Órdago y amnistía

En Junts se burlan "del olor a muerto en Moncloa"

Sànchez «tiene que elegir entre cumplir el pacto con Pumpido o con nosotros»

Pedro Sánchez durante la sesión plenaria en el Congreso
Pedro Sánchez durante la sesión plenaria extraordinaria en el Congreso Alberto R. Roldán La Razón

Junts no se arruga después de la embestida del martes en el Congreso contra Pedro Sánchez y el PSOE. Al contrario, el expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont saca pecho porque cree que tiene entre sus manos el «cuello» del presidente del Gobierno y de sus negociadores. En las horas que han seguido al «no» de Junts a la amnistía, la reflexión que dejan caer desde el partido del expresidente, prófugo de la Justicia española, es que «aquí huele a muerto», por Sánchez y su legislatura. Moncloa y Junts han entrado en una competición de cruce de propaganda y de intoxicaciones en el que cada vez achican más el margen para que los dos puedan llegar vivos a la meta.

Puigdemont está manteniendo contactos en estas últimas horas con interlocutores políticos y también económicos, a los que traslada el mensaje de que el «no» es una decisión reflexionada, que no tiene marcha atrás si el PSOE no cumple con «el pacto de darles una amnistía total e íntegra». De Sánchez, dice que ha intentado engañarles porque no ha medido bien con quién se está sentando a negociar, y que está sometido a las presiones del presidente del Tribunal Constitucional, Cándido Conde-Pumpido, y de «otros altavoces europeos». Paradójicamente, dentro del Consejo de Ministros también señalan a Pumpido para dar respuesta a la pregunta de por qué Sánchez se negó el martes a pasar la página de la amnistía, aceptando una vez más, como ya hizo en ponencia y en comisión, las exigencias de Puigdemont.

El runrún que circula es que Pumpido, señalado como gurú de cabecera de la redacción de la ley de amnistía, avisó al presidente del Gobierno que ir más allá del texto que salió de la comisión de Justicia no le permitía ya garantizarle que fuera a ser aprobado en el TC. E incluso también sospechan que desde el ámbito europeo han empezado ya las presiones al Gobierno español por la trama rusa y por la investigación del juez Manuel García-Castellón por terrorismo.

Puigdemont explica, en sus conversaciones privadas, que por mucha presión que les meta Moncloa, «comprando» incluso la voluntad de algunos medios catalanes, ellos no se van a mover de su exigencia –conforme a lo pactado en la investidura–, de una amnistía total, como condición básica para seguir hablando de cualquier otra cuestión.

No acepta tampoco que la amnistía se ligue a los Presupuestos, que serían la siguiente pantalla, si se supera la de la impunidad, sin excepciones, y ligada a otras concesiones en el reconocimiento de la realidad nacional catalana y en el avance hacia la consulta.

De la misma manera, el Gobierno también se enroca en el «no» a aceptar nuevos cambios en la redacción de la ley de amnistía, mientras el argumentario de batalla se modifica sobre la marcha para convertir la puñalada de Puigdemont, no esperada, en un acto heroico del presidente del Gobierno «por poner pie en pared a las exigencias del independentismo».

Sin embargo, este sobrevenido ejercicio de contención del soberanismo tiene difícil cambiar, a favor de los socialistas, la música que llega de Galicia y que abona los peores presagios sobre el resultado histórico, pero por nivel de derrumbe electoral, del PSOE gallego. En este punto, lo que les interesa es retrasar todo lo posible la nueva negociación con Puigdemont sobre la medida de gracia para explotar el mensaje de que es falso de que ceden con todo. Además, la desconfianza y la constatación de cómo juega Junts lleva a que en el Gobierno den por perdidos los Presupuestos, aunque no liguen esta circunstancia con el final de la legislatura. Incluso sin Presupuestos, y sin que Moncloa pueda legislar vía decreto ley, el jefe del Ejecutivo se resistiría a abandonar el poder antes de someterse al examen de las elecciones catalanas. Hasta esas urnas, que por calendario tocan para principios del 25, intentarán aguantar, como sea y a costa de lo que sea. La gestión de la votación del martes deja «marca» en el plumaje de los negociadores de Sánchez, y es un aviso que puede tener consecuencias más serias a medio plazo en función de cómo evolucione la relación con Junts.

Por cierto, igual que en Junts señalan a Pumpido, en la fontanería de Moncloa apuntan contra Gonzalo Boye, abogado de Puigdemont, como elemento tóxico en la negociación. Los socialistas han hecho llegar al expresidente el mensaje de que Boye vuelve a torpedear el diálogo, sembrándolo de minas que no permiten avanzar en ninguna dirección.

Moncloa se muestra segura de que al final será Junts la que acabará cediendo y aceptando el texto que salió de la comisión de Justicia. «Quieren hacerse valer ante ERC y que la foto de la amnistía sea solo suya. Pero no pueden tumbar una medida que beneficia a mucha gente de a pie que está pendiente de pasar página de las consecuencias de lo que hicieron en aquellos días. Tendrán que encontrar una salida, pero acabarán moviéndose».

El problema es que este argumento ya lo ha utilizado el PSOE en otros choques que ha vivido con Junts en esta legislatura y Puigdemont no se ha movido. El líder del PSC, Salvador Illa, aseguró ayer, en una entrevista con Carlos Alsina, en Onda Cero, que Junts ha fallado a Cataluña, y les animó a reflexionar para encauzar la ley.