Cerco judicial al PSOE
El PSOE «canta»: Cerdán dirigió la purga de Ábalos y «maltrató» a seis compañeras
Los ministros reniegan ahora de él. Explican a LA RAZÓN cómo se hacía la víctima con ataques contra sus dos presuntos compinches: el exministro y su asesor Koldo
Hubo un tiempo en el que la planta noble de la sede federal del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) fue más un teatro que un centro de decisión y análisis político. Según ha sabido LA RAZÓN, fueron «muchos» los que, cada vez que entraban al despacho de Santos Cerdán, asistían a una función ejecutada con maestría por el ex secretario de organización, que salió el miércoles pasado de prisión provisional –en la que entró el 30 de junio– para continuar su particular espectáculo. Ahora, en Ferraz es todo devastación por la mancha de quien fue su «número tres», pero antes hubo camaradería con un hombre que se vendió ante todos como una víctima de la supuesta trama corrupta de Transportes que le arrastró al precipicio por el que cayó en verano. Todo indica que más que víctima fue, en realidad, el cabecilla de un sistema «sofisticado» de cobro de mordidas del 2% por la adjudicación de obra pública.
Cerdán solía comenzar cada pase de su función con la televisión encendida y el móvil en la mano, sentado, tranquilo. Si había una tertulia a la que era asiduo era «Al Rojo Vivo». Tenía sentido porque, al fin y al cabo, la política española de estos últimos años está tan caliente que quema solo con acercarse a mirarla. Y Cerdán, como buen «fontanero» de partido, quería controlar qué y quién decía algo que pudiera perturbarle a él o a su partido. Es más, se jactaba de intentar influir en quienes estaban en el plató de La Sexta: «Eso que acaban de decir lo he dicho yo». Más aún, cuando el monotema, durante meses, fueron las corruptelas de quien fue su jefe en el PSOE, el exministro José Luis Ábalos y su exasesor Koldo García, a quién él mismo introdujo en Madrid desde Navarra.
El maquinista quería hacer un concienzudo control de daños ante cualquiera que se sentara frente a él y ante quienes podían hablar de él al gran público. Cerdán sabe bien que la política es, sobre todo, el arte de la apariencia. Por eso, comenzaba a hablar, con la tranquilidad que le caracteriza: «Me engañaron. Estos dos me engañaron. Confié en ellos», decía apesadumbrado. El navarro, incluso se atrevía a comentar situaciones personales de Ábalos a sus interlocutores, de su vida «disfrutona», como la definen en el Gobierno. Que si le llamaba la mujer, que si empezaba a gritar... Santos Cerdán quería desahogarse, buscaba el consuelo y la empatía de sus compañeros. Quizá porque sabía que pronto la podía perder.
Las fuentes consultadas cuentan que no había quien saliera de ese despacho sin el convencimiento de que Santos Cerdán era uno de los suyos –noble, austero, honesto–, que había sido engañado y traicionado por dos malos socialistas. Ahora, con el tiempo y el paso de los informes de la Guardia Civil, en el Gobierno entienden que Ábalos pueda estar especialmente dolido. Es más, algunos ministros saben que el extitular de Transportes tiene el corazón partido porque su familia política salió corriendo a expulsarle y, encima, fue el mismo Santos Cerdán quien maniobró para apartarle, exigirle el acta y abrirle el expediente de expulsión: «Con lo que José Luis debía saber…», explican algunos socialistas.
«Nunca vi a Santos en un coche que no fuera el que le ponía el partido», cuenta una ministra, que también se dice estafada. Y que define a Cerdán como «un hombre de apariencia austera». «Nunca imaginé que podría haber hecho todo lo que aparece en los informes», concede otro diputado, que resopla y zanja: «Es increíble, es un mazazo».
Un cortafuegos ineficaz
En verdad, tanto en el PSOE como en Moncloa asumen que el cortafuegos que el presidente ordenó poner entre la sede del partido y la Presidencia está perdiendo eficacia. El problema, admiten las citadas fuentes, es que es difícil desvincular al presidente de Cerdán y compañía. El navarro asumió la Secretaría de Organización en verano de 2021, cuando el presidente acometió la mayor remodelación de gobierno de la democracia, en la que cortó sus tres manos derechas: Carmen Calvo, José Luis Ábalos e Iván Redondo. Pero ambos se conocen desde mucho antes. Cuando Sánchez fue defenestrado en el convulso comité federal del 1 de octubre de 2016, el hoy presidente vaciló sobre si volver a presentarse con el «no es no» a Mariano Rajoy por bandera.
Fue en ese momento cuando Sánchez comenzó a estrechar lazos con Ábalos, Adriana Lastra, Sofía Hernanz, Francisco Quico Toscano, Susana Sumelzo, Rafa Román y, por supuesto, con Santos Cerdán. El navarro, de hecho, fue uno de los pocos que gestionó el regreso de Sánchez en las primarias de 2017 que ganó a Susana Díaz y a Patxi López. Él se encargó de los avales (y Koldo incluso los custodió y repartió urnas por Navarra). Por aquella época, en el local de Marqués de Urquijo, en Madrid, se citaban Calvo, Lastra, Paco Salazar, Cerdán y Juanma Serrano para elaborar la estrategia con la que llevar a Sánchez al timón del PSOE otra vez.
Cerdán decía ser un socialista de cuna, como su padre y su abuelo, que tuvieron el carné que tuvo que romper cuando entró a prisión. Y fue, en efecto, un «fontanero» con galones que le llevaron de paseo por Waterloo para marcar la historia de España sentándose con Carles Puigdemont en una foto que ha pasado a la historia. Cerdán ya ejerció como secretario de Organización del partido en Navarra entre 2011 y 2017. Aquella época fue dura, porque tuvo que tragarse el «no» de Ferraz a su intento de desbancar a Yolanda Barcina con una moción de censura que necesitaba los votos de Bildu para prosperar. El entonces secretario general del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, lo impidió. En ese momento, la izquierda abertzale era una línea roja total para el partido.
Su caída, nada más trascender el primer demoledor informe de la Guardia Civil, destapó voces que durante años estuvieron silenciadas por él. Lo cierto es que Cerdán maniobró contra al menos seis compañeras socialistas para desprestigiarlas, difundiendo bulos para dañar su reputación y poder apartarlas después de forma justificada.
Era un «modus operandi» habitual, según explican fuentes conocedoras de estas tretas. Por el momento, la única que lo ha denunciado públicamente es la exdiputada socialista Zaida Cantera. Según su relato, Cerdán difundió un bulo sobre ella que tuvo graves repercusiones personales y familiares con el objetivo de apartarla de la portavocía de Defensa en el Congreso.
Tras confrontarlo en dos ocasiones, fue excluida dentro del grupo parlamentario. Cantera acusa a Cerdán de haber controlado el aparato del PSOE de forma autoritaria y, también, de haber actuado con cobardía. Las fuentes consultadas señalan que Cerdán maltrató a estas compañeras.
Pero no todas sus víctimas políticas fueron mujeres. Otro de los que decidió responder a Cerdán es el alcalde de León, José Antonio Díez, quien le acusó de haber intentado manipular las primarias municipales de 2021-2022 con una operación –según su relato– para «engordar el censo» mediante la inscripción irregular de más de 200 militantes. Y todo con el único objetivo de derrocarle. El regidor leonés aseguró que la jugada fue orquestada desde Ferraz y que, pese a ello, logró el respaldo de la militancia, demostrando que «el aparato no siempre gana ni tiene razón». Ahora, en el PSOE andan nerviosos. Temen que Cerdán, desde su atalaya en Milagro, empiece a quitarse el rencor acumulado en la cárcel a base de cañonazos. Y eso que algunos en el Gobierno no le ven tan inteligente como para saber hacer el mal. «No tiene tanta cabeza para ser retorcido», dice una ministra.