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Congreso Nacional del PP

Feijóo pone al PP a trabajar en la demolición del «sanchismo»

Termina el XXI congreso nacional del PP con su líder decidido a gobernar en solitario, con posibles alianzas con todos los grupos, salvo Bildu

Concluyó este domingo, en Madrid, el XXI congreso nacional del PP. Un «acto fundacional de un nuevo tiempo». Alberto Núñez Feijóo puso en marcha el cronómetro, que ya descuenta el tiempo de su llegada al palacio de la Moncloa. Salió papa del cónclave y con un partido decidido a iniciar, desde hoy mismo, las tareas de demolición del sanchismo.

Primero en las urnas, con diez millones de votos; después, en el poder, con un gobierno en solitario que alumbre toda una agenda reformista para resetear la vida pública tras el paso de Pedro Sánchez, al que los populares casi que dieron por muerto este fin de semana.

Pero Feijóo templó los ánimos y reconoció que todavía tiene que ponerse delante del «morlaco». Lo que resta hasta una victoria final, dijo, «no va a ser un paseo por el campo». Más bien, lo contrario. «Frente a un adversario que sólo conoce una ley, la de su propia ambición y desesperación, no cabe el descuido y el exceso de confianza». Todavía no se ha cerrado aquella herida del 23-J. «No nos confiemos con la sonrisa de las encuestas».

A pesar de que se cantó una rianxeira y que el nuevo PP queda tomado de arriba abajo por Galicia, el presidente del partido está decidido a desmentir el mito de que un gallego «ni sube ni baja». Ayer dibujó un partido mucho más binario y puso negro sobre blanco para zanjar muchos de los interrogantes que le lastran desde hace tiempo y que tienen que ver con el cómo y el para qué.

“O Sánchez o yo”

Su objetivo, aclaró, es presidir un gobierno monocolor. «O Sánchez o yo», es el salmo con el que tratará de evangelizar a una masa social a izquierda y derecha. A partir de ahí, nada de cordones sanitarios. Ni a Vox, «la tercera fuerza política» de España, con unos votantes que «merecen un respeto», ni tampoco al PSOE. «Con el sanchismo es imposible acordar», puntualizó, pero «eso no significa renunciar para siempre» a los «consensos».

Su estrategia consiste en amarrar más diputados que el llamado bloque progresista y después tender la red a todos los grupos. A todos, salvo a uno. Porque sí habrá una línea roja: Bildu. «No voy a sentarme con ellos». De hecho, anunció que el día que tome la palabra para pronunciar un discurso de investidura, le dirá a sus diputados: «Nada hablaremos mientras no pidan perdón a todas las víctimas de ETA y no ayuden a esclarecer todos los crímenes».

Feijóo se resiste a excluir a nacionalistas e independentistas de futuribles alianzas. Aunque ayer prometió: «No voy a dar al independentismo lo que no puedo y lo que no quiero». De haber una relación con Junts o con el PNV, especificó, será de «claridad y vigilancia». Sin traspasar lo que está «fuera de la ley y la Constitución» y sin «consentir más desafíos» al Estado.

Hasta en dos ocasiones, el líder popular hizo alusión a las frases que llevará escritas en una hipotética sesión de investidura en el Congreso de los Diputados. «Si cuento con la mayoría, mis primeras palabras serán para declarar que el muro entre españoles ya no existe, se acabó la pesadilla».

Y una vez conseguido el gobierno, qué. Pues lo más importante: para «devolver la normalidad a la política» y «detener « la actual «deriva» que, a su juicio, consiste en «intentar quebrar deliberadamente la convivencia, abandonar la centralidad, olvidar que España es una nación, retorcer la Constitución, trocear el Estado, las fronteras, la caja común».

Feijóo prometió aprobar un plan de regeneración democrática con el que sanear las instituciones, los organismos del Estado y la Justicia. «Con jueces libres» y con una «renovación de las leyes del Poder Judicial, del Tribunal Constitucional y de la fiscal general del Estado», para que no «haya comisarios políticos nunca más».

También compartió un decálogo de medidas que guiarán sus pasos durante los cien primeros días al frente del país, con un plan de vivienda, bajadas de impuestos, un pacto nacional del agua, la lucha contra la inmigración ilegal, un refuerzo de la seguridad o incrementar los médicos de familia en la sanidad pública. Además de una ley de lenguas, para que todos los niños españoles puedan ser educados en español.

Con nuevas ideas y un equipo renovado, Feijóo deja atrás la cita orgánica de mayor cohesión interna que se recuerda en las filas populares. De los suyos, recibe el encargo de derrocar a Sánchez y borrar su legado. No habrá más oportunidades. Es ahora. O nunca.