Opinión
El show de Vox: de Tamames a Jimena
Ciudadanos, como Vox ahora, ya se abonó a la política espectáculo: es más espectacular y te obliga a trabajar menos
Cuando uno está en política debería preguntarse para qué sirve su labor. No significa esto dejarse atrapar por la tentación de convertirse en ese monumento andante a la egolatría que es Pedro Sánchez, entornar mucho los ojos y fingir trascendencia: «Espejito, espejito, ¿cómo pasaré a la historia?». No. Tiene más que ver con la fiscalización de la gestión cuando uno está en el poder, o con la vigilancia al gobierno y el diseño de propuestas y acuerdos si se está en la oposición. ¿En qué aspectos concretos he mejorado la vida de los ciudadanos? Con Vox solo hay dos opciones: o hace mucho que sus líderes no se hacen esta pregunta o no hay nadie a los mandos. Da igual dónde. De la arena local a la nacional.
La pasada semana, el portavoz de los de Abascal en una junta de distrito de la capital, en Chamberí, aprovechó el pleno para hacerse famoso. Interpeló a la portavoz trans de Más Madrid con su nombre anterior al proceso de transición de género. «Don Jaime», le espetó a Jimena. Lleva cuatro años compartiendo con ella el pleno, mes tras mes, y ha vivido de cerca su cambio, pero eso importa poco cuando de lo que se trata es de echarse unas risotadas, olvidar que estás en el espacio de representación de 137.000 vecinos e imaginarse en la barra de un bar. Generó ruido y confrontación, ¿pero mejoró algo la vida de los vecinos de Chamberí?
En el Congreso, asistiremos mañana a una moción de censura que fortalecerá al presuntamente censurado. La «maniobra Tamames» dará aire a Sánchez en uno de sus momentos más delicados y al inicio del ciclo electoral. Fuegos de artificio que no cambiarán el día a día de los españoles. La nada.
Este camino lo recorrió ya Ciudadanos. Se puso de perfil en Cataluña cuando renunció a liderar una alternativa al golpismo xenófobo. Y rehuyó su responsabilidad para evitar que Podemos entrara en el Gobierno. Rivera y Arrimadas, como ahora Vox, eligieron la política del «show», que siempre es más espectacular y, sobre todo, te obliga a trabajar menos.
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