cruzada contra Israel. Busca ser líder de nuevo, porque él es ahora el presidente aislado.

Es desolador ver replicadas las tácticas del secesionismo catalán en las actuaciones del Gobierno de España. El mitin de un partido que aspira a recuperar la Junta de Andalucía, con un fondo luminoso de la bandera de Palestina, portadas también entre sus asistentes. Sánchez y sus serviles seguidores parecen dispuestos a utilizar la bandera del pueblo masacrado en Gaza como su propia estelada. Tapados por la bandera, de nuevo, aquellos que quieren ocultar su corrupción, su ansia de poder y que desprecian la pluralidad y, por tanto, las bases de la democracia.

Este Sánchez-Torra, que se enorgullecía de las protestas contra Israel y a favor de Palestina dos horas antes de la llegada de la Vuelta a Madrid, sabía lo que hacía y, por lo visto, lo tenía todo atado para que esos pacifistas que tiran vallas al paso de los ciclistas no se lastimaran al cogerlas, y pudieran convertirlas en barricadas o lanzarlas contra la policía sin hacerse un esguince. El saldo de heridos lo refleja claramente: veintidós policías de un lado, cero del otro.

Es el mismo Sánchez-Puigdemont que habla de «lawfare» y que acusa a los jueces de intentar derrocarle. Es el que nos recuerda que, cuando decía que la Fiscalía dependía de él, era porque tenía muy claro qué uso quería hacer de ella. El que promueve un nuevo acceso a la carrera judicial para ver si consigue «jueces amigos» es el mismo que se sienta a hablar con quien redactó una «constitución catalana» que le otorgaba todos los poderes, y que exige una justicia propia para Cataluña con el objetivo de conseguir, también él, sentencias favorables. Es el mismo Sánchez-Mas-Torra-Puigdemont-Illa que ha configurado la TV3 española –más conocida como RTVE– con cada vez más presentadores y programas atacando a la oposición y lavándole la cara al Ejecutivo central. Una televisión donde se empequeñece el tiempo dedicado a la objetividad y se refuerzan los eslóganes fabricados desde Moncloa.

Y qué decir de este Sánchez-Pujol que habla ahora del «pueblo de Madrid», el pueblo unido, homogéneo, en el que ningún madrileño estaría en contra de las protestas, aunque sean violentas, contra la Vuelta y el equipo israelí participante. Era ya lo último que nos faltaba por oír: el PSOE apropiándose de la voz de los madrileños y haciendo de portavoz de todos ellos. Imposible olvidar cuántas veces hemos escuchado lo del «pueblo de Cataluña» para suplantar la voz de quienes disentíamos del nacionalismo.

No hay duda de que el «procés» catalán es ya el proceso español, que Pedro Sánchez tiene ya material para reescribir su «Nuevo y actualizado manual de resistencia» e invitar a su presentación a todos los expresidentes catalanes.

No sabemos cuántos españoles son conscientes de lo que supone el Apreteu-Apretad de Pedro Sánchez. En Cataluña, legitimó romper las reglas del juego democrático para conseguir sus objetivos. Porque el objetivo lo justificaba todo. Y el del president-presidente es que no gobierne la derecha; lo ha dicho por activa y por pasiva.

Avisados estamos. También debe estar avisada la oposición y no caer en sus trampas. A sus discursos y actuaciones antisistema, ahora sí, a estos sí, hay que responder con argumentos y centralidad.

Ana Losada es presidenta de Asamblea por una Escuela Bilingüe