Congreso de los Diputados

PP y Ciudadanos abren su guerra electoral

Duelo entre Casado y Rivera: Las direcciones nacionales trabajan más en cómo restar espacio al otro que en su pulso con la izquierda

En la imagen de la izquierda, los populares Cayetana Álvarez de Toledo y Guillermo Mariscal. Sobre estas líneas, Albert Rivera junto a Inés Arrimadas, ayer en el Congreso de los Diputados
En la imagen de la izquierda, los populares Cayetana Álvarez de Toledo y Guillermo Mariscal. Sobre estas líneas, Albert Rivera junto a Inés Arrimadas, ayer en el Congreso de los Diputadoslarazon

Duelo entre Casado y Rivera: Las direcciones nacionales trabajan más en cómo restar espacio al otro que en su pulso con la izquierda

PP y Ciudadanos (Cs) han abierto ya sin disimulo su guerra electoral. En el olvido queda el mantra de que no se quieren elecciones. Y sin que el Rey Felipe VI haya zanjado formalmente la viabilidad de un acuerdo de investidura, en el bloque del centro derecha han entrado ya a quebrarse el paso el uno al otro. Albert Rivera aplaudió ayer una repetición electoral como «una segunda oportunidad para echar a Sánchez». «Si Sánchez fracasa, estamos preparados para ir a las urnas y formar un Gobierno digno y decente». Y el PP ha preparado unas jornadas de partido, pero que convocan en el Parlamento, y que tienen como sentido seguir empujando a Cs con su marca España suma. En la foto se colará Rosa Díez, en un acto con Pablo Casado y Cayetana Álvarez de Toledo un día después de la Diada, y que se celebrará en Madrid.

Las direcciones nacionales de los dos partidos trabajan más en cómo restar espacio al otro que en su pulso electoral con la izquierda. Porque si hay elecciones, la partida se jugará a dos, entre la izquierda, y entre la derecha. Y PP y Ciudadanos ya no disimulan que están de nuevo en modo electoral.

Así, el Pleno que hoy se celebrará en el Congreso de los Diputados será un marco perfecto para que populares y naranjas se midan y peleen por ver quién le gana el paso al otro. O quién tiene un discurso más contundente. Ni en los temas de Estado hay la más mínima señal de unidad de acción a pesar de que cada uno, por su lado, hable y defienda prácticamente lo mismo. Con Mariano Rajoy en La Moncloa, Albert Rivera podía buscar su espacio de diferenciación y de oposición a su Ejecutivo en ámbitos tan relevantes como Cataluña, por ejemplo. Con Casado en la oposición, Rivera se ha quedado prácticamente sin espacio para jugar a la diferenciación porque el líder del PP no tiene las ataduras institucionales de Rajoy ni quiere ser Rajoy en fondo y forma. Y el resultado es que el líder de Ciudadanos se parece cada vez más al líder del PP. Y en esa disputa se librarán las próximas elecciones si llegan a celebrarse.

De la misma manera que PSOE y Podemos libran su batalla preelectoral por ver quién es el responsable de las nuevas elecciones, en el bloque del centro derecha se juega la partida en ver si el pulso lo gana Casado con su presión por el voto útil o bien Rivera con su decisión de ignorar a Casado y reivindicarse como «jefe» de la derecha, pese a que ni las anteriores elecciones generales ni las autonómicas confirmasen esta condición.

Este pulso electoral debilita la unidad constitucional en la nueva etapa que se abre en Cataluña en vísperas de que se conozca la sentencia del juicio por el «procés». Hoy es la Diada y PP y Ciudadanos responderán cada uno por su lado. Entre Casado y Rivera no hay unidad de acción ni tampoco contactos en privado. No los ha habido ni siquiera para tantear la viabilidad de la marca España Suma. Rivera sigue obsesionado con Casado, y esa obsesión la ha colocado por encima de la lealtad a la razón de ser original de Ciudadanos y a quienes han estado en la creación de este proyecto político. Y en el caso de Casado, si hay otro examen en las urnas su proyección de futuro se medirá no en la comparación con Sánchez, si no en la distancia que le saca a Rivera y si agranda o acorta la diferencia que les separó en las anteriores generales.

Con las maquinarias electorales ya en marcha antes incluso de que este martes volviera a fracasar la reunión entre el PSOE y Unidas Podemos, los presidentes del PP y Cs han empezado a intentar movilizar a sus partidos para que vuelvan a ponerse de nuevo el chip electoral. Complicado, porque más allá de batallas personales por el liderazgo la sensación de que no está en juego la victoria desmoviliza notablemente a los cuadros territoriales. Y en esto sí coinciden populares y naranjas, tendrán que combatir este desapego hacia unas nuevas elecciones en las que internamente se comparte la sensación de que realmente no hay mucho en juego más allá de cambios en el reparto de escaños dentro del bloque de derechas, que, por cierto, se antoja imposible que sirvan para arrebatar a Sánchez su condición de candidato a la investidura.