Opinión

Menos cálculos y más Marco

Lo cómodo del sanchismo es que nunca ha sido nada. Lo que lo ha definido es su pulsión bárbara por el poder

Escaños vacíos en el Congreso de los Diputados
Escaños vacíos en el Congreso de los DiputadosEuropa Press

El sanchismo está acabado; en la cárcel, de hecho. Si aún respira es por la adrenalina que inyecta el poder, nada más. Y esto es mucho. Pero dar por amortizado a Sánchez, ese ya es otro cantar. Lo cómodo del nihilismo es que admite con facilidad el travestismo, el cambio, la transformación, e incluso es capaz de justificar el encubrimiento de acoso sexual. Lo cómodo del sanchismo es que nunca ha sido nada. Lo que lo ha definido durante todos estos años es su pulsión bárbara, incívica y cínica por el poder. Dar por muerto a quien se ha conducido así, nada erráticamente, es no haber aprendido la lección. La presión, por tanto, no recae sobre Sánchez, que le resbala, sino sobre el Partido Popular y Vox.

Ninguno de los dos tiene ya la coartada del tiempo y se enfrentan a una exigencia histórica inmediata que no se atiende slo con gestos reactivos y sino con orientación de fondo. Los primeros funcionan bien en las encuestas, es cierto; y son necesarios; pero las encuestas son la tentación del político; contar escaños sin preguntarse nada más que «¿por cuántos vamos?».

Cuando el centro de gravedad de la oposición se ocupa casi por entero de calibrar la oportunidad de una moción de censura, de medir el impacto de cada manifestación o de especular con la siguiente crisis judicial, se pierde la ocasión de algo más hondo, porque la gente que mira desde fuera no busca únicamente un relevo en la cabecera del Boletín Oficial, sino una forma más respetable de vivir juntos, una pauta de orden y de justicia que permita sentir que el sacrificio cotidiano no será arrojado al vacío.

José María Marco, que es, quizá, el único en décadas que se ha propuesto llenar de peso las alforjas intelectuales, políticas y de sentido de la derecha española, ofreció hace ya más de diez años las claves, y siguen vigentes. Su obra, en especial, la «Historia Patriótica de España», «La libertad traicionada» y «Sueño y destrucción de España», es el más importante despliegue intelectual que ha tenido la derecha política española desde los 80 hasta hoy. Atenderla, leerla y comprenderla debería ser obligado para todo el que quiera levantar una alternativa al sanchismo, no solo un recambio.

«La patria –sostiene Marco– nos ofrece la ocasión de dejar de ser individuos sueltos». Y esa es la primera de las enseñanzas: toda alternativa pasa por recuperar el patriotismo. Patriotismo en términos marquianos, como «virtud cívica basada en el amor a nuestro país, que nos lleva a quererlo como es». Una virtud que interpela y, en cierto modo, ata inevitablemente a la responsabilidad histórica que los liderazgos políticos afrontan, no solo a sus urgencias. Cuando el PP y Vox discuten sobre tácticas, alianzas puntuales o plazos de una eventual moción, convendría que se preguntaran si sus palabras contribuyen a esa arquitectura moral, porque la alternativa al sanchismo solo será creíble cuando la oposición se muestre capaz de convertir la protesta en propuesta, la rabia en responsabilidad y la identidad herida en proyecto compartido.

«El problema de España es que es una democracia sin nación». Esta frase de José María Marco tiene más de diez años. Esta otra, algo menos: «Nos hemos quedado sin nación y nos estamos quedando sin democracia». La primera fue la ventana de oportunidad del sanchismo; la segunda es su consecuencia directa. Lo que va de una a otra son estos años de política inhábil y afásica; de entreguismos vacuos y de estrategias bien soportadas sobre el papel, pero que han obviado todo trazo de responsabilidad histórica; una que Marco también señala: que España no es una suma de identidades más o menos organizadas por un ordenamiento legal, sino una moldura de libertad que hoy está no menoscabada, no, sino quebrada en su fondo y en sus formas. Formular de nuevo ese espacio, no como catálogo de promesas electorales, sino como horizonte común, hacerlo con valentía y sin mansear por el camino, podría ordenar el debate público español durante años.

El tiempo apremia. El nuevo ciclo electoral ya ha comenzado con Extremadura como primer hito y cada día que pasa bajo este clima de desgaste refuerza la sensación de que nada cambia en lo esencial, aunque cambien los rostros y las siglas. Si la oposición asume la comodidad reactiva, España continuará caminando por un año perdido tras otro, mientras la desconfianza se convierte en hábito y la resignación en paisaje. Si decide, en cambio, asumir el papel que la historia le ofrece ahora, articulando el horizonte que el país necesita, desde un patriotismo cívico como el que propone José María Marco, capaz de hacer que millones de ciudadanos se sientan parte de una unidad con sentido, entonces podrá dejar de presentarse como mera sustitución y empezará a ser percibida como alternativa. Ese paso no depende de encuestas ni de maniobras ajenas, depende de una decisión íntima de madurez política.

Por suerte para todos, Marco tiene razón: «España es una nación antigua, compleja y tenaz, que ha sobrevivido a todos los intentos por negarla».