Congreso de los Diputados

Primer asalto de la legislatura

La sesión de ayer marca un estilo bronco en el Congreso con Podemos como líder de la oposición frente al PSOE.

El candidato a la investidura, Mariano Rajoy, durante la segunda sesión en el Congreso
El candidato a la investidura, Mariano Rajoy, durante la segunda sesión en el Congresolarazon

La sesión de ayer marca un estilo bronco en el Congreso con Podemos como líder de la oposición frente al PSOE. La principal amenaza para la gobernabilidad de Rajoy es el pulso por el control en una izquierda dividida.

El debate que ayer se vivió en el Congreso de los Diputados fue un ensayo de la nueva legislatura. El resultado de la votación estaba previsto de antemano, por lo que toda la atención quedó en el pulso de Podemos al PSOE por el liderazgo de la oposición; en el imposible «cara a cara» del portavoz socialista, Antonio Hernando, con el candidato del PP; o en los equilibrios del líder popular con los partidos que espera que hagan de «costaleros» en el objetivo de la estabilidad, Ciudadanos y PSOE, lo que Mariano Rajoy etiqueta insistentemente como los «partidos constitucionalistas». En ellos deja el peso de la gobernabilidad, aunque el PP también trabajará para contar con el aval del PNV.

El candidato del PP buscará la estabilidad bajo la amenaza de unas elecciones anticipadas. Empieza una etapa poco legislativa, en la que Rajoy se centrará más en la gestión. Y en la que no habrá apoyos estables, salvo el de Ciudadanos, «mientras dure», según precisaban ayer tarde en fuentes populares. Por tanto, los seis escaños que le faltan serán cambiantes, aunque en la cúpula popular trabajan con la hipótesis de «pelear» para que el PNV sea «un apoyo preferente», aunque no fijo.

Rajoy no tiene la mayoría, necesita más votos a favor que en contra para contar con un mínimo margen de acción, y el Senado le da un poco de oxígeno, pero tampoco mucho. Al tener el PP mayoría absoluta en esa Cámara, le puede servir para enmendar lo que salga del Congreso si le forman mayorías alternativas. Uno de sus principales objetivos es evitar que en el Congreso le hagan una política de «contrarreformas», es decir, que le deroguen los ejes, sobre todo los económicos, de la política que puso en marcha en su primer mandato. Y para ello tendrá que buscar la ayuda de Ciudadanos, bajo la advertencia de que tumbar sus reformas económicas tendrá graves consecuencias en la confianza de España en el exterior y en la recuperación y el empleo. Ante un PSOE desgarrado y una izquierda dividida y enfrascada en devorarse desde dentro, Rajoy aprovechó ayer sus turnos de réplica para reivindicar con más contundencia que en su discurso inicial su política y las principales reformas que marcaron su Legislatura de mayoría absoluta. De momento, sus dos primeras pruebas de fuego son el techo de gasto y los Presupuestos de 2017. El debate deja la imagen de un Gobierno sin oposición socialista, aunque habrá que ver cómo recompone este partido su «traje» una vez que pase el trago de la votación del sábado. De hecho, ayer Rajoy ni siquiera le discutió al portavoz del PSOE sus contradicciones permanentes en un discurso en el que cuanto más dura era su crítica a la gestión de Rajoy y a la figura del candidato del PP, más sentido perdía su obligada defensa de la abstención. Tan absurdo quedó el intercambio de golpes con el PSOE que Rajoy en vez de combatirlos respondió con aquello de «me parezco más a ustedes que a los partidos independentistas». La sesión también confirmó que empieza una etapa en la que Podemos va a jugárselo todo a intentar devorar al PSOE desde la izquierda más radical, que, no duda en utilizar toda la artillería de ataques verbales y golpes de efecto, como el de abandonar el Hemiciclo en bloque ante el comentario de Rafael Hernando de «ponerse a la venta de dictadores».

Esta presión hace más urgente para el principal partido de la oposición encontrarse pronto a sí mismo y fijar una posición firme. Iglesias lo redujo a una consigna muy clara: el problema no es ya que Rajoy sea presidente del Gobierno, sino que el PSOE lo haya permitido. Iglesias ocupó ayer el foco, mientras el PSOE quedaba en un segundo plano. También Rivera, ante un ensayo de sus dificultades para tener posición y un discurso político propio. En cuanto eche a andar el nuevo Gobierno, Rajoy abrirá un canal de diálogo permanente con el partido naranja, y lo mismo pretende hacer con la nueva dirección socialista. No sólo a nivel parlamentario. Y dentro de una estrategia en la que regateará la pelota para no aparecer él como responsable del bloqueo y la falta de pactos. Los fuegos artificiales de Iglesias, rozando el límite de lo tolerable, no ocultan que a ninguno de los principales adversarios de Rajoy le interesa que haya pronto elecciones. Y quizá porque lo sabe Rajoy pareció cómodo, hasta disfrutar del debate. La legislatura es difícil para él, «pero también para quienes están divididos, en algún caso sín líder, y no tienen margen para ponerse de acuerdo ni siquiera en un candidato alternativo a Rajoy. Si juegan a obstaculizarlo todo lo pagarán en las urnas». La tesis es de un estrecho colaborador del candidato. El PP quiere confiar en que el nuevo PSOE, que es la vuelta a la primera línea del que enterró Pedro Sánchez, no siga a Podemos al monte. «Y si no, a elecciones. Nosotros ya hemos dicho que no estamos en el “no”», añade el mismo interlocutor.