Política

El desafío independentista

Los «daños colaterales» de la guerra de los lazos: la Federación de Padres de Niños con Cáncer, principal afectada

La Federación Española de Padres de Niños con Cáncer quiere desligar su causa de la lucha por la liberación de los políticos catalanes encarcelados. ¿Por qué se les relaciona con ellos? Su símbolo es el dorado, un color que, para su desgracia, se parece al de los independentistas.

Juan Antonio Roca, vicepresidente de la Federación Española de Padres de Niños con Cáncer
Juan Antonio Roca, vicepresidente de la Federación Española de Padres de Niños con Cáncerlarazon

La Federación Española de Padres de Niños con Cáncer quiere desligar su causa de la lucha por la liberación de los políticos catalanes encarcelados. ¿Por qué se les relaciona con ellos? Su símbolo es el dorado, un color que, para su desgracia, se parece al de los independentistas.

La denuncia es clara y no deja lugar a dudas. «El lazo amarillo independentista se ha apropiado de todo el espacio». Y no lo dice cualquiera. Juan Antonio Roca, vicepresidente de la Federación Española de Padres de Niños con Cáncer, ha alzado la voz para hacer públicas las trabas que se están encontrando los miembros de su asociación para llevar a cabo con normalidad las acciones que han programado para el mes de sensibilización del cáncer infantil. Quieren hacer lo mismo que han hecho otros años. ¿Cuál es el problema? Que su color bandera es el dorado. Sí, el obstáculo es que el color que se eligió a nivel mundial en 1978 para que fuera el símbolo de la lucha de los niños afectados por esta grave dolencia se parece al que han hecho suyo los partidarios de la independencia de Cataluña en los últimos tiempos, sobre todo en los últimos doce meses. «Nosotros no nos metemos con nadie, somos apolíticos», explica Roca en una conversación telefónica con LA RAZÓN desde su ciudad, Granada, en la que deja claro que la única reivindicación de la asociación es que dejen de confundirse las dos causas.

El problema se localiza principalmente en dos de las regiones que limitan con Cataluña: Aragón y la Comunidad Valenciana. Aunque para unos la retirada de unos lazos dorados de espacios públicos pueda quedarse solo en una mera anécdota, la realidad es que el hecho de que algunas personas confundan este emblema de solidaridad con el de los afines a Carles Puigdemont y Quim Torra ya le ha costado a la organización la pérdida de parte de sus patrocinadores más importantes: «Algunas de las instituciones con las que trabajábamos han dejado de colaborar», lamenta Roca. En Valencia, ya son varios los ayuntamientos en los que este año no ondea el lazo dorado en sus balcones. ¿Por qué? Dicen que para evitar «dudas y desorientaciones». Por estas fechas, el año pasado casi doscientos edificios en todo el mundo se iluminaron con focos dorados como muestra de apoyo a estos pequeños héroes.

Pero el problema no se limita solo al ámbito empresarial, sino que las situaciones de tensión también se han trasladado a la calle. «Mucha gente no se suma a nuestra iniciativa por miedo a que se le relacione con el amarillo», explica Victoria Carrazoni, responsable de Comunicación e Imagen de la Federación Española de Padres de Niños con Cáncer. Un ejemplo es el caso de la asociación de comerciantes del casco histórico de Teruel, que ya en el mes de septiembre del año pasado rechazó la idea inicial de colgar lazos dorados de las puertas de sus establecimientos después de que corriera como la pólvora en las redes sociales el bulo de que en realidad se trataba de un gesto de apoyo a la causa independentista. Y es que nadie duda de que en el último año los ánimos se han caldeado demasiado, tanto que esta «guerra de colores» ya está dejando víctimas inocentes.

Aunque el problema se hace más evidente en las zonas más cercanas a Cataluña, Juan Antonio Roca aún recuerda un incidente que vivió en sus propias carnes en un restaurante madrileño. Fue hace unos meses, en torno a febrero o marzo, en concreto después de un acto que organizó la propia federación. Un amplio grupo de miembros se juntó para disfrutar de una comida. Lucían el lazo dorado en la solapa de sus chaquetas cuando un grupo les increpó al grito de «vosotros venís de Cataluña». «Y nosotros ni nos ponemos del lado de nadie ni nos metemos con nadie», denuncia, haciendo hincapié una vez más en el carácter apolítico de la organización. Desde que nació en 1990 con la ayuda de un grupo de voluntarios, su única misión ha sido mejorar la calidad de vida de niños y adolescentes con cáncer. Hoy en día está formada por 21 asociaciones diferentes que se reparten por todo el territorio nacional y que tienen la agenda de este mes plagada de actos para «afianzar» esa labor de sensibilización.

El silencio independentista

Para ellos habría sido un buen detalle por parte de los líderes de los movimientos independentistas –los mismos que lucen el lazo amarillo allá donde van– haberse interesado por las situaciones problemáticas que están viviendo en los últimos años cuando tratan que la población tome conciencia de la importancia de incrementar los esfuerzos en la lucha contra el cáncer infantil. Más aún cuando varios medios de comunicación se han hecho eco esta semana de sus reivindicaciones y la noticia ya es conocida en todo el país. Pero ese gesto no ha tenido lugar, al menos por el momento. «El lazo dorado es nuestro. No se puede decir que esto sea una guerra de lazos», concluye Roca.

«Si ves los dos lazos uno al lado del otro se distinguen, pero la verdad es que son muy parecidos», lamenta el vicepresidente de la entidad, que también asegura que los directivos de la Federación Española de Padres de Niños con Cáncer no han barajado en ningún momento adoptar un nuevo color para defender su causa: «No es posible porque se trata de una insignia conocida a nivel internacional. Es el brillo, es la esperanza, es la lucha, es la confianza en que habrá un final bueno». Y por eso quieren que el lazo dorado sea solo para ellos.

Sin embargo, el amarillo es también imagen de un sinfín de causas solidarias en todo el mundo: en EE UU es un símbolo de homenaje a los soldados, en Italia se usó como un gesto de apoyo a los prisioneros de guerra, en Australia se usó para honrar a los damnificados por los incendios forestales de 2009 y en Alemania se utiliza para mostrar respeto a las fuerzas armadas. Todo a pesar de que el amarillo se relaciona históricamente con la mala suerte, sobre todo en el mundo del teatro. En España era solo el color de los enfermos de espina bífida hasta que el 17 de octubre de 2017 los separatistas pidieron que fuera un símbolo de la lucha por la liberación de Jordi Sànchez y Jordi Cuixart. Ya lo habían intentado ligar a su causa en 2014, sin éxito.

De hecho, aunque muchos crean erróneamente lo contrario, ese lazo «amarillo» que aparece en WhatsApp es en realidad de color dorado. Aunque muchos celebraron por todo lo alto su existencia en el catálogo de símbolos la aplicación y la consideraron como un gesto de apoyo de la famosa plataforma de mensajería instantánea a los políticos catalanes encarcelados, la realidad es que el único fin detrás de este «emoji» es la solidaridad. De hecho, lleva existiendo desde 2014. La polémica fue tal que hace unos meses un grupo de usuarios inició una petición en la plataforma «Change.org» en la que exigían su retirada inmediata.

Lo que sí han hecho desde la Federación de Padres de Niños con Cáncer, aunque no es la solución que consideran más idónea, es poner en marcha otras campañas de sensibilización que también incluyen el color dorado, pero no representado en un lazo. Es el «#PaintGold» –que en español se traduce como «píntate de dorado»–, que es la etiqueta que utilizan los que se han unido para compartir las imágenes en las redes sociales. «Se trata de trazar dos rayas doradas en la cara. Lo bueno es que hemos conseguido incluir un filtro en la cámara de Facebook, por lo que ni siquiera es necesario pintarse», subraya Victoria Carrazoni.