Aniversario

Magreb: Un año del giro de Sánchez para contentar a Marruecos

Los temas de fricción siguen en el aire como el respeto a la soberanía

de Ceuta y Melilla o la delimitación de las aguas en la facha atlántica

Fotografía del rey de Marruecos Mohamed VI durante el foro económico hispano-marroquí celebrado en Rabat (Marruecos
Fotografía del rey de Marruecos Mohamed VI durante el foro económico hispano-marroquí celebrado en Rabat (MarruecosAgencia EFE

Doce meses se cumplen hoy desde que un inesperado comunicado del palacio real marroquí diera cuenta de una carta del presidente del Gobierno Pedro Sánchez al rey Mohamed VI llamada a tener consecuencias duraderas e inmediatas. En la misiva, el jefe del Ejecutivo expresaba su apoyo a la propuesta de autonomía marroquí para el Sáhara, lo que quebraba la tradicional neutralidad española en el irresuelto conflicto en torno a la soberanía de su excolonia y zanjaba la última crisis con Rabat. El Gobierno le sigue debiendo a la opinión pública española una explicación sobre el fondo, la forma y los tiempos de la carta (y la propia misiva en sí). Ha sido un año de reconciliaciones y desencuentros en el Magreb en el que, al albur de los dos grandes vecinos del norte de África, el balance ha sido desigual para los intereses españoles.

El elogio de Sánchez al plan autonómico marroquí como “la base más seria, creíble y realista” para la resolución del conflicto saharaui bastó, pues, para poner fin inmediato a una larga crisis bilateral que se había venido gestando desde finales de 2020. En diciembre de aquel año la Administración Trump había reconocido la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental a cambio del restablecimiento de relaciones entre Marruecos e Israel, y Rabat esperaba de sus vecinos del norte un gesto en la misma línea, algo que no llegaría.

En la primavera de 2021 la entrada secreta del líder del Frente Polisario en España para ser tratado de covid-19 torció definitivamente las cosas. Después vendría la crisis migratoria de Ceuta, con la entrada en unas horas de 10.000 jóvenes desde Marruecos a la ciudad autónoma. Más de un año de hostilidad y presión acabaron empujando a Sánchez a complacer a Rabat con un adverbio comparativo y tres adjetivos que crearon un nuevo escenario para la diplomacia española en el norte de África.

Si la carta sanaba la herida marroquí, abría otra de manera instantánea con Argelia. Un año después los puentes políticos con Argel, principal apoyo del Frente Polisario, siguen prácticamente rotos. El régimen militar continúa vetando desde junio las exportaciones e inversiones españolas, lo que ha provocado pérdidas millonarias y la desesperación de los empresarios. La ruptura llega en un momento en que las necesidades energéticas europeas han convertido a Argelia en un socio “estratégico e imprescindible” de la UE, como recordó el alto representante para Política Exterior Josep Borrell en Argel esta misma semana.

“El resultado obvio del cambio de postura español ha sido una estabilización de la relación bilateral a nivel oficial con Marruecos y una escenificación muy marcada de la reconciliación”, afirma la profesora de Relaciones Internacionales de la Universidad de Exeter Irene Fernández-Molina. “Pero esta reconciliación es muy asimétrica porque el interés y la iniciativa han estado siempre del lado de España, lo que demuestra que la urgencia venía de la parte del Gobierno. Marruecos, por su parte, consiguió su objetivo principal hace ya un año. Marruecos ha llevado las riendas y ha escenificado un cierto control sobre la dinámica bilateral”, explica a LA RAZÓN la especialista en la política exterior de los países del norte de África.

Discreto balance para España

Los últimos doce meses han sido los de la escenificación de “una nueva e inédita etapa” en la historia de las relaciones hispano-marroquíes basada en el “respeto mutuo” y la “confianza” que las dos partes confían excluyan crisis bilaterales en el futuro. Una luna de miel que tuvo su máxima expresión en la reciente Reunión de Alto Nivel celebrada en Rabat en presencia de una parte importante del Gobierno (sin miembros de Unidas Podemos) aunque en ausencia del rey de Marruecos. El fin de la ofuscación de Rabat hace un año supuso un indudable alivio para el Gobierno de Sánchez, que ha visto reducir la inmigración ilegal procedente de Marruecos sobre todo en Canarias. Con todo, el balance para los intereses españoles en el norte de África de una transacción como la sellada el 18 de marzo de 2022 es más que discreto dejando al margen de las consecuencias de la furia argelina.

Lo cierto es que los grandes temas de fricción con Marruecos siguen tan en el aire como lo estaban antes del 18 de marzo de 2022, desde la exigencia a Rabat del respeto explícito a la soberanía española de Ceuta y Melilla hasta la delimitación de las aguas territoriales en la fachada atlántica y la ampliación de la plataforma continental canaria.

Desde el 7 de abril pasado, el Gobierno negocia con Rabat –sin éxito hasta ahora- la apertura de sendas aduanas comerciales en Ceuta y Melilla, asfixiadas tras el fin del contrabando y el largo cierre de fronteras. A pesar de las repetidas promesas, el Ejecutivo es incapaz de fijar un calendario y superar las reticencias de las autoridades marroquíes, que marcan el paso en este y otros dosieres. “Sobre las contrapartidas que esperaba el Gobierno hemos visto pocos resultados concretos. Desde el punto de vista estratégico, la normalización del tránsito comercial y la apertura de aduanas es el arma de negociación, el leverage, que tiene Marruecos en sus manos. Y a las autoridades marroquíes no les interesa tanto avanzar rápido como lo contrario”, estima Fernández-Molina.

Desde Rabat las cosas se ven de manera distinta. “Un año después de la normalización de las relaciones, podemos afirmar con mucha confianza no sólo que las aguas han vuelto a su cauce, sino que las relaciones entre ambos países están viviendo una de sus mejores etapas desde la independencia de Marruecos”, asegura el consejero diplomático y especialista en relaciones hispano-marroquíes Samir Bennis. “Con la decisión histórica de España de dar un paso al frente y reconocer la primacía del plan de autonomía marroquí como única vía para poner fin al diferendo del Sáhara, uno de los mayores escollos que se erigían en el camino de las relaciones entre Rabat y Madrid se ha eliminado”, abunda el investigador a LA RAZÓN.

Para Bennis, el compromiso de Marruecos con la candidatura conjunta hispano-portuguesa para el Mundial de fútbol de 2030 –anunciada de manera inesperada por Mohamed VI el pasado martes- constituye el mejor ejemplo de que desde Rabat se confía en la continuidad en las relaciones con España, elecciones y cambios de gobierno mediante. “No creo que Marruecos se hubiera adherido a la candidatura conjunta si las altas esferas del poder no estuvieran seguras. Ni pienso que España se habría entusiasmado con la idea de ir al Mundial con Marruecos si no tuviera la confianza en la sinceridad de Rabat a la hora de abrir una nueva página en las relaciones”. Aunque satisfechas con el paso dado por España en el Sáhara, las autoridades marroquíes seguirán exigiendo previsiblemente pasos a las españolas en los próximos tiempos a cambio de mantener la pax mediterranea y ofreciendo la posibilidad de invertir en el desarrollo económico del país.

“La reconciliación con Marruecos ha sido explícitamente transaccional. Es una cuestión de convergencia de intereses en un momento determinado, y ello supone que puede ser de corto recorrido o precaria en tanto está sujeta a múltiples condicionantes como gestos de mayor apoyo en el Sáhara”, concluye Fernández-Molina. Transcurrido un año desde la entrada en el nuevo escenario norteafricano el Gobierno parece darse por satisfecho con haber restablecido los puentes con Rabat –evitando sobresaltos continuos en sus fronteras- y poder gestionar como hasta ahora la indisposición de las relaciones con Argel. Lo hace a costa de un giro diplomático que sigue sin explicar y que trasluce improvisación y la falta de una estrategia -y una capacidad de ejecución- propia para la región.