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Opinión
Líbrame de mis amigos
El PP no puede ser su peor enemigo. Y eso parece cuando se cae en las trampas colocadas por otros o cuando pisas líneas rojas que tú has establecido

Si algo aprendieron el Partido Popular y sus votantes en julio de 2023 es que las encuestas favorables son solo encuestas, y que hasta que no se cuentan las papeletas no hay nada decidido. Fue el partido más votado, pero eso no le permitió formar gobierno porque los dispuestos a unirse para que no gobernara sumaban más que los partidarios. Políticamente, pocas cosas han cambiado desde aquella convocatoria. España está más polarizada, pero cuesta creer que algún partido del «bloque progresista» tenga interés en pasarse al equipo contrario y tirar la cuerda contra Sánchez. Por ello, el PP depende más de sí mismo de lo que nunca ha dependido Sánchez del PSOE para llegar a la Moncloa. No es fácil el papel de jefe de la oposición, con un hemiciclo en el que, fuera de tu bancada, cuesta levantar la vista y encontrar una cara amiga. ¿Se puede hablar de una pinza del PSOE y Vox contra Feijóo? Abascal y Sánchez no habrán tomado un café para organizarla, pero a ambos les interesa avivar la polarización para activar a su electorado. Por si hubiera dudas, Tezanos nos las aclara: el último CIS impulsa a Vox y sitúa a su líder como el segundo mejor valorado.
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Los ataques continuos a la falta de liderazgo de Núñez Feijóo buscan, por un lado, sembrar dudas ante los votantes socialdemócratas o de centro defraudados con Sánchez, pero alérgicos a Abascal, sobre su capacidad para frenar las políticas ultraconservadoras que pudiera exigirle Vox. Y, por otro lado, Vox quiere ser el único protagonista de la mano dura contra el PSOE y sus políticas. Esa es la verdadera pinza.
El PP solo puede confiar en sí mismo, en su capacidad para asegurar a sus votantes fieles y ganarse la confianza de quienes una vez lo fueron. Por ello, los errores nunca pueden venir de sus filas. No hay margen para el fallo cuando, en cada esquina, hay individuos apostados para atacarte a derecha e izquierda, y cámaras que vigilan si has tirado una colilla al suelo. Si eres consciente de que la imagen de coherencia es la que va a fidelizar tu voto, no puedes plantear dudas a ese votante al que intentas conquistar. No puedes ser tu peor enemigo. Y eso parece cuando se cae en las trampas colocadas por otros, cuando pisas líneas rojas que tú mismo has establecido o cuando no se toman decisiones a tiempo.
Hay una distancia abismal entre un PSOE que ha laminado cualquier voz disonante y un PP con diferentes sensibilidades que van desde la derecha al centro-derecha y al liberalismo; eso es cierto. Pero igual de cierto es que hay temas que no deberían dar pie a polémicas que alimenten a tus opositores. Es el caso del aborto, que obligó a Feijóo a hacer una aclaración después del error (reconocido) de Almeida o del «váyanse a otro lado a abortar» de Ayuso. Apoyar a la familia y a las mujeres que quieren seguir adelante con su embarazo no puede mostrarse incompatible con el derecho al aborto de quien así lo decida. Pisar esa línea, y hacerlo con polémicas, ¿a quién beneficia? Al PP no, cuando el voto de las mujeres –especialmente sensible a estos temas– fue decisivo en la remontada de Sánchez en 2023 y ahora está espantado (o debería estarlo) con el «feminismo» del partido de Ábalos.
Tampoco ha parecido un acierto la polémica en torno a si hay o no genocidio en Palestina. El terrorismo de Hamás es innegable, y la hambruna y las muertes de inocentes palestinos también. Ese posicionamiento se retrasó incomprensiblemente y, al final, se produjo como reacción «a» y con declaraciones diferentes entre los líderes del partido. Ídem con el tema de la inmigración, que estaba en portada con el caso de Canarias y el reparto de inmigrantes desde hacía meses. Aquí se ha llegado a la foto finish con una propuesta propia. Otro elefante en la habitación es el de la Comunidad Valenciana, con una investigación judicial abierta por la DANA y el deseo de Camps de volver a los escenarios. El tema valenciano no se va a disipar ni para los votantes ni para la oposición. El mismo partido que aplaude cómo Juanma Moreno ha hecho frente al incomprensible error de los cribados del cáncer debe vaciar esa habitación.
El PP tiene más poder territorial que nunca y debe convertir en hechos la ponencia política de julio, aplicándola sin fisuras en todo el territorio. Los ataques por la derecha llegan de un partido que ha renunciado a gobernar y prefiere el confort crítico de la oposición; los de la izquierda, de quienes solo consiguen respirar tendiendo trampas para que el PP tropiece. Por eso el verdadero riesgo no está fuera, sino dentro.
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