Elecciones generales

Pablo Iglesias, por su coleta le conoceréis

La defensa que tiene éxito acaba en hábito y su cólera proverbial ha modelado su estilo personal. Igual que su larga coleta.

Pablo Iglesias, líder de Podemos
Pablo Iglesias, líder de Podemoslarazon

La defensa que tiene éxito acaba en hábito y su cólera proverbial ha modelado su estilo personal. Igual que su larga coleta.

¿Por qué las cebras no tienen úlcera? Pregunten a Pablo Iglesias. Su gesto persistentemente iracundo es la misma respuesta al estrés que tienen estos animales en la sabana africana al escapar de un león. Su organismo sufre una cadena de reacciones hormonales que ayudan a su cuerpo en esa huida. Aquí no hay alimañas, pero la realidad le exaspera, enfurece, indigna... Por crítica que sea la situación, ¿realmente es necesario manifestarlo a cada momento con esa mueca de cabreo perpetuo con la vida? Es el rasgo en el que coinciden todos los expertos en comunicación no verbal que han analizado para LA RAZÓN la expresión corporal y facial de este candidato. La defensa que tiene éxito acaba en hábito y su cólera proverbial ha modelado su estilo personal. Igual que su larga coleta. «Antaño fue el símbolo de la rebeldía tras el 11M, pero ha quedado tan pasada de moda que ya le resta en vez de sumar. Sobre todo, en su rol de padre y esposo ejemplar con casoplón a las afueras de Madrid, que también es lenguaje no verbal», asegura el psicólogo social Gonzalo Adán.

El asunto de la coleta despierta diversidad de opiniones en los profesionales de la comunicación. ¿Qué debería hacer con ella? ¿Sacrificarla? ¿Pulirla? ¿Dejarla intacta como seña de identidad? De todos, Emma Rodero, profesora de la Universidad Pompeu Fabra, se muestra la más benevolente: «Es un distintivo, una gracieta. No habría que darle más vueltas». Para Adán, sin embargo, merece una reflexión: «Expresa su intención de seguir con esa imagen de profeta evangelista y su tono siempre mitinero, que ya no es gancho». Reconoce que, ayudado por su oratoria, le sirvió para captar la atención de todos hace unos años. «Era el primer político que mantenía en su discurso un hilo de argumentos con los que podías comulgar o no, pero daba razones como una metralleta». Ahora, dice, su lenguaje no verbal ha quedado desgastado, y no solo por la coleta. «El tono, los movimientos, los argumentos y la historia personal del personaje ya no van de la mano. Si no cambia toda su proxemia de arriba abajo, incluso cortándose el pelo y acercándose a la imagen de un político más al estilo de su colega Alberto Garzón, parecerá todo él una impostura, lo que a buen seguro le traerá un disgusto en las urnas». A Adán le cuesta creer que vaya a renunciar a ese aspecto de «repetidor y malote de la clase». «Sabedor de que siempre será minoritario en un extremo del tablero, no le importa ahondar en esa imagen, la más polémica, excéntrica y provocadora de todos los candidatos». Le sirve, de paso, para practicar como ningún otro el arte de la persuasión. «Con su vaquero y camisa blanca, está diciendo que es uno más, algo que corrobora echando mano de la primera persona del plural», explica José Luis Martín Ovejero, experto en comunicación no verbal. «Se le puede querer u odiar, pero su puesta en escena es honesta, espontánea y transparente», añade.

Son atractivos que, curiosamente, comparte con Donald Trump, cuyo mensaje es también enérgico y fuerte. Igual que él, pierde las formas protocolarias, pero eso le hace conectar aún más con la gente de a pie. En sus modales, Martín Ovejero, le define dominante y agresivo. «Es su modo de proyecta poder, control y seguridad, algo que se advierte incluso en sus cejas cuando se le unen por dentro en señal de concentración. No es extraño ver en sus caras microexpresiones, como el asco o alguna sonrisa, que aparecen involuntarias y duran menos de un segundo». Su afán de control en lo que dice y que nada se salga de sus lindes le lleva a que su cuerpo se congele desde el primer instante. Martín Ovejero destaca en él dos rasgos. Uno, inquisitorial y negativo, es el movimiento de látigo con su brazo derecho, de arriba abajo, muy característico de personas dominantes. El otro, su dependencia del bolígrafo, un gesto desastroso a la hora de comunicar. La necesidad de leer tampoco le favorece. Una virtud en la que hay poca divergencia es su oratoria brillante. «Tiene muchas tablas –asegura Joan Francesc Cánovas, formador de portavoces y especialista en comunicación– y busca constantemente la perfección y la claridad de ideas para evitar errores o confusiones. Le pone color a la voz, usa matices, cambia el tono, el volumen y la velocidad. Sabe cuándo hacer pausas y jugar con el silencio. Su volumen de voz es convincente, pero a veces se acerca al chillido. Tiene un dominio absoluto del escenario. Irene Montero sabe calibrar mejor la voz y podría ganar mayor proximidad o espacio comunicativo que él».

Para Rodero, la voz es su gran bastión. «Grave, convincente, creíble. Suena interesante, pero falla en el modo de expresarse, demasiado agresivo, encorvado y con el ceño casi permanentemente fruncido. Demasiado agresivo y asambleario». Es también el candidato que más emociones transmite. Le hemos visto infinidad de veces llorando. Es una cualidad ventajosa, pero abusar de las lágrimas es contraproducente, más si, como indica Martín Ovejero, salen más por orgullo que por pena. Sin embargo, el líder que ilusionó a la gente con los ideales de coparticipación en la toma de decisiones parece que hoy tiene buenas razones para ser cauto y da algunas señales. Francesc Cánovas ve significativo que, siendo la imagen del candidato un elemento clave, Unidas Podemos haya decidido prescindir del líder en su cartel y recoge la idea de su colega Lluís Pastor cuando dice que se presentan con un eslogan Ikea, es decir, diseñado para que uno mismo se lo monte en casa: «La historia la escribes tú».