Opinión

Puigdemont toma Bruselas

Que el señor prófugo decida en la capital de la UE es tremendamente doloroso pero a la vez simbólico

Carles Puigdemont en Bruselas
Carles Puigdemont en BruselasEP

No haré el chiste de lo que pienso cuando en mi cabeza aparece la palabra anómalo. Mi imaginación siempre ha campado a sus anchas en el vacío que le permite mi cerebro. Debe ser bastante, porque al cabo de un rato tiro de ella como si estuviera atada a una maroma para posarla en tierra firme. Con el señor que se escondió en un maletero me pasa lo mismo. Observo sus gestos y las declaraciones sobre el futuro de Cataluña; me quedo como lelo con esas propuestas victimistas y la imaginación se me marcha al desván de mi cabeza a darse chocazos contra la realidad. Debe ser causa de esta "anomalía" democrática que perpetuará a Pedro Sánchez en el gobierno tras pasarse por el forro el Estado de Derecho. Claro…

Puigdemont se sienta en Bruselas con su camarilla de Junts para ver qué hacen con el futuro de España y en nuestro país nos quedamos catatónicos, como mi neurona, sin ofrecer el más mínimo de resistencia. Como la rana cocida en agua calentita, nadamos embobados. Que el señor prófugo decida en la capital de la UE es tremendamente doloroso pero a la vez simbólico. En Bruselas desde hace años se configura bastante de lo que nos pasa cada día en nuestros hogares, es el corazón diplomático y de toma de decisiones internacional más relevante, es Europa! Con lo que una anomalía para nuestra democracia, un prófugo que debería penar cárcel tras ser juzgado, se planta en el ombligo de la UE para despachar con su tribu, como si fuera un jefe de Estado en el exilio, qué se pacta en Madrid.

Asombrosamente, la cuña de la amnistía la han colado tan, tan bien, que unos ministros se plieguen en París para linchar nuestra democracia nos parece solo, como he escuchado, una anomalía: una piedrecita en el zapato, una mota de polvo en los ojos, una rayadura en el mármol… Sabemos bien que se trata de una traición absoluta, tanta que ni en su propio partido entienden hasta dónde seguirá la ambición de Sánchez, aunque jueguen con el lenguaje para torearnos.