Política

El PP se divide ante el ”síndrome de la abstención” y ya hay dirigentes que la apoyan tras el 10-N

Ante el 10-N. Siempre que el PP suba, podrá aflojar el peso para que facilite el desbloqueo. Pero salvo sorpresa asumen que el debate es inevitable que les afecte. Ya hay quien lo ha planteado dentro de la dirección nacional como hipótesis y siempre para el caso de otras elecciones

Pablo Casado y Cayetana Álvarez de Toledo, con Rosa Díez, ayer, en el Congreso de los Diputados
Pablo Casado y Cayetana Álvarez de Toledo, con Rosa Díez, ayer, en el Congreso de los Diputadoslarazon

PP y Ciudadanos se juegan en esos resultados que aumente o disminuya sobre ellos la presión para que faciliten un Gobierno de Sánchez, de cumplirse las previsiones

«Algo se moverá si hay elecciones». Es un mantra que se escucha en el PSOE o al que recurren también los empresarios para defender una repetición electoral que les aleje la sombra de un Gobierno del PSOE y Unidas Podemos. Y es una reflexión que también entra en el análisis interno que hacen en el PP y en Ciudadanos (Cs), aunque en esta recta final antes de una nueva disolución de las Cortes nadie se baje del «no es no» a Pedro Sánchez. Por poco que cambiara el reparto de escaños en unas nuevas elecciones, si llegan a confirmarse, tendrá que haber movimientos, inevitablemente. Y todas las partes implicadas asumen que la carga de la prueba ya no estará tan focalizada sólo en Unidas Podemos. Dentro del margen que dejen siempre los resultados.

De hecho, PP y Ciudadanos se juegan en esos resultados que aumente o disminuya sobre ellos la presión para que faciliten un Gobierno de Sánchez, de cumplirse las previsiones. Es decir, que mantenga una mayoría, no suficiente, y necesite apoyos externos para superar la investidura.

En las semanas de verano hay quien ha escuchado incluso a Pablo Casado reflexionar informalmente sobre la posibilidad de que fuera el PP el que tuviera que dar el paso de facilitar la investidura. En un escenario en el que se encontrara en la misma posición que estuvo el PSOE en junio de 2016. El líder de los populares sabe que es una decisión que no quiere la mayoría de su partido, que les divide. Pero también ha escuchado voces que le han dicho que podría ser un gesto para ejercer el liderazgo y diferenciarse de manera sustancial de Albert Rivera. El golpe definitivo, susurran algunos, porque en política hay que ser valiente y el liderazgo también se ejerce con decisiones de este tipo, aunque no sea costumbre verlas en la política española. «El golpe de la política tradicional a la nueva política».

El presidente del PP ha ganado mucho poder en su partido en los últimos meses. Ha perdido muchos escaños, si bien él está más fuerte que antes de las primeras generales a las que concurrió como candidato del PP. Pero en su entorno admiten que todavía no tiene «el control absoluto» y que debe andarse «con cuidado» para gestionar debates incómodos, como lo es éste de la abstención. Representa una amenaza de fractura, ante unas elecciones sobre las que en el PP dicen que «tienen poco que ganar viniendo de donde vienen». Salvo derrumbe de Ciudadanos.

Las negociaciones de los pactos autonómicos han permitido que el PP salga bendecido con la aureola de partido de gobierno, así se escribe la política, y que esconda bajo esos acuerdos postelectorales la caída en votos y los malos resultados de los últimos comicios.

En suma, para el PP es decisivo que si hay elecciones, Albert Rivera naufrague en ellas. Justo lo necesario como para que si se exige costalero de Sánchez, los empujones se dirijan contra la formación naranja y no contra ellos. Siempre que dé la suma, como ocurre en la actualidad. Por un lado, esto resuelve la competencia por el liderazgo del centro-derecha. Pero también libra al PP de la «patata caliente» de administrar las presiones para desbloquear el gobierno. La confianza de los populares está puesta en este escenario, como salida perfecta para no tener que afrontar la «guerra» que supondría plantearse una abstención que dejase gobernar a Sánchez. Al PSOE le costó su liderazgo. En el PP no sería mucho más fácil de resolver el dilema.

«Si vamos a elecciones y se mantiene el bloqueo, la presión por la abstención se abriría sobre todo para Ciudadanos porque ellos son los que bajan. Sobre nosotros también, pero menos, siempre que subamos. En el PP es un problema interno. Ya no solo se trata de estrategia política, sino de supervivencia de la cohesión. La gente no quiere la abstención. Aunque haya quien arriba hace cálculos más intelectuales. Pero para las vísceras, la abstención es indigerible». La reflexión es un dirigente autonómico, que admite que otros compañeros suyos no ven tan dramática la posibilidad de que fuera el PP el que pusiera en marcha la legislatura. Siempre que hubiera condiciones previas, durísimas, y en el último momento.

En cualquier caso, lo que se plantea como un problema para el PP, en el caso de Cs es una bomba de relojería que ya ha dejado ver señales de una explosión inminente. Si Sánchez sale reforzado, y Ciudadanos debilitado, los de Rivera tendrán muy difícil aguantar la presión. En el PP puede haber división, pero Cs podría quedar dinamitada internamente por firme que se mantuviera la corte de fieles de la que se ha rodeado Rivera en estos últimos meses.

Las estructuras, las bases y los cargos intermedios que rodean a esa corte dudan de la estrategia del «no es no». Hay muchos casos de personas que se sienten más próximas al PSOE que al PP, y qué decir de Vox, los dos compañeros de viaje a los que sí ha aceptado Rivera después del último examen en las urnas. Y los discursos oficiales no pueden tapar el hecho de que dentro también admiten que Ciudadanos ha dado un giro. Que ellos nacieron «para otra cosa», para ser partido de centro, regenerador de derecha e izquierda, pero con puentes hacia las dos partes siempre que se respetase su programa. Las elecciones las carga el diablo, pero para todos.

Savater, Azúa y Vargas Llosa, invitados a formar parte de España Suma

El PP de Pablo Casado insiste en su idea de gran coalición bajo la marca España Suma para hacer frente a Pedro Sánchez. Pero no solo quiere integrar a Ciudadanos, porque además ha invitado a participar a siete partidos regionalistas, a los socialistas descontentos con el presidente en funciones y ahora, según El Mundo, tratará de convencer a intelectuales próximos al partido de Albert Rivera para hacer realidad la «refundición» del centroderecha. Es el caso de los filósofos Fernando Savater y Félix Azúa, los escritores Félix Ovejero, el Nobel Mario Vargas Llosa y Andrés Trapiello o el catedrático de Derecho Constitucional Francesc de Carreras, ideólogo de la formación naranja, de la que se dio de baja. Mientras, el PP llevó ayer al Congreso de los Diputados, por primera vez, el debate de ideas de España Suma. La gran novedad del acto fue la presencia, como ponente, de la ex dirigente de UPyD Rosa Díez, que dijo añorar la política, y Alejo Vidal Quadras, quien aseguró que «este PP» le «gusta más» que el de Rajoy.