Análisis
La profunda tristeza del presidente Pedro Sánchez
Un estudio de dos expertos en comunicación no verbal concluye que el día del adelanto electoral Sánchez exhibió por primera vez un «abatimiento dramático» en su rostro
El 29 de mayo, un día después de las elecciones autonómicas y municipales, el presidente del Gobierno compareció a las puertas de La Moncloa. Vestía camisa blanca, corbata jaspeada y traje azul. Nada fuera de lo habitual, al menos en apariencia. Con gesto grave, anunció el adelanto de los comicios generales para el 23 de julio y asumió el descalabro socialista de la víspera. El tono, funesto, fue acorde a lo grave del asunto, aunque su expresión facial escondía una novedad: Pedro Sánchez estaba profundamente triste.
Esta fue la principal conclusión de Javier Torregrosa, profesor del Máster de Comunicación no verbal Científica de la Fundación Empresa Universidad de Alicante, después de analizar el rostro del líder socialista en otros momentos complicados de su trayectoria y compararlos con el anuncio de marras. «En otras intervenciones de Sánchez también difíciles, como cuando entregó su acta de diputado en 2016 o fue expulsado de la dirección del partido, la emoción de su cara no evidenciaba ningún rasgo de tristeza. La posición de sus cejas, siempre hacia arriba, así lo indicaba. En cambio, el día que anunció el adelanto de las elecciones generales, los extremos aparecían caídos». En su opinión, este elemento diferenciados lo cambia todo. «Cuando alguien está deprimido, esa zona de la cara en cuestión desciende y la parte interna del entrecejo sube hacia arriba». Este triángulo invertido denotaría un abatimiento acusado que transforma su expresión y que, según este experto en comunicación no verbal, «es sangrante, posiblemente se convierta en algo crónico».
El estudio, realizado por Torregrosa junto a su colega Javier Caravaca, se basa en la teoría de las emociones de Paul Ekman. En su libro «El rostro de las emociones», este psicólogo estadounidense propone una forma de entender lo que está sintiendo alguien según una serie de microexpresiones que pueden pasar inadvertidas al ojo no entrenado. Según él, la ira, el asco, la tristeza, el miedo y la alegría son universales e independientes de la época o la cultura en la que viva la persona analizada.
En conversación telefónica con este periódico, Torregrosa asegura que este «triángulo de la tristeza» que ha aflorado en el rostro del presidente del Gobierno «aparece cuando se produce una serie de vivencias muy fuertes e intensas, nada sutiles». Es un cambio total de paradigma.
¿Es posible que se trate de una estrategia de Sánchez para aparentar candidez? «El hecho de que le haya cambiado por completo el gesto no implica que pueda haber otros elementos que lo hayan podido provocar, como que le haya ocurrido algo en el ámbito familiar, aunque imagino que, de ser así, habría trascendido. Nosotros lo achacamos a la emotividad producida por el fracaso electoral de su partido». La conclusión, por tanto, no deja lugar a dudas: «El gesto del presidente indica que está reventado, hecho polvo, depresivo. Cuando lo vi aparecer en televisión me pareció dramático. Cogí a mi compañero y echamos para atrás quince años en su trayectoria política. No encontramos ninguna foto, ningún vídeo o imagen que denotara ese nivel de tristeza. Tan profunda».
Más allá del «bajón» por el pésimo resultado obtenido el 28 de mayo en las urnas, lo cierto es que el aspecto físico de Pedro Sánchez se ha visto muy alterado desde que se convirtiera en jefe del Gobierno el 1 de junio de 2018 tras el éxito de la moción de censura a Mariano Rajoy. A sus 51 años cumplidos el pasado mes de febrero, su pelo se ha visto visiblemente encanecido y su rictus se ha agravado. Más allá de su gestión política, lo cierto es que los desafíos que se le han planteado, primero la pandemia por la Covid-19 y después la guerra en Ucrania, han sido mayúsculos.
Sánchez no es el único político al que el poder ha avejentado. Basta comparar fotografías del ex presidente de Estados Unidos Barack Obama cuando se mudó a la Casa Blanca con la imagen del día que la abandonó ocho años después para confirmar que el peso de la corona pasa factura. Pero, ¿qué dice la ciencia? ¿Que el poder desgasta es una creencia popular o tiene una base científica? Según un estudio realizado en 2015 por la Facultad de Medicina de Harvard, ponerse al frente de una nación puede restar hasta tres años de vida. La prestigiosa universidad extrajo esta conclusión del análisis de las elecciones en 17 países desde 1722 hasta 2015. En cambio, la derrota electoral podría otorgar la alegría de disfrutar de una vida más longeva. El mismo documento, publicado en una revista científica británica, asegura que durante el mandato en el poder el presidente de turno envejece el doble que un americano de renta media. La muestra del estudio de Harvard comparó la esperanza de vida de 279 personas elegidas para el cargo con el destino de 261 candidatos que no lograron la ansiada victoria electoral.
Otro estudio de la misma universidad publicado en la revista «Nature» trató asimismo de encontrar una relación entre el estrés y las canas que explicaría cómo se tiñe de blanco el pelo de los presidentes, tal y como le ha ocurrido a Sánchez desde 2018. Los científicos sometieron a un grupo de ratones a estrés y observaron cómo cambiaba su pelaje. El estudio concluye que como respuesta al estrés continuado el sistema nervioso simpático interrumpe el proceso por el cuál el pelo del cuerpo adquiere color. Sin embargo, otros expertos aducen que la explicación de que los jefes de Gobierno tengan más canas es, simplemente, que están en la edad. Es decir, que ningún chaval veinteañero llega a dirigir un país, una tarea más adecuada para alguien que ronda el medio siglo de vida. Sea como fuere, todos los sondeos de intención de voto apuntan a que el líder del PSOE podrá tomarse unas largas vacaciones a partir del 23 de julio. Quién sabe, quizá sea el momento de ponerse en forma y rejuvenecer. Y, si no, ahí tiene el caso de Aznar.
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