Ya no rugen los leones

Don Juan Carlos

Todos somos dueños de nuestros errores y también propietarios de nuestros aciertos

Los leones del Palacio de las Cortes
Los leones del Palacio de las CortesArchivo

Los leones andan muy ocupados estos días con tanta conmemoración de hechos ocurridos hace 50 años, entre ellos la proclamación como Rey de don Juan Carlos, con Franco de cuerpo presente en el Palacio de Oriente y con un futuro lleno de interrogantes.

Todos, singularmente los que ocupan puestos de relevancia al frente del Estado, son dueños de sus errores por los que, sin duda, deben ser sometidos al escrutinio público. Pero, coligen los felinos defensores permanentes del Palacio de las Cortes, que por esa misma regla de tres también son los propietarios de sus aciertos.

En esta España cainita, pululan por el solar patrio republicanos de antaño que se han vuelto, de la noche a la mañana, fervientes “felipistas” y feroces “antijuancarlistas”, con el solo fin, no se engañe nadie, de continuar con su estrategia de tratar de socavar a la Corona, la institución más respetada y apoyada por los españoles, que tan magistralmente encarna Felipe VI.

Para estos sujetos, que saben de la República el guion que se distribuye en sus saraos, la Transición, la llegada de la democracia a España, no existió. Por lo visto, muchos de ellos traían al nacer, debajo del brazo, el pan de las libertades y sólo a ellos se debe esta nación en la que pueden hacer gala de su estulticia y desconocimiento de la historia.

Claro que don Juan Carlos cometió muchos errores, los ha reconocido y pedido perdón por ello. Pero ¿algún acierto se puede apuntar en su quehacer como Rey? La democracia, lo dice en sus memorias, no cayó del cielo y hubo muchas dificultades para lograr su consolidación. La Corona no estuvo sola y contó con el apoyo de los partidos políticos más representativos y a los que se dio en llamar “poderes fácticos”, las Fuerzas Armadas, la Iglesia, empresarios, sindicatos...y, sobre todo, al pueblo español que refrendó nuestra vigente Constitución.

Quienes han tenido ocasión el honor de acompañar a don Juan Carlos y doña Sofía en sus viajes de Estado pueden dar testimonio de cómo eran recibidos, de la imagen de España que trasladaban para ofrecer un país moderno por la que merecía la pena apostar. Parecía que el Rey era más querido fuera que dentro.

Tantos momentos históricos forjados frente a un enemigo terrible como era ETA que, desde el primer momento y pese a ser beneficiada por una generosísima amnistía --ya va siendo hora de que se reconozca que, en el caso de los terroristas, no estuvo acertado—fue jalonando los distintos pasos de la Transición con sangre y destrucción. Como enemigos de España (nadie se tragaba ya la milonga del antifranquismo) buscaron por todos los medios impedir el asentamiento de la democracia.

Y llegados a este punto, los leones concluyen que algo estaría haciendo bien don Juan Carlos, cuando ETA, los peores enemigos de España, quisieron acabar con su vida.