Extremo centro
La Manada del PSOE
Las saunas de Sánchez eran locales de prostitución y quien se beneficiaba de su explotación sería la estricta definición de un proxeneta; locales donde jóvenes vulnerables se ganaban la vida con la intimidad de sus cuerpos
Se le olvidó comentar un pequeño detalle a Pedro Sánchez cuando nos escribió hace un año. Se le pasó también a Begoña Gómez informar, así como quien no quiere la cosa, de las especiales características del negocio familiar cuando acudía los 8-M a sostener la pancarta abolicionista. La gente normal estamos flipando. Y el ejército zombi eurovisión yeye que lleva la marcha en redes sociales del PSOE, sigue intentando explicarnos que sauna viene del finés y es un baño de vapor o sudoración que se realiza en un recinto a muy alta temperatura.
Cito lo siguiente porque podrían creer que miento. La izquierda gay digital lleva un par de días afirmando que las saunas son «espacios de desarrollo de la libertad sexual». Negocios equivalentes a los clubs de intercambio de parejas de los heterosexuales. Los militantes del PSOE nos preguntan de manera retórica qué hay de reprobable en poseer una «dungeon» donde desembridar las prácticas libertinas, siempre que sean entre adultos y consensuales. No dejan de repetirnos que ya dijo un tribunal que la actividad desarrollada era legal.
Antes de seguir avanzando a toda leche aclaremos que las saunas de Sánchez no son un cuarto oscuro en una discoteca. No son un «gloryhole» en un local de ambiente. Las saunas de Sánchez eran locales de prostitución y quien se beneficiaba de su explotación sería la estricta definición de un proxeneta.
Eran locales donde jóvenes vulnerables, prostitutos muchas veces inmigrantes que a veces ni siquiera eran homosexuales, se ganaban la vida con la intimidad de sus cuerpos. Vendiéndolos por partes a homosexuales mayores, consumiendo drogas para aislarse de lo que hacían y formando la parte débil de la cadena de las redes de explotación. Eso, extraer beneficios de esas conductas, evidentemente es una inmoralidad manifiesta que no tiene nada que ver con lo que sucede en un local de intercambio de parejas.
Hay que estar hecho de una pasta especial para intentar describir lo que sucedía en esos «locales de sexo» como un lugar donde los gays tenían derecho a sexo gratis y consentido. Quizás haya gente que nos quiere dar a entender que los chaperos que realizaban prácticas sexuales a cambio de dinero se reconvertían, siempre gracias a la influencia del PSOE, en verdaderos terapeutas del bienestar. La cosa es que esa teoría de los templos arcoíris, donde los homosexuales armarizados podían ser ellos mismos sin juicios, resulta un poco contradictoria con que el negocio de la familia de Sánchez se completara con grabar a la peña en pleno vapor para chantajearlos después por su orientación sexual. Como decía por la tele el tipo más tonto del Estado español, «las saunas de Sánchez no son prostíbulos» y es cierto. Han sido algo infinitamente peor: locales de extorsión.
Yo, que tantas veces he encontrado mi lugar en ese sitio oscuro donde la única línea que se traspasa es la raya, lo último que pretendo es ocupar hueco en la vida pública subido a la falsa seguridad que dan los escalones del tartufo. Es por ello que espero ser capaz de señalar con mi dedo imperfecto la línea que separa la hipocresía civilizada de la exhibición criminal que nos pretenden hacer pasar como normal.
Ojalá no verme nunca en la humillante posición de un vulgar BobPop cualquiera. Defendiéndome del efecto bumerán de mis propias verdades. Teniendo que mentir para ocultar la enorme capacidad descriptiva que residía en las palabras que una vez dijo. Sólo porque tuvo la suerte de haber pintado el antro del suegro de Sánchez como el lugar donde los chaperos follaban por cuarenta euros.
Permitidme aconsejarnos a todos un prudente silencio ante lo que viene. Y una advertencia a todos los que aún están defendiéndolo, antes o después algún chantajeado va a cantar y os habréis dejado los dientes en el experimento. No toquemos las narices más de lo necesario. Creo que no os toca salir en plancha a justificar a Sánchez.
Como entiendo que habrá lecturas feministas interesadas sobre el tema, me permito contestar anticipadamente que lo siento, pero no. No son «los hombres», ni ha sido «el heteropatriarcado», ni la cuestión a transformar es «el machismo institucional». Ojalá estuviéramos ante el típico grupito de panitas robaperas. Ojalá fueran sólo un grupo de puteros, machistas y pollaviejas. Pero no. Lo que son es un grupo de políticos socialistas. Y si vistos en individual asustan, su actuación coordinada está fuera de cualquier medida previa.
Son la manada del PSOE. Un grupo de machos salvaje formado por Ábalos, Santos, Salazar y el prenda de Sánchez. Una organización patibularia sin escrúpulos ni moral. Y lo que han hecho durante estos años desde el poder con nuestra democracia no entra dentro ni siquiera de los límites de la corrupción convencional.