Política

75 cumpleaños de la Reina

«Eso lo lleva Sofi»

El Príncipe Felipe corta la tarta de su octavo cumpleaños ante la mirada de la reina Sofía y las infantas Elena y Cristina.
El Príncipe Felipe corta la tarta de su octavo cumpleaños ante la mirada de la reina Sofía y las infantas Elena y Cristina.larazon

Aquella noche de octubre de 1981 quedó grabada en el alma de Doña Sofía. En La Zarzuela, por sorpresa, fallecía su madre, la Reina Federica de Grecia, la mujer que más había influido en su vida. Una sencilla operación de párpados devino en una parada cardíaca que le provocó la muerte. Años después, en múltiples ocasiones, la soberana española recordaba la figura de su madre, sus relaciones, como un nexo indestructible. Enérgica, con mucho carácter y dotes de mando, Federica había educado a sus tres hijos con disciplina, pero con una cercanía diferente a la de su infancia. Nieta del kaisser alemán, hija única de Ernesto y Victoria Luisa de Prusia, Federica solía decir que una Reina ha de conjugar la fuerza de una roca y la ternura del instinto maternal. Sabio y difícil proverbio.

Ese sentimiento lo tuvo Sofía desde muy joven. En Atenas estudió Puericultura y trabajó como enfermera en la escuela de Mitera. Siempre le gustaron los niños y, tras su matrimonio con Don Juan Carlos, tardó muy poco en quedarse embarazada de la Infanta Elena, la más «borbona» y parecida a su padre. Luego nacería Cristina, independiente, rebelde y moderna, como el tiempo demostraría. Y el esperado varón, Felipe, el auténtico «niño de sus ojos». Ya tenemos aquí «el machote», dijo el Rey a los periodistas en el momento del alumbramiento. Al margen de la formación castrense del Príncipe, seguida muy de cerca por el Rey, la educación de los infantes fue asumida directamente por la Reina.

Profundamente enamorada de Don Juan Carlos, de arraigadas convicciones religiosas y educada desde la cuna, doña Sofía vivió, como toda madre, varias etapas. Gran armonía en la infancia, algunos problemillas en la adolescencia y disgustos en los amores. Durante los años escolares, la Reina llevaba personalmente a sus hijas al Colegio de los Rosales y vigilaba sus deberes. Al Príncipe le visitó a menudo durante su estancia en el Lakefield College, uno de los más selectos de Canadá, y estuvo presente en su paso por las academias militares. Era una madre vigilante, con el deseo de que las infantas y Don Felipe se mezclaran con compañeros de su edad. Apoyó sin reservas a Cristina, la más inquieta y primera en acudir a la universidad, cuando decidió independizarse y trabajar por su cuenta.

En una primera fase, Doña Sofía fue muy estricta con los noviazgos de sus hijos, sin ocultar el deseo de que contrajeran matrimonios regios. Así, no le gustaba demasiado la primera relación de la Infanta Elena con el jinete Luis Astolfi y admitía en silencio la de Cristina con el deportista Álvaro Bultó. Para nadie es un secreto que tampoco veía con buenos ojos al primer gran amor del Príncipe, Isabel Sartorius. El Rey, por su parte, nunca se metía en tales asuntos. Durante uno de sus viajes al extranjero, concretamente en Bangkok, los periodistas le preguntamos por los noviazgos principescos. «Eso lo lleva Sofi», nos respondió con buen humor.

El tiempo cambió muchos planes y la Reina, como madre, pasó de la alegría al dolor. El divorcio de la Infanta Elena, el escándalo Urdangarín y la boda del Príncipe con Letizia no quebraron su señorío, pero la hicieron más comprensiva, siempre al lado de sus hijos. Aceptó serenamente la separación de Elena de Jaime de Marichalar, y colmó de atenciones a Letizia por el profundo amor que sentía Felipe. En alguna ocasión, Doña Sofía ha confesado que deseaba para sus hijos matrimonios felices, por amor. Tal vez por su sufrimiento interior, aunque siempre junto al Rey, de gran éxito personal con las damas. Demostró ejercer de madre, sin dudarlo, cuando viajó a la India con los tres infantes, tras una gresca conyugal con el Monarca. Como en toda familia, ha vivido altibajos afectivos, pero nunca dejó de ser el gran apoyo, el verdadero sostén apaciguador en la Casa Real.

Apegada a la Infanta Elena, adorando a Don Felipe con fe ciega, con todo su apoyo a Letizia, frente a cualquier crítica, una imagen que refleja poderosamente su papel de madre fue la visita a Washington a los Duques de Palma. En un momento muy delicado, no dudó en exhibirse con su hija, su yerno y sus nietos. De igual modo, el proceso judicial de Urdangarín no impide que la Reina viaje con frecuencia a ver a los Duques de Palma y sus nietos, ya sea en Barcelona o en Ginebra, donde actualmente residen. Tal como predijo Federica, es una soberana fuerte y una madre ejemplar. Abnegada ante los reveses, comprensiva y entregada a sus hijos, allá y cuando la necesiten. En esta faceta humana, la Reina mantiene su lema: con el deber cumplido.