Opinión

Sánchez ni gana ni pierde

A la izquierda de la izquierda está la paella con cosas de Yolanda Díaz

El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, ayer en la sede nacional del partido en los momentos previos a su comparecencia ante los medios
El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, ayer en la sede nacional del partido en los momentos previos a su comparecencia ante los medios David JarLa Razón

Pedro Sánchez sigue empeñado en que las elecciones generales se lean en clave personalista. Personalista y heroica, casi épica: Sánchez contra el mal, Sánchez contra la ultraderecha, Sánchez contra el Dr. No, Sánchez contra todo lo que no es Sánchez, Sánchez contra Alberto Núñez Feijóo. Pero la realidad, tozuda, es que Sánchez ni cotiza. Aquí es Feijóo quien puede ganar o perder. Y, que suceda una cosa o la otra, no depende de un Sánchez, más Norma Desmond que nunca, que desciende emperifollado las escaleras de Moncloa, agarrado del brazo de Tezanos (en el papel del leal, hasta lo difícilmente justificable, Max von Mayerling) que le susurra «qué guapo eres, qué tipo tienes» a cada pasito titubeante de diva pretérita. Depende, más bien, de que no se deje arrastrar por las trampas de un PSOE desnortado que no sabe si va o viene, ni por qué hay un zumbado al volante.

Que las elecciones las ganará el Partido Popular parece claro. Todas las estimaciones de voto así lo indican. Excepto las de José Félix Von Mayerling, digo Tezanos, que me imagino, sin verlas siquiera, que dan como claro vencedor a Sánchez en las generales, pero también en el certamen de Miss Universo, en el concurso de paellas de la Politécnica y en el encuentro nacional sinfónico coral de la Junta de Andalucía.

Pero el resto, digo, apuntan a que el PP obtendrían entre 140 y 150 escaños (escaño arriba, escaño abajo) frente a los apenas 100, de llegar, del PSOE.

A la izquierda de la izquierda, la paella con cosas de Yolanda Díaz apenas llegaría a los treinta escaños, ni juntando bajo su cursi paraguas multilateralista, ecosostenible y biodegradable todas las siglas que se encuentra a su paso. A la derecha de la derecha, Vox le superaría, pasando de los cuarenta, pero perdiendo fuelle.

Eso significa que a Pedro Desmond se le mueve la silla debajo del trasero y que no hay, ni agitando el fantasma de una supuesta extrema derecha y una derecha extrema que son una amenazante ola reaccionaria (traduzco: gente normal ejerciendo su derecho al voto), quien lo salve. Por eso, de perder, perdería Feijóo solito. Por su mala cabeza. Porque a veces les da la flojera en lo de defender las ideas, se les pone cara de traumita, como si hubiesen cavado con sus propias manos cada fosa casi camboyana y aún llevaran tierra entre las uñas y tuviesen que pedir perdón ellos personalmente como culpables de facto por cada necesaria inhumación.

En esos momentos se me viene a la cabeza aquello tan generoso que recordaba Virgilio Zapatero de «no hacernos daño con el pasado» y miedo me da que, en aquel momento, la tan necesaria transición hubiese estado en estas manos.

Pero volvamos al presente. A Pedro Desmond, escala descendente, en ese último acto que él verá como heroico y, nosotros, como crepuscular. Porque si las elecciones, tanto de ganarlas como de perderlas, se encargará el Partido Popular solito, con sus cosillas, de la crisis de un Partido Socialista que no reconoce ni Alfonso Guerra se ha encargado, desde el principio, el presidente del Gobierno Pedro Sánchez.

Así que ahora se pueden los suyos lamentar pero no asombrar, porque el figura prometía. Por no maquillar, no ha maquillado ni las mentiras. Por eso es necesario que en el PP se sacudan los complejos y no compren ese argumento falaz de que es ilegítimo pactar con Vox (lo sostienen los que han pactado sin sonrojo con los separatistas y los herederos del terror, no lo olvidemos). Eso y que dejen de temer más a que les llamen fachas los que no les votan que a defender con firmeza las ideas de los que sí.