Política

España, olla a presión

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Pedro Sánchez ya tiene lo que quería, elecciones, ahora queda por saber si ha sido un buen negocio político para él o, de lo contrario, puede cavar su tumba. Más allá de los ánimos que insufla el bueno de José Felix Tezanos cada vez que el CIS publica un estudio, está la realidad.
En las últimas horas hemos empezado a conocer la intención de voto de los ciudadanos, no ante unas hipotéticas elecciones, sino ante unos comicios reales que se celebrarán en un mes y medio.
Independientemente de la decepción o el rechazo que siempre produce una situación como esta, lo destacable es que todos los sondeos publicados apuntan en una dirección: una modesta subida de escaños para el PSOE, que se torna mayor para el PP, que es el mayor beneficiario de la estrategia de los socialistas, prácticamente idénticos resultados para Podemos y Vox y caída de Ciudadanos, que favorece más a Casado que a Sánchez.
Las consecuencias de un resultado de estas características son evidentes: la suma PSOE+Podemos seguirá siendo insuficiente incluso incorporando a un posible acuerdo al PNV.
Es decir, que si en la próxima ocasión resultase posible ese acuerdo, seguirían siendo necesarios los independentistas que, por cierto, andarán desquiciados después de la sentencia del “proces” y en el peor de los casos, jugarán con el indulto como baza de negociación.
La opción de sumar con Rivera resultaría descartable porque los números no serían suficientes. El suicidio político del líder naranja ha condenado cualquier acuerdo entre socialdemocracia y centroderecha.
Tendría su gracia, si no fuera por lo serio del asunto, que al final fuera el Partido Popular el que se abstuviese en el Congreso para evitar unos terceros comicios, justo lo que Sánchez no quiso hacer, incluso, prefirió dejar su acta de diputado antes que acordar algo con el PP.
Construyó el relato político del “No es No”, que venía a ser algo así como, antes la muerte que llegar a un pacto con los populares y el que lo propusiese era automáticamente identificado como un traidor de derechas. Si, finalmente, se diese esa circunstancia, será interesante ver cómo salva Sánchez la coherencia personal.
En el terreno de lo práctico y mas allá de futuribles, si finalmente las urnas corroboran estas estimaciones, Pedro Sánchez tendrá dos problemas muy serios. El primero de ellos será explicar porqué ha sometido al país a una tensión tan innecesaria.
Llegar a un punto idéntico al de partida, con la única diferencia de que la situación estará más enquistada, es un error descomunal. Además de los daños que la ausencia de gobierno supone para los desempleados, pensionistas, estudiantes o empresarios.
El segundo de los problemas es que si, ahora, Sánchez no ha sabido pactar con nadie del arco político, no está claro que pueda hacerlo en el futuro. La situación será aun peor porque todos los dirigentes políticos han tomado actitudes personales irreconciliables. Al final, no todo el campo era orégano.