Ertzaintza

Campaña de los proetarras contra la Ertzaintza por “torturar” a 311 detenidos

Pretenden erosionar al PNV al atacar a “su” policía autonómica

El Lehendakari Iñigo Urukullu pasa revista a los nuevos ertzaintzas en la reciente entrega de Diplomas de la XXVIII Promoción /EFE
El Lehendakari Iñigo Urukullu pasa revista a los nuevos ertzaintzas en la reciente entrega de Diplomas de la XXVIII Promoción /EFElarazon

Pretenden erosionar al PNV al atacar a “su” policía autonómica

El entorno de la banda terrorista ETA, envalentonado con los últimos resultados electorales y dentro de la estrategia de atacar al PNV, su gran rival dentro del secesionismo vasco, ha reactivado la campaña contra la Ertzaintza, que siempre han presentado como policía del partido nacionalista.

El argumento es el mismo que utilizan contra la Policía y la Guardia Civil: los éxitos antiterroristas los han logrado a base de torturas, hecho rotundamente falso como acreditan las investigaciones que se han realizado tras denuncias presentadas.

“Los métodos que nos aplicaron (los ertzaintzas) fueron refinados, de tal manera que no dejaron marcas como otros cuerpos que han tomado la brutalidad por bandera. Esto no quiere decir que no hayan dejado en nosotros un indeleble rastro, un trauma permanente, una herida abierta”, dicen en un escrito algunos de los supuestos “torturados”.

“Los agentes --agregan-- que han aprendido esos métodos de tétricos servicios secretos no son sociópatas con electrodos en una mano y tenazas al rojo vivo en la otra. Pero esto no quiere decir que no hayan desarrollado técnicas demoledoras de interrogatorio, siempre eficaces para arrancar una inculpación, a cualquiera, contra quien sea”. Lo de los servicios secretos extranjeros es un argumento recurrente entre los miembros de la banda y los que les apoyan

Lo que hay detrás de todo este asunto, en las denuncias contra las Fuerzas de Seguridad, es la justificación que tienen que buscar los terroristas para haber prestado declaración y, con ello, facilitado las investigaciones policiales: “las declaraciones que nos obligaron a firmar, indefensos, sin abogado, bajo amenaza de volver a las sesiones nada tenían que ver con la realidad. Podía ser materialmente imposible la autoría de los hechos, por no coincidir lugares y horas, en algunos casos escandalosamente. Suscribíamos las declaraciones por mil veces que hubieses negado su veracidad. Porque a la fuerza ahorcan. Y a la fuerza nos enviaron a prisión a nosotras o a decenas de compañeras aún encarceladas con condenas interminables”.

Para intentar dar “fuerza” a su campaña, describen escenarios de terror: “Nuestros gritos se oían en toda la comisaría. Pero los sistemas de prevención, las grabaciones que decían instaladas, no funcionaron. Ningún compañero del torturador alzó su voz, detuvo lo que sabían estaba sucediendo”.

“Presentamos denuncia ante los tribunales. Recibimos el mismo trato que todos los demás, igual que los ocho que han acabado ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Al fin y al cabo, el papel que cumple la justicia Española es dotar de impunidad a todos los cuerpos que hayan aunado esfuerzos en la lucha antiterrorista”. Esta acusación, según fuentes competentes, podría constituir un delito y, por lo tanto, sería perseguible de oficio.

“Las versiones oficiales que se dieron ante nuestros testimonios no fueron las teorías conspiranoicas de un Goebbels del Ministerio del Interior. Simplemente se ignoraron, ocultadas tras la presunta superioridad moral de quien las aplicaba y de su control de medios públicos de comunicación. No hay tortura, palabra de vasco.

Quienes nos torturaron eran ertzaintzas. Iguales que los que vemos en los arcenes de las carreteras o en cualquier evento público. Cuando ya pensábamos que no había nada que hacer nos dieron la oportunidad de pasar por un proceso de verificación de que nuestro testimonio era cierto. Una especie de máquina de la verdad, un detector de traumas, el polígrafo de Berri Txarrak”.

Arremeten contra la dirección de la Ertzaintza: “como los monos que no ven, no oyen, no dicen, no saben nada de 311 personas que pasaron por sus manos. Demasiado para que no se vea, que no se sepa, que no se oiga (...).

Los torturados por la Ertzaintza contamos. Somos 311. Tal vez más, a partir de ahora, nunca menos. Y lo contaremos”.