Opinión

Carneperro

Con su naturaleza canina es capaz de devolver el Ayuntamiento de Pamplona a las manos de Bildu y a la par mover la cola ante Puigdemont con una sonrisa en la cara

Pedro Sánchez
Pedro SánchezJean-Francois BadiasAgencia AP

A Pedro Sánchez se le cambió la cara cuando escuchó los ladridos del perro. Estar en el corazón de Europa siempre supone un plus para cualquier político, pero que además te acompañen tus efectos especiales motiva mucho más. En su concepción de la higiene no se dignó ni a un tibio roce con «el señor del capó» que le prestó los votos, pero si vio el cielo abierto cuando el cánido hizo de las suyas.

«Muy mal, muy mal, Pedrito; mira que morder la mano que te da comer». Este tipo de cosas no se hacen a menos que uno le tenga inquina de verdad a alguien, pero al líder de la «independencia» catalana, al señor que te enchufa la manguera de los siete votos de Junts, eso no. Cada cual con su conciencia, pero estos tipos se la guardan todas y cuentan siempre los gestos. Ya saben que aquello fue la «revolución de las sonrisas» y acabó en la diarrea de la porra.

Ponemos en minúscula «independencia» y «revolución» queriendo, es decir, con ganas, por la pacotilla de sus gestas. Es lo que tienen los gestos, que cuentan con una dirección única pero esconden múltiples interpretaciones, así que vayamos a los ladridos.

«Perro Sánchez» pasó de un insulto, de una chanza en las redes sociales, a sostener toda la «resistencia» de un líder apegado a la sabrosura del poder y hasta hoy amiguitos, que perro malo nunca muere. Dicen que tienen la carne dura y que su fidelidad sobrepasa el umbral de la muerte de sus amos: en el rol asumido por el presidente del Gobierno no hay fisuras ni dudas.

Con su naturaleza canina es capaz de devolver el Ayuntamiento de Pamplona a las manos de Bildu y a la par mover la cola ante Puigdemont con una sonrisa en la cara. No se preocupen, son gestos para la galería, para que pensemos que son carantoñas sin importancia, pero la inteligencia y la estrategia superan esas muecas y dejan a la oposición, alelada, sosteniendo el aire la correa, mirando sin entender nada, mientras se sale con la suya. Sigan quedándose con la caricatura del perro, sigan.