Gobierno de España

El nuevo tablero de ajedrez: crisis en Podemos y abstención del PP

Varias corrientes de Unidas Podemos se han puesto en contacto con el PSOE para trasladar su malestar por la investidura fallida.

El líder socialista y su mano derecha, Iván Redondo, a su salida del Congreso donde esta semana se celebró la sesión de investidura
El líder socialista y su mano derecha, Iván Redondo, a su salida del Congreso donde esta semana se celebró la sesión de investiduralarazon

Varias corrientes de Unidas Podemos se han puesto en contacto con el PSOE para trasladar su malestar por la investidura fallida.

«Frustración». Este es el sentimiento que impera en Moncloa después de rubricar la segunda investidura fallida de la carrera política de Pedro Sánchez. En esta ocasión sí se confiaba en llegar a un entendimiento con los morados y en esa línea se trabajó. «Les hemos hecho cinco ofertas», se lamentan. Ahora, tras el fracaso, en el Gabinete esperan que sus adversarios se tornen en aliados a medida que se agote el plazo hacia las urnas: «Que se cuezan en su propia salsa». Con la vía de Ciudadanos prácticamente cegada, las opciones de los socialistas pasan por que sean los Pablos, Casado e Iglesias, quienes contribuyan a superar la parálisis.

Si bien el bloqueo del grupo confederal no ha servido para investir a Sánchez en julio, ha allanado el camino para hacerlo en septiembre. El alto precio que cabía pagar ahora, en forma de gobierno de coalición, confían en que será gratis dentro de unas semanas. «La oportunidad era ahora, en septiembre no se harán cesiones y ni mucho menos habrá coalición», advierten fuentes del Ejecutivo, que también se muestran ciertamente aliviadas por lo que hubiera supuesto incluir a los morados en el Gabinete. «Pan para hoy, hambre para mañana». El rechazo al candidato socialista ha abierto, sin embargo, una vía de agua en la ya maltrecha unidad interna de Podemos y en Moncloa están dispuestos a valerse de ese malestar para satisfacer sus intereses. Fuentes gubernamentales aseguran a LA RAZÓN que representantes de varias de las corrientes integradas en Unidas Podemos se han puesto en contacto con el Gobierno en funciones para hacer patente su malestar por el resultado insatisfactorio para la izquierda con el que se saldó la investidura. Estas críticas en privado también se han explicitado en público, lamentando que no se hubiera aceptado la última oferta que trasladó el PSOE para un gobierno de coalición: una vicepresidencia de corte social y tres ministerios (Vivienda y Economía Social; Sanidad, Asuntos Sociales y Consumo; e Igualdad).

El debate interno en Podemos se apuró hasta minutos antes de la votación, cuando Izquierda Unida, e incluso los comunes, presionaron para que los morados se movieran del «no» a Sánchez. Un «no» en el que estaban situados incluso los cargos llamados a sentarse en el Consejo de Ministros, como Irene Montero. Finalmente, los morados se abstuvieron dando al traste la investidura, pero las divergencias se han hecho públicas. Izquierda Unida ya ha pedido públicamente avanzar en una colaboración «a la portuguesa», esto es, un programa pactado y apoyo externo al gobierno. La formación que lidera Alberto Garzón no está dispuesta a diluirse en unas nuevas elecciones por la ambición de sillones de Iglesias. Otra corriente crítica viene del sur. Podemos Andalucía también se ha desmarcado de la estrategia liderada por la dirección del partido en Madrid. Rechazan abiertamente la coalición y prefieren limitarse a un acuerdo programático que les permita mantener su «independencia» y «controlar desde fuera al Gobierno».

A la presión interna en Podemos se suma la que comenzará a recibir externamente el PP. Los socialistas ven mimbres para que los de Casado se acaben absteniendo, confiriéndole el liderazgo de la oposición y marcando distancias hacia la centralidad, respecto a la radicalidad de un Rivera «con el que no se puede contar». Una frase del popular en el discurso de investidura allana esta expectativa: «Tenemos una tarea común por delante, ensanchar el espacio central de la moderación y hacerlo tan grande que, de nuevo, puedan ganar socialistas y populares». Esta llamada a fortalecer el bipartidismo hace respirar al Gobierno y también a ciertos sectores empresariales, que han tirado la toalla con Cs, y ven en el PP al actor clave para evitar una nueva convocatoria electoral en una coyuntura inestable en la UE por el Brexit y en Cataluña por la sentencia del «procés».

Moncloa avanza en esta estrategia desde el momento en que fracasó la investidura, cuando Sánchez llamó a explorar «otras vías» que no fueran la coalición con Podemos ni conferirle el papel de socio prioritario. Ahora, se demandará por igual la colaboración del «resto de partidos», aunque son conscientes de que con los morados se puede pactar el programa y hacia el PP se pueden hacer gestos de colaboración en materias de Estado. En este sentido, Rivera entraría en un territorio de «exclusión». Con la cooperación de Casado e Iglesias, Cs entraría en la irrelevancia, al menos desde la aritmética. Los naranjas se reúnen mañana, pero todo apunta a que las críticas internas que reciba Rivera serán minoritarias y se verán silenciadas por un blindaje absoluto al líder. Si esta estrategia surte efecto, Sánchez será presidente en solitario. Si no, los españoles volverán a las urnas por cuarta vez en cuatro años y con sus votos impondrán el reparto de culpas en el que andan enredados los partidos en su batalla por el relato.