Opinión

Tanto monta, monta tanto, Irene como Pedro

Sánchez y Montero, los dos, son responsables del chusco estropicio de la ley del "solo sí es sí"

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez y la ministra de Igualdad, Irene Montero durante la sesión de control al gobierno en el Congreso de los Diputados
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la ministra de Igualdad, Irene Montero, en el CongresoAlberto R. RoldánLa Razón

Legislar a golpe de tics ideológicos es tan necio como decidir morir a pellizcos. Trituras el interés general para convertirlo en mero capricho partidista, y luego, claro, vienen los dolores continuos. Véase el dramático fanatismo del «solo sí es sí», con al menos 74 excarcelaciones y 724 abusadores, agresores sexuales y pederastas a quienes se ha rebajado la pena, según los datos del CGPJ. Esta es la brutal realidad, por más cortinas de humo que lance ahora Pedro Sánchez anunciando que impondrá por ley la paridad en las grandes empresas y en futuros gobiernos. Un brindis al sol que no tiene ni tiempo de aprobar en lo que resta de legislatura.

La ley del «solo sí es sí» se ha convertido en un bumerán jurídico que ha generado un clamor entre los españoles. El presidente e Irene Montero solo decidieron moverse tras comprobar que la alarma social nublaba sus intereses electorales. Sánchez no ordenó hasta el 6 de febrero acelerar el paso para reformar la norma, en vigor desde octubre. Y en realidad lo hizo buscando apartarse de los focos de la irritación general y situar las culpas del estropicio en Unidas Podemos.

Desde entonces, llevamos semanas asistiendo atónitos a un culebrón de tiras y aflojas entre socios gubernamentales, con la pata morada negándose a la tramitación exprés en el Congreso. En un nuevo ejercicio de tacticismo partidista, cada cual ha buscado escribir el relato para minimizar los daños en su parroquia. Y en esas seguimos, porque los morados, ERC y Bildu han dilatado hasta este martes la toma en consideración de los cambios en la ley.

Pero que nadie se llame a engaño: Sánchez pudo tirar de la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, para que convocase un pleno extraordinario, y sin embargo prefirió lavarse las manos y transitar por esta otra vía. ¿Por qué? Porque los estrategas de Moncloa quieren dejar en evidencia a las huestes podemitas si rechazan la toma en consideración. «Si votan en contra, con lo que hemos aguantado, quedarán señalados», deslizan desde el núcleo duro presidencial. Por su parte, el socio minoritario considera que si los socialistas se apoyan en PP y Vox para volver al «Código de la Manada» obtendrán un triunfo narrativo en vísperas del 8-M. Vivimos un juego partidario, cargado de egos, en el que nada importa la desprotección de mujeres y niños.

En su pugna por apropiarse de la bandera feminista, PSOE y Podemos han buscado obscenamente que se vean sus diferencias. Así se demostró en sus respectivos pistoletazos de salida a esta semana de la mujer, con sendos actos el sábado en Madrid. Pedro Sánchez exhibió músculo junto a José Luis Rodríguez Zapatero. Enfrente, Irene Montero y Ione Belarra intentaron marcar perfil acompañadas por la polémica cúpula del Ministerio de Igualdad. Repito: unos y otros han dado la espalda a los colectivos vulnerables ante determinados delitos sexuales. Pero aquí no se trataba de derechos y necesidades de las personas, sino de votos.

Hace ya tiempo que la coalición, en la práctica, está disuelta. La legislatura aparece finiquitada. Los choques de los socios son forzosos. Montero nunca ha estado dispuesta a reconocer fallos en su ley y sigue sosteniendo que el problema está en su aplicación por jueces machistas. Mientras tanto, Sánchez mira para otro lado, sin admitir que ni siquiera quiso tomar en consideración las alertas que hacían sonar distintos dictámenes llegados a la mesa del Consejo de Ministros. Al revés. El presidente permitió a la titular de Igualdad imponerse al criterio del entonces responsable de Justicia, Juan Carlos Campo, y de quien fuese vicepresidenta primera, Carmen Calvo. Le importaba más que cualquier cosa tener amarrados los votos de quienes le permitían seguir en Moncloa. Pero no se olvide, estamos ante el «tanto monta, monta tanto». Con o sin acuerdo «in extremis» para la reforma del «solo sí es sí», Sánchez y Montero, los dos, son responsables del chusco estropicio.