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Casado, la victoria de resistir y anular a los rivales

En Génova sienten que su ventaja es que fuera de la presión electoral, por fin tiene las manos libres para hacer un «nuevo partido» sin ataduras con el pasado ni hipotecas.

Casado se impuso hace un año como presidente del PP en el Congreso Nacional en el que Mariano Rajoy dio un paso atrás tras perder la moción de censura
Casado se impuso hace un año como presidente del PP en el Congreso Nacional en el que Mariano Rajoy dio un paso atrás tras perder la moción de censuralarazon

En Génova sienten que su ventaja es que fuera de la presión electoral, por fin tiene las manos libres para hacer un «nuevo partido» sin ataduras con el pasado ni hipotecas.

El balance del primer año de Pablo Casado como líder del Partido Popular puede resumirse en el lema de «resiste y vencerás». En este análisis coinciden sus más cercanos en Génova, pero también quienes ejercen territorialmente de contrapoder frente a la dirección nacional.

Casado tiene hoy menos escaños que Rajoy, pero es más fuerte que cuando se hizo con las riendas del partido ya que ha desactivado todas las posibilidades de alternativa. No hay «marianistas» ni «sorayistas» en el PP. Tampoco nadie que haga bandera de identificarse con María Dolores de Cospedal. Y los «barones» moderados tienen su réplica en los «afines» que Casado ha colocado en la negociación de los pactos postelectorales. Falta por cerrar la investidura de Isabel Díaz Ayuso en Madrid, pero el Partido Popular la da por hecho. El gallego Alberto Núñez Feijóo, «anda a lo suyo», comentan en Génova. Y, por tanto, su victoria más relevante ha sido interna si se mira de donde viene.

Hay anécdotas de su campaña para presentarse al Congreso del PP que decidió el relevo de Mariano Rajoy que resultan muy clarificadoras de cómo fue recibida su candidatura en el partido. El «aparato» de Génova prohibió incluso que en la sede nacional entraran más de seis personas de su equipo a la vez. Imposición que no se aplicó ni con la ex vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría ni mucho menos con la ex secretaria general María Dolores de Cospedal. Hubo ocasiones en las que Casado y los suyos acabaron en el Vips más cercano porque llegaban dirigentes territoriales y superaban el cupo impuesto por el «aparato» para que pudieran hacer uso de las instalaciones de la sede. El micrófono con altavoz que paseó por los «bolos» se lo compraron sobre la marcha, y posiblemente nadie dentro del PP llegó a tomar en consideración su candidatura hasta que presentaron la lista de representantes provinciales. Las dos favoritas, Cospedal y Sáenz de Santamaría, siempre pensaron que Casado iba a ser su «muleta» para alcanzar la Presidencia del Partido Popular. Y dentro del equipo de Casado también veían que ésa iba a ser su función, aunque ahora lo nieguen: se trataba de pelear para que ganara una o ganara la otra, tuviera que tenerles en cuenta y les integrara en la nueva cúpula. Sin muchas más ambiciones.

Casado llegó a la dirección nacional del PP tutelado por los «elefantes» orgánicos que le apoyaron en la batalla congresual de 2018, más preocupados porque perdiera la ex vicepresidenta que porque ganara él. Entonces no pudo hacer el equipo de dirección que hubiera querido diseñar de no tener esas deudas, y nueve meses después tuvo que enfrentarse a unas elecciones generales sin margen de tiempo para definir su estrategia de manera reposada. Impuso una amplia renovación en el Parlamento y en las listas autonómicas y municipales por si le iba bien o por si le iba mal, como acabó sucediendo en las generales.

Casado lleva un año nadando a contracorriente. Contra los empujones de Vox por la derecha; contra ese Albert Rivera que quiere ocupar su lugar; contra el calendario electoral y hasta contra las dudas y rectificaciones desde dentro de su partido a las formas y al contenido de su discurso. Sometido a escrutinio de todos y con la sombra del ex presidente José María Aznar como compañía. Cómoda para él, pero muy incómoda para una amplia mayoría dentro de su organización política.

Las elecciones autonómicas y municipales le han hecho de flotador para llega a la orilla sin ahogarse con los malos resultados de las generales. Igual que hizo el PSOE en las autonómicas y municipales de 2015, Casado ha utilizado los pactos para conseguir el poder que le negaron las urnas y aunque no puede aún exhibir en este primer aniversario la «joya» de la Comunidad de Madrid, en su partido dan por descontado que es sólo cuestión de tiempo que Vox siga también en este caso las «baldosas» del único camino que tiene.

En el nuevo equipo de Génova sostienen el relato de la «era Casado». Dicen que siguen trabajando en «destapar talento oculto» y que no se pregunta a nadie con quién fue en las «primarias» porque lo importante es buscar gente que pueda aportar. «Casado va a hacer de Casado», contestan en su núcleo duro cuando se les pregunta por quienes se quejan de que José María Aznar vuelve a tener peso en Génova o de que es idea del ex presidente que la portavocía del Congreso sea para Cayetana Álvarez de Toledo.

Más allá de nombres el reto de Casado es acertar con su estrategia para frenar el intento de Rivera de neutralizarle como líder de la oposición. Porque a Vox empiezan ya a considerarlo en Génova como un obstáculo amortizado. La preocupación de las pasadas elecciones se ha diluido como un azucarillo en agua y no les preocupa como antes que sigan dejándose votos por la derecha. «Casado tiene libertad para fijar su estrategia sin que nadie venga a reprocharle que ha perdido el centro. Es su tiempo».