Política

75 cumpleaños de la Reina

Sangre de soberanos

Sangre de soberanos
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Lleva muchos años en España y su linaje es poco conocido por los españoles. No se ama lo que no se conoce y por eso, saber de dónde proviene Doña Sofía es muy conveniente y un acto de justicia con quien ha entregado los mejores años de su vida al servicio de España. Su discreción y «savoir-faire» le han mantenido en un plano más secundario que el que jugó su augusta madre, la reina Federica. En Doña Sofía, princesa de Grecia y Dinamarca, confluyen sangres de muchos soberanos. Cuando a su primo el príncipe Miguel de Grecia le piden que explique sus orígenes –así lo cuenta en sus «Mémoires insolites»– siempre responde: «Mi padre era griego, mi madre francesa, mi abuelo danés, mi abuela rusa y mi otra abuela medio española y todos ellos pertenecen a la familia real de su país». Algo similar se podría decir de Doña Sofía: su abuelo paterno era Constantino I y su abuela la reina Sofía, de quien toma su nombre, princesa de Prusia, hija de Federico III de Alemania; el materno era el príncipe Ernesto Augusto III de Hannover, duque de Brunswick, y su abuela Victoria Luisa de Prusia, hija de Guillermo II de Alemania. Entre sus ocho bisabuelos, además de los citados, encontramos a Jorge I, primer rey de los helenos de la dinastía Schleswig-Holstein-Sonderburg-Glücksburg, a su mujer la gran duquesa Olga Constantinovna de Rusia, a la emperatriz Victoria de Alemania, princesa real de la Gran Bretaña e Irlanda, esposa de Federico III e hija de la reina Victoria, a Thyra de Dinamarca, hija de Christian IX, y a la emperatriz Augusta Victoria de Alemania, princesa de Schleswig-Holstein-Sonderburg-Augustenburg.

Alguien escribió que Doña Sofía es una «profesional». Aunque no me gusta esa expresión aplicada a un soberano, haber nacido en las gradas del trono, aunque éste fuera el inestable trono heleno, imprime carácter y facilita desarrollar labores que desde la cuna se han visto realizar. Doña Sofía es hija de Pablo I y de la citada reina Federica. La dinastía paterna de nuestra reina llegó a Atenas cuando el príncipe Guillermo de Dinamarca, tras la caída del anterior monarca, Otón I, un Wittelsbach de la Casa Real de Baviera, fue elegido Rey en 1863 por la Asamblea Nacional de Grecia con apoyo británico, francés y ruso, con el nombre de Jorge I. Su largo reinado acabó con su asesinato en 1913 mediante un disparo por la espalda. Desde entonces los reyes griegos han sufrido convulsos reinados, plagados de golpes, destronamientos, confiscaciones y exilios, de trágicas o tempranas muertes. Constantino I, exiliado en 1917, retornó en 1920 partiendo de nuevo al destierro dos años más tarde para morir en 1923 en Palermo. Entre 1917 y 1920 reinó su hermano Alejandro I fallecido a causa de la mordedura de un mono. Los reinados de Jorge II se asemejan al Guadiana, entre inestabilidades políticas y colapsos económicos. Se cuenta que a causa de sus muchos exilios dijo que la mejor herramienta para un Rey de Grecia es una maleta: reinó de 1922 a 1924, de 1935 a 1941, y de 1946 a 1947, cuando tras su muerte le sucedió su hermano Pablo I, padre de Doña Sofía y del último rey, Constantino II, a quien se puede ver de vez en cuando paseando por las calles de su antigua capital, tras un prolongado exilio en Londres.

Este año he vivido tres meses en Atenas. Allí visité las dos catedrales, la metropolitana ortodoxa y la católica de San Dionisio Areopagita, donde Doña Sofía se casó en 1962. Cuando pregunté al Ministro Elías Eliadis, segundo jefe de protocolo del Ministerio griego de Asuntos Exteriores, qué recuerdo se guarda allí de ella, su respuesta fue que excelente. Su residencia de Tatoi está prácticamente abandonada, el palacio real convertido en Parlamento, y museos como el Nacional de Historia o el de la Guerra sólo guardan algunos retratos, bustos y objetos de sus antiguos reyes, del algo más de un siglo, que allí reinaron con afán de hacer las cosas bien en su levantisco y castigado país.

*Doctor en Historia