Familia

La gestión emocional de los niños, ¿cómo puedo ayudar?

Acompañar a nuestros hijos durante el proceso de gestión emocional es algo que debemos tener muy presente en la educación.

Es clave para un desarrollo sano y para que los niños tengan herramientas con las que solucionar conflictos en el futuro. ¿Te has parado a pensar alguna vez que tu hijo tiene derecho a enfadarse o a sentirse triste y además frustrarse por ello? Otra cosa es como gestione ese sentimiento. La gran labor que tenemos los padres es acompañarles en su gestión emocional, ayudarles a encontrar como tolerar y canalizar las emociones.
Es clave para un desarrollo sano y para que los niños tengan herramientas con las que solucionar conflictos en el futuro. ¿Te has parado a pensar alguna vez que tu hijo tiene derecho a enfadarse o a sentirse triste y además frustrarse por ello? Otra cosa es como gestione ese sentimiento. La gran labor que tenemos los padres es acompañarles en su gestión emocional, ayudarles a encontrar como tolerar y canalizar las emociones.PIXABAY

Acompañar a nuestros hijos durante el proceso de gestión emocional es algo que debemos tener muy presente en la educación. Es clave para un desarrollo sano y para que los niños tengan herramientas con las que solucionar conflictos en el futuro. ¿Te has parado a pensar alguna vez que tu hijo tiene derecho a enfadarse o a sentirse triste y además frustrarse por ello? Otra cosa es como gestione ese sentimiento. La gran labor que tenemos los padres es acompañarles en su gestión emocional, ayudarles a encontrar como tolerar y canalizar las emociones.

La urgencia con la que vivimos es una de las mayores trampas que existe en la educación. No damos tiempo a que los niños experimenten las emociones porque no tenemos tiempo para acompañarles en ellas. ¿Alguna vez hemos pensado sobre lo difícil que es "aprender a vivir"? Nos formamos para todo pero en demasiadas ocasiones coartamos las mejores enseñanzas, cohibimos el sentir y el dejar tiempo para acomodar aquello que estamos sintiendo.

No hay duda de que es difícil, se necesita tiempo y paciencia para acompañar en la gestión emocional. Igual que escuchamos cuando un amigo o familiar nos cuenta un problema, ¿por qué no lo hacemos con la infancia? Parece que los problemas de los niños son menores pero para ellos son SUS problemas, es SU mundo y en ese momento no hay nada más importante. Si queremos que los niños desarrollen una buena gestión emocional debemos comenzar a acompañarles en ella desde que son pequeños. Las prisas no son buenas consejeras, aprender a vivir lleva mucho tiempo y es algo que se nos olvida.

¿Por qué los niños necesitan ayuda en la gestión emocional?

En primer lugar porque los más pequeños no tienen desarrollada la precorteza cerebral, que es la parte racional del cerebro y por eso no pueden regular las emociones. No quieren echarnos un pulso, no lo hacen para molestarnos, no nos están retando... No es hasta los 25-30 años cuando la parte racional del cerebro madura, por lo que los niños no son capaces de autoregularse y necesitan la ayuda de un adulto. Es tan sencillo como que el cerebro de un niño funciona de una manera diferente al de los adultos.

En segundo lugar, porque lo que tu ves como un problema (el comportamiento del niño) tu hijo cree que ha encontrado una solución para conseguir conectar contigo. Los niños necesitan tener una conexión con el adulto, es su referente y es quien le da seguridad y van a buscarla de cualquier manera. Su cerebro busca formas de que el adulto este presente y utiliza todo aquello que le funciona. Los niños no sólo necesitan tiempo de calidad sino también cantidad, y además saber que ese tiempo es para ellos de verdad. Es importante que nos metamos en el mundo de nuestros hijos, que lo compartamos con ellos y que nos interesemos por ello.

Por otro lado, debemos entender que un niño, antes de los 3 o 4 años, no es capaz de focalizar su atención en donde ellos quieren. Lógicamente, mucho menos en lo que nosotros queramos. Esto se debe a la inmadurez de su cerebro y los adultos debemos tener en cuenta esto cuando queramos que nuestros hijos presten atención en algo.

La memoria emocional es una de las más potentes que tenemos, se aprende de una manera muy rápida y es muy difícil de que se olvide. Durante el primer año de vida es el momento donde más conexiones neuronales se desarrollan y hasta los 18 meses se asientan los cimientos de la afectividad. En la primera infancia es donde se crean las bases de muchas de las actuaciones que posteriormente tendremos de adultos.

¿Cómo podemos ayudar en las gestión emocional?

Los niños tienen una gran habilidad para la percepción y por eso es fundamental que modelemos en nosotros aquello que queramos que aprendan nuestros hijos. Como gestionemos nosotros las emociones y como interaccionemos con ellos en momentos de, por ejemplo, enfado, será de gran importancia en como nuestros hijos se comporten ante la misma emoción. Antes de actuar cuando nuestra parte racional no este presente y dejarnos llevar por una emoción es preferible que nos retiremos y nos tomemos un segundo para tranquilizarnos.

Somos humanos y en muchas ocasiones nuestra parte racional se bloquea. Parar y respirar en esos momentos no es perder el tiempo, es utilizarlo en llevar acabo una buena gestión emocional. Si nuestros hijos ven como no nos dejamos llevar por nuestras emociones y antes de hablar o tomar una decisión dedicamos tiempo a calmarnos estarán aprendiendo la importancia que tiene, por ejemplo, el autocontrol.

No etiquetar a los niños. Es fundamental que aprendamos a no calificar las actuaciones de nuestros hijos porque no les hace ningún bien. Ninguna etiqueta es educativa sino que limita y restringe a una persona a un determinado comportamiento y eso lleva a que los niños no tengan ningún afán de avanzar (“yo soy así”). En el post Etiquetar a los niños: ¿por qué no debemos hacerlo? puedes profundizar más sobre este tema.

Las preguntas de curiosidad nos pueden ayudar a que el niño comience a familiarizarse con sus sentimientos, con las emociones que estos generan y para que comiencen a resolver conflictos que se generan en su día a día. Además de hacerle sentir que importa lo que él siente y que estamos interesados en saber su opinión.

Muchas veces ocurre que damos por hecho porque se ha enfadado o porque está triste nuestro hijo. No les damos la oportunidad de que sea él quien nos lo explique (esto lleva a que sienta una desconexión con el adulto). Preguntas del tipo: “¿Cómo te has sentido cuando...?”, “¿qué ha ocurrido para que te sintieras de ese modo?”, “¿qué crees que te haría sentir mejor?”, “¿puedo ayudarte en algo?”, “¿cómo crees que podemos solucionarlo?”, “¿cómo crees que podríamos hacerlo la próxima vez?”, sirven tanto al niño como al adulto para que piensen y recapaciten sobre lo que ha ocurrido. Cuando son muy pequeños debe ser el adulto quien nombre la emoción (“veo que estas…”).

Focalizarnos en buscar soluciones no culpables. Es importante que dejemos de lado el culpabilizar cuando ocurre algo, no es constructivo y no nos lleva a ningún lado. Buscar culpables no nos ayuda a encontrar una solución al problema. A través de preguntas de curiosidad serán nuestros propios hijos los que encuentren una solución y a largo plazo les será de mucha más utilidad. Los padres tenemos la costumbre de "salvar" a los niños e ir detrás de ellos solucionan todo, pero querremos que sean personas independientes y resolutivas...

Validar las emociones que sentimos. Como decíamos al principio, ¿te has parado a pensar alguna vez que nuestros hijos tienen derecho a sentirse enfadado, triste, frustrado...? Son muchas las veces en las que tendemos a minimizar lo que están sintiendo los niños ("no pasa nada", "no es para tanto", "¿por eso lloras"...). ¿Te imaginas que te dijeran eso cuando llegas a casa con un problema?, ¿cómo te sentirías? No podemos controlar sentir o no una emoción, es decir, las emociones son automáticas e involuntarias y es más sencillo gestionarlas si nos sentimos comprendidos.

Los niños deben entrenar la gestión emocional y para ello es importante que los adultos les dejemos sentir pero es fundamental que les acompañemos en el proceso. Dejar solo a un niño cuando se encuentra inmerso en una emoción, de la cual no puede salir él solo, producirá rechazo, miedo y abandono en el pequeño. ¿Te imaginas que esa persona en la que tanto confías te dejará solo para que te "calmases"?, no creo que fuera de gran ayuda, ¿verdad? En esos momentos conectar con tu hijo y validar lo que está sintiendo suele ser mejor opción y en numerosas ocasiones ofrecer una abrazo suele ser suficiente para comenzar a calmarnos.

Son bastantes las películas que pueden ayudarnos a hablar con nuestros hijos sobre las emociones. En el post Gestión de las emociones: 10 películas para ver con niños tenéis recomendaciones con las que además disfrutaréis de un momento de conexión en familia.

Rosa Rasche Santaolalla, especializada en Crianza Respetuosa, certificada en Disciplina Positiva para Familias y miembro de la Positive Discipline Association (PDA). www.embarazoycrianza.com. @embarazoycrianzablog