Opinión
Tranquila, María Jesús
La vicepresidenta sentirá mucho arrepentimiento cuando recuerde aquel ataque de nervios que sufrió en la puerta de Ferraz
Sánchez está dispuesto a seguir en el Gobierno sin gobernar, es decir, sin presupuestos. Como la tarea de gestión es bastante fatigosa, la decisión le ha liberado de preocupaciones. Ya no se inmuta ante las amenazas de Puigdemont desde Waterloo cuando se hace el remolón para cumplir sus acuerdos, sabe que se calmarán si les regala un trocito más de presupuesto.
Los independentistas quieren irse de España y detestan al Estado, pero colocan a sus amiguetes en Enagás, en Aena o en la CNMV y Sánchez les da todos los sillones y privilegios que pidan porque ese es el precio por pasearse ufano por el Parlamento Europeo creyéndose el gran líder socialdemócrata.
El resto del redil nacionalista está muy tranquilo en esta situación que se asemeja a un equilibrio de Nash en el que cualquier movimiento de los jugadores les empeorará.
El mayor jaleo lo tienen los socios del Ejecutivo. Yolanda Díaz iba a ser presidenta del Gobierno, al menos eso aseguraba el que fue, en otro tiempo, todopoderoso consejero áulico de Sánchez y que acabó defenestrado. Pero todo quedó en agua de borrajas, se dedica a dirigir jugaditas orgánicas desde el politburó de Sumar, organización que tiene más dirigentes y cargos institucionales que militantes. De vez en cuando, desempolva el megáfono que guarda en el último cajón de su mesa ministerial y lanza alguna proclama, engolada de simulada revolución, ahora toca contra el aumento de los gastos en defensa. En realidad es una nostálgica de la UR SS, negacionista de su desaparición, que se resiste a aceptar el refuerzo de gastos militares, cosa con la que está de acuerdo hasta la extrema izquierda de los países escandinavos.
A Sánchez no le preocupa el espectáculo entre Podemos y Díaz ni tampoco la inminente desaparición de Sumar. Sabe que no va a contar con mayoría para aprobar prácticamente nada, pero que tendrá el apoyo de todo este ejército de Pancho Villa, que ha descubierto que los despachos con moqueta y con letreros que anuncian cargos ministeriales en la puerta son bastante cómodos.
Sánchez no gobierna, pero manda mucho, si no que se lo digan a Montero, obligada a dejar su despacho de vicepresidenta para someterse al matadero en que se ha convertido hoy para el PSOE Andalucía.
Seguramente, sentirá mucho arrepentimiento cuando recuerde aquel ataque de nervios eufóricos que sufrió en la puerta de Ferraz, cuando Sánchez hizo creer a todo el país que se estaba pensando dejar la política. Tranquila María Jesús, ya pasó.