Análisis

El voto gallego o cómo huir de los sobresaltos en tiempos de crispación política

Los expertos consultados por LA RAZÓN apuestan por la victoria del PP, pero advierten de los riesgos de haber nacionalizado la campaña

Cada comunidad tiene su seña de identidad.Galicia, más allá de una lengua propia, en el ámbito político se define por el continuismo, un menor dinamismo en las urnas y menores cambios de tendencia. Según la evolución del voto gallego, desde 1981 hasta 2020, el azul intenso ha definido el tablero de la política autonómica. En los últimos 43 años ha variado muy poco el esquema político, ya que de las 12 elecciones autonómicas celebradas desde la democracia, los populares han cosechado hasta doce mayorías absolutas, y excepto en dos legislaturas, han liderado la Xunta. De hecho, ya es una tradición gallega plantear los comicios bajo la incertidumbre de si los populares obtendrán o no mayoría absoluta. LA RAZÓN analiza con varios politólogos estos comicios, que se celebran después de que en 2023 la Fundéu escogiese «polarización» como palabra del año. No en vano, cada cita electoral, sea la que sea, se convierte en una pelea nacional en la que los partidos trasladan ideológicas al cualquier rincón del país.

Pedro Marfil, experto en comunicación política y director del Departamento de Periodismo en la Universidad Camilo José Cela (UCJC), es rotundo en su análisis y recurre al símil del agua y aceite para su reflexión: «Mientras algunas comunidades han sido como el agua y se han movido con mucho dinamismo, en el caso de Galicia, es más como el aceite, se mueven con más tranquilidad y lentitud». El profesor pone como ejemplo el batacazo de Podemos y Vox en la comunidad. «En las últimas elecciones, cuando los de Abascal estaban en un punto muy fuerte, ni siquiera entró. Algo similar ocurrió con Podemos, en la que fue su primera cita con las urnas tras su llegada a Moncloa, los morados se quedaron fuera del Parlamento».

Para Mafil hay dos singularidades en el tipo de voto que explican este continuismo. Por un lado, el peso del voto rural y, por otro lado, el del voto exterior, que en su opinión, «es algo que tanto Fraga como Feijóo entendieron muy bien». Y añade, «ahora vamos a ver si el PP de Rueda lo sigue entendiendo tan bien como entonces». Explica que el voto rural es «tradicionalmente más conservador» y es, por lo tanto, uno de los pilares que hace que estas dinámicas o tendencias de cambio en la comunidad gallega «sean más pausadas, al ser un público, normalmente mayor». En Galicia, el voto rural supera el 30%. 257 de los 320 municipios gallegos tienen menos de 10.000 habitantes, y han sido esenciales para las mayorías absolutas del PP, que en las dos últimas autonómicas ha ganado en más del 90% de esos pequeños núcleos. «Es un voto menos volátil y con una tendencia muy clara de voto», asegura Pedro Marfil.

De la misma opinión es el profesor de Derecho Constitucional de la Universidad San Pablo CEU, Rafael Murillo, quien destaca que los gallegos «frente a otras comunidades» vota más a la estructura del partido» y añade que, «al gallego no le gusta mucho cambiar la situación». En su opinión, «prefiere lo malo conocido que lo buenísimo por conocer».

El otro granero de voto popular, el Exterior responde, según el experto, a «un voto emocional». En este sentido, cabe destacar que los cerca de 500.000 votos de las personas que votan desde el extranjero –el 18% del censo– se contabilizarán a partir del 26 de febrero y podrían hacer que cambien algunos escaños en juego, como ya ha pasado en otras ocasiones. En 2009 el PP de Feijóo perdió uno por Ourense, de 39 a 38 escaños, aunque siguió manteniendo la mayoría absoluta. En las últimas elecciones de 2020, el PP ganó un escaño al PSOE en Pontevedra y le sirvió para volver a afianzar su mayoría con 42 escaños. Sin embargo, en 2005, el voto extranjero le arrebató la mayoría absoluta al PP de Fraga. No obstante, en estas elecciones el desembarco del «efecto Milei» –que ha pedido el voto para Santiago Abascal– podría tener alguna consecuencia para el recuento final.

Al igual que en el resto de las elecciones autonómicas, una de las características de las gallegas está siendo la nacionalización de los comicios. Manuel Mostaza, Director de Asuntos Públicos de Atrevia, advierte de los «peligros» de plantearlas bajo este prisma. «La experiencia dice que nacionalizar una campaña suele ser un error», asevera. Añade que a los votantes les interesas las propuestas relacionadas con la sanidad, el empleo o las inversiones de su comunidad. En este sentido, quizá, quien mejor está amortizando esa parcela es la candidata del Bloque Nacioanlista Galego (BNG), Ana Pontón, en parte, porque su formación carece de una estructura estatal. «La nacionalista está apelando al voto útil, ya que los socialistas gallegos están lejos de conseguir la segunda plaza», explica Mostaza. Sin embargo, los expertos consultados para este análisis inciden en que la lucense ha evitado explicar en detalle los aspectos más controvertidos de su programa relacionados con la inmersión lingüística, la supresión de la Policía y Guardia Civil o la apuesta por un sistema de Justicia autonómico.

En otro orden de cosas, desde el inicio tanto Génova como Ferraz han coincidido en la misma estrategia electoral de querer nacionalizar la campaña. Absolutamente todos sus líderes y dirigentes han desplegando su agenda de asuntos nacionales y amplificando sus discursos de Madrid. Así, mientras los populares han buscado capitalizar el malestar social tras los acuerdos de investidura de Pedro Sánchez con los independentistas, los socialistas apuestan por la movilización frente al miedo a la derecha, siguiendo el esquema del 23-J.

Javier Martín Merchán, politólogo y profesor de la Universidad Pontificia Comillas pone el acento en que « Feijóo ha estado excesivamente involucrado en la campaña, incluso a la vista de algunos de los barones». Aún así insiste en que los populares gallegos «jamás» caerán por debajo del 35 o 30 por ciento del voto en los pequeños municipios. Es, por ello que la clave para que el PP no pierda la Xunta está en el 15 por ciento del electorado menos politizado.

La mirada, en este sentido, está puesta en el voto de los 80.000 jóvenes que se estrenan en estos comicios y que pueden ser decisivos. A ellos, precisamente, se ha dirigido la nacionalista Pontón, quien ha intensificado su campaña en las redes sociales, especialmente, Tik ToK para llegar a este público, que según los expertos consultados por LA RAZON, se mueve en función de promesas concretas y de muy corto plazo.

La ley electoral gallega de 1985 fijó en 75 el actual número de escaños del Parlamento, estableciendo una representación de diez diputados para cada una de las cuatro provincias. Los otros 35 se adjudican según la proporción de población. La mayoría del PP depende de varios factores. En Orense está amenaza por el «outsider» Democracia Ourensana. «Le puede hacer daño al PP», advierte Mostaza. Por otro lado, en Pontevedra es donde los de Marta Lois podrían conseguir ese ansiado escaño tras una campaña descafeinada.

Es, por tanto en Lugo y La Coruña donde las cuentas se complican para que el PP revalide su mayoría absoluta. En la primera, el BNG podría rascarle un escaño al PP y, en la segunda, podría hacerlo Sumar.

Nadie duda de que el PP volverá a ganar las elecciones, la clave al igual que en las generales, está en lograr una mayoría para evitar que una macedonia de siglas gobierne durante los próximos cuatro años Galicia.