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Opinión

La picadura del séptimo año

Esta vez, al PSOE no le valdría el listón ínfimo que le permite gobernar siendo segundo

Segunda sesión del pleno de investidura de Sánchez en el Congreso Eduardo ParraEUROPAPRESS

Se cumplen siete años de la llegada de Pedro Sánchez al Gobierno. Nadie lo hubiese creído hace siete años y dos semanas. Quizá no se haya escrito lo suficiente sobre la audacia de la moción de censura. Con la perspectiva que da el tiempo transcurrido ya podemos decir que cambió, en cuestión de pocos días, el rumbo de la política española para, al menos, una década. En realidad, como sostiene Ignacio Varela, esta no ha vuelto a ser la misma desde que el hoy presidente accediera por primera vez a la Secretaría General del PSOE. No hay hito, desde la repetición de las elecciones de 2015, que no derive de un posicionamiento suyo.

Las cosas han dado la sensación de acelerarse en el último mes. La agitación del debate social que le ha sacado las castañas del fuego empieza a resultar insuficiente cuando un Gobierno se demuestra incapaz de asegurar el suministro eléctrico a su ciudadanía.

La película de Billy Wilder que aquí conocimos como «La tentación vive arriba» (1955) se llamaba originalmente en inglés «The seven year itch». (Algo así como la picadura, o la picazón, del séptimo año). El título aludía a una creencia extendida por entonces en Estados Unidos: los matrimonios vivían su prueba de fuego transcurrido ese tiempo. A partir de entonces, lo normal era que surgieran grietas que, quizá, pudieran terminar siendo insalvables.

Si las encuestas están en lo cierto, hoy ya existen esas grietas. Esta vez, al PSOE no le valdría el listón ínfimo que le permite gobernar siendo segundo. Pese a que mantendría más o menos sus apoyos, lo hace dejando en las raspas a las formaciones a su izquierda que le han permitido sumar (je) todos estos años. Los vasos comunicantes no multiplican el líquido.

Las estrategias de distracción que pudieron funcionar hace años, como señalar desde las instituciones públicas a ciudadanos particulares, muestran ya síntomas evidentes de fatiga. Sirva de ejemplo lo visto esta semana con Melodía Ruiz Gutiérrez. La barba postiza se cae con tanta facilidad que hasta el niño menos avispado vislumbra en Melchor a Paco el del 4ºB durante la visita de los Reyes Magos a la comunidad de vecinos.

Este fin de semana ha cundido la sensación de haberse roto algo. El relato alternativo a las maniobras de fontanería contra la UCO ha durado lo que ha tardado el periodismo en desmontar que faltaba un fragmento de conversación que cambiaba por completo su sentido. Los colegas dignos han reconocido el error. Otros, permanecen silbando el río Kwai. Y la reacción del partido gubernamental, tirando por la misma linde como si esas evidencias no se hubieran producido, denota ausencia de conductor en la estrategia.

Fue el propio Ejecutivo el que acuñó el concepto de «pseudomedio». Al final, la encarnación de esta idea ha resultado ser la cabecera-tapadera que ellos mismos usan cuando quieren que su mercancía averiada adopte forma de publicación periodística.

Hasta «fachosfera», ese invento que gustó al Gobierno hasta el extremo de fichar a su propio creador, ha pasado a servir como ingrediente principal para el «sketch» en programas televisivos de humor, no precisamente afectos al PP.

Estas deserciones del barco oficialista parecen dibujar un panorama algo distinto al del verano de 2023. Pero no convendría olvidar la lección aprendida entonces. La burbuja que impide una lectura correcta del humor social cambió de bando.

Los matrimonios que finalmente acaban disolviéndose en España duran alrededor de 16 años de media. Bueno. Ya llevamos casi la mitad.