La Razón en Afganistán

«Aquí siempre es lunes»

Los militares desplegados en Afganistán aprovechan cada minuto libre como si fuera el último

EN LA HABITACIÓN. Tres militares españoles de la base «Ruy González de Clavijo» descansan en su habitación con el ordenador y la lectura
EN LA HABITACIÓN. Tres militares españoles de la base «Ruy González de Clavijo» descansan en su habitación con el ordenador y la lecturalarazon

Qala i Naw, Afganistán, 17:00 horas. En una de las múltiples habitaciones de la base española «Ruy González de Clavijo» un grupo de militares españoles juega a las cartas o a la videoconsola. En ese reducido espacio, en el que conviven cuatro personas, los efectivos desplegados matan las pocas horas libres que les quedan cuando no están entrenándose o en alguna operación. Están relajados y disfrutan cada minuto de «libertad». Y es que la vida en una base, sobre todo en un país en guerra, no es fácil. Siempre hay algo que hacer y no existen horarios fijos para ninguno de sus casi 1.000 habitantes. «Aquí siempre es lunes» es la frase que más repiten.

Pero ¿qué más puede hacer un militar en sus momentos de asueto? Las posibilidades son limitadas, pero suficientes para desconectar. Muchas de las unidades han montado su propia zona de ocio, como el Grupo Aéreo Avanzado, que a lo largo de estos años ha construido con piezas de aviones en desuso la cantina «Toreros», de la cual se siente orgulloso el brigada Nicolás. Quien no tiene una propia puede ir a la común, donde los jueves por la tarde hay bingo y sólo tres días a la semana se sirve cerveza, aunque la gran mayoría prefiere un helado. Sí, aunque extrañe a muchos.

Otra posibilidad es hacer deporte, ya sea un partido de pádel o de fútbol, el único momento en el que no hay diferencia entre soldados o comandantes. Sólo importa ganar, pues el que pierde paga. En ocasiones, incluso han organizado competiciones diversas con los soldados americanos. Siempre gana España... El gimnasio es otro de los lugares preferidos por los efectivos, siempre custodiados por un militar armado. El ángel de la guardia se llama, pues protege a sus indefensos compañeros. Un ángel al que muchos buscan en la iglesia, donde el páter, Pedro Javier Barquín, siempre tiene sus puertas abiertas. «Los domingos está llena», dice orgulloso.

Pero hay quienes prefieren hacer otras cosas, como en la casa cuartel de la Guardia Civil, donde han plantado un pequeño huerto con melones. Y crecen. Es el cumpleaños de uno de ellos, y el comandante Clemente susurra al resto que hay que prepararle una fiesta. «Somos una familia», dice.

Correr, el locutorio o comprar en las dos pequeñas tiendas son otras opciones para unos militares que, por lo general, amanecen a las 6:00 y hasta las 23:00 no paran, sólo para las comidas, su otro respiro.