Cataluña

El Macron catalán tira la toalla

Santi Vila era un hombre muy cercano a Puigdemont, pero la proclamación de independencia rompió su amistad. Su ofrecimiento a liderar un nuevo PDeCAT ha sido un fracaso y la idea de un nuevo partido parece descartada

Santi Vila salió de la cárcel de Estremera tras pagar la fianza de 50.000 euros impuesta por la jueza Lamela
Santi Vila salió de la cárcel de Estremera tras pagar la fianza de 50.000 euros impuesta por la jueza Lamelalarazon

Santi Vila era un hombre muy cercano a Puigdemont, pero la proclamación de independencia rompió su amistad. Su ofrecimiento a liderar un nuevo PDeCAT ha sido un fracaso y la idea de un nuevo partido parece descartada.

Santi Vila (Granollers, 1973) es historiador e hizo su tesis sobre Felix Sardà Salveny, un sacerdote integrista católico que cuando publicó «El liberalismo es pecado» suscitó la agresividad en su contra de los masones, espiritistas, protestantes, anarquistas, naturalistas y, evidentemente, los liberales. A Vila le pasó algo así este pasado martes. Salió a dar la cara tras su dimisión el día antes de la proclamación de la efímera República Catalana. Y dijo lo que pensaba. Que no se podía declarar unilateralmente la independencia, sobre todo, si en la sociedad había un empate. Que no había construido estructuras de Estado en su conselleria y que no se podía declarar la independencia fuera de la legalidad. «Independencia sí, pero ajustada a derecho», afirmó. Y se abrió la caja de los truenos.

Como a Felix Sardà le saltaron a la yugular todos, seguramente muchos más que al sacerdote, los que en el PDeCAT tenían alguna deuda pendiente. Incluso, los que no veían con malos ojos su candidatura renegaron de Vila, el nuevo «botifler» del independentismo. El Consell Nacional de su partido le quemó en la hoguera el pasado viernes. Las intervenciones no fueron precisamente suaves. Su candidatura en el PDeCAT, como la República, ha sido efímera. Su búsqueda fuera del partido, creando una plataforma al estilo de Enmanuel Macron, está «descartadísimo», según apuntan fuentes cercanas al ex conseller de Territorio, primero, luego de Cultura y más tarde de Empresa.

Santi Vila es un político avezado. Empezó en Figueras militando en ERC, llegando a ser el presidente local en 1995. Cuatro años después ingresó en las filas de Convergència Democràtica, alcanzando la alcaldía de su ciudad adoptiva en 2007. Revalidó su cargo en 2011, hasta que lo abandonó un año después cuando fue nombrado conseller de Territorio. Desde su despacho, en la Avenida Josep Tarradellas, hizo muchas migas con su homóloga en Madrid, la ministra de Fomento Ana Pastor.

Vila es un hombre muy cercano a Puigdemont. Al menos lo era. De hecho, ambos políticos son amigos y colaboraban estrechamente desde la alcaldía de Figueras y la de Gerona. Presentó su dimisión el día 19. Ese día, Puigdemont le comunicó que pensaba firmar un decreto declarando la independencia, porque en el Parlament había muchos problemas. Vila se plantó. Llevaba mucho tiempo clamando contra el error del camino emprendido por el «procés», y su paciencia se había agotado. Puigdemont, ante la postura de Vila, apoyado por Mundó y Borràs, dio marcha atrás. Se inició una semana de locos y Vila, fiel a sus postulados, intentó mediar con Moncloa. Fracasó. Sin embargo, durante esos días se dio cuenta de que en su partido había muchas dudas y quiso liderarlas. También fracasó. Sus postulados cayeron en saco roto por la presión de una militancia que no perdona a ningún Judas y por el menosprecio de sus rivales en el partido, que han aprovechado la ocasión para apuntillarlo.

Salió de la cárcel de Estremera muy tocado. Pagó 50.000 euros de fianza y pudo salir, pero «no podía dejar de pensar en sus compañeros que se quedaban, y vete a saber por cuánto tiempo», cuenta un amigo personal. Durmió con un preso de confianza. Oriol Junqueras compartió celda con Carles Mundó, Jordi Turull con Josep Rull y Raúl Romeva con Joaquím Forn. Estos acontecimientos le han dado la puntilla. Se ha quedado en Madrid para descansar y para pensar. En su partido nadie le quiere y la aventura de una plataforma se antoja imposible. Por un lado, el tiempo le apremia y necesita presentarla casi inmediatamente. Por otro, siente que el martes, el día que proclamó su candidatura, se equivocó. Rompió amarras con el pasado más inmediato, con Puigdemont incluido, no contemplando la posibilidad de quedarse solo. El partido no estaba preparado y las circunstancias no le acompañaron. Para muestra un botón. Sus compañeros a las puertas de la Audiencia aplaudieron a todos. A él lo ignoraron. Cuando hizo el paseíllo no recibió ni una palabra de aliento. Rechazado en el PDeCAT, donde nunca tuvo una familia política que le diera soporte, buscó fuera del partido apoyos. Entre sus llamadas, hizo una a la plataforma del también ex conseller de Trabajo, Antoni Fernández Teixidó. No fue bien recibido porque «Lliures no es independentista y, además, Vila saltó del barco en el último momento», comentan a LA RAZÓN.

Se ha quedado en Madrid para tomar aire. Junto a su pareja, Javi. No están de acuerdo en nada si hablan de la independencia. Javi, aragonés de nacimiento, le había presionado para que dejara la política y el partido. Sus visiones sobre el procés les separan, como a muchas parejas en Cataluña. No son los únicos, aunque llueve sobre mojado. Cuando Santi dirigía Cultura, el altercado con Aragón hizo chispas en casa. De Sijena ni se hablaba. Era mejor para la convivencia.

Vila volverá a Barcelona mañana. Tiene que tomar una decisión y su círculo más próximo se la desaconseja. En el PDeCAT tiene poco que hacer. Su «plataforma Macron» tiene todos los números para ser nonata. Todo apunta a que dejará la primera línea, al menos una temporada. Javi se lo agradecerá.