Tensión institucional

Albares harta a Moncloa por su guerra personal con Casa Real

Su enfrentamiento con el jefe de la Casa Real se ve «patético». Están cansados de su «infantilismo»

Albares admite que sigue habiendo "responsabilidades" que depurar pero ahora es momento de consolidar el alto el fuego
Albares admite que sigue habiendo "responsabilidades" que depurar pero ahora es momento de consolidar el alto el fuegoEuropa Press

Quienes conocen a José Manuel Albares en el mundo diplomático coinciden en señalar que el titular de Exteriores tiene «un carácter difícil». Fuentes gubernamentales consultadas por LA RAZÓN explican que buena parte del Ejecutivo se ha cansado ya del «infantilismo» con el que el ministro trata algunas de sus particulares guerras personales, como la que mantiene con el jefe de la Casa Real, el también diplomático Camilo Villarino. «Sus enfrentamientos con Camilo son considerados patéticos.

Y, aunque ya hay resignación, en verdad también hay un poco de hartazgo por el infantilismo con el que maneja todo esto», cuenta una fuente al corriente de la situación dentro del Ejecutivo.

Lo cierto es que la batalla de Albares con Villarino, de 61 años, viene de lejos. Ambos son viejos conocidos tras dedicar buena parte de sus respectivas vidas a la carrera diplomática y al Ministerio de Asuntos Exteriores. El jefe de la Casa Real, reconocido en el mundo diplomático por su «profesionalidad y sentido de Estado», llegó a Zarzuela en febrero del año pasado, donde sustituyó a Jaime Alfonsín.

Pero antes desfiló por algunos puestos clave en lugares primordiales para los intereses internacionales de España, como Bruselas, Washington y Rabat, y ha sido jefe de gabinete de varios ministros de Asuntos Exteriores, incluidos los dos predecesores inmediatos de Albares, los socialistas Josep Borrell y Arancha González Laya. Sin embargo, su relación con Albares es más que tensa.

El actual ministro, nada más asumir el puesto en 2021, bloqueó el nombramiento de Villarino como embajador en Moscú, pese a contar ya con el plácet ruso. Ese desencuentro sacó a la superficie sus profundas diferencias profesionales y personales. Villarino, que fue un estrecho colaborador de González Laya, con quien gestionó el controvertido caso de Brahim Ghali, fue absuelto de cualquier posible delito relacionado con este caso.

Este episodio, que elevó la tensión entre España y Marruecos hasta niveles nunca vistos desde la Marcha Verde, fue el que provocó la salida fulminante de Exteriores de Villarino, que fue ejecutada por Albares sin piedad. El ministro consideró que Villarino actuó con opacidad en el «caso Ghali», mientras que el entorno del diplomático vio su exclusión como una represalia política y personal.

La realidad es que Villarino no volvió a ocupar cargos en la estructura de Exteriores. Aunque el ahora jefe de la Casa Real, en cualquier caso, no se quedó tirado, ya que fue

reclamado por Borrell como director de gabinete mientras fue el Alto Representante Europeo para la Política Exterior. Villarino, según las fuentes consultadas, valora la excelencia profesional por encima de los intereses partidistas y eso ha contribuido a su distanciamiento con Albares, quien ha enfrentado críticas del mundo diplomático por priorizar las afinidades políticas en su gestión.

Sin ir más lejos, el choque deliberado del Gobierno con Estados Unidos no es del gusto de buena parte de los diplomáticos ni del propio Villarino, según el relato de estas mismas fuentes. Pero Villarino no es el único con el que Albares mantiene una tensa relación.

Sus compañeros de Sumar tampoco son de su agrado. Albares recela del titular de Cultura, Ernest Urtasun –también diplomático–. Es más, cuando este designó en su día a su equipo, Albares puso el grito en el cielo porque temió que Cultura se convirtiera en un ministerio de Exteriores paralelo.

Y, explican quienes le conocen, no hay nada que ponga más tenso a Albares que no controlar todo lo que se hace, no solo en su ministerio, sino en el mundo diplomático, siempre plagado de suspicacias. Pero la cosa no se queda en Urtasun, la vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz, también ha sufrido el desdén de Albares.

El ministro le prohibió en su día un viaje a Oriente Medio y sus personalidades chocan frontalmente, según el relato de las fuentes consultadas. Todos estos roces llevan tiempo desgastando a los equipos de Moncloa, donde se ve al ministro como una persona complicada para la política.