Generación Z

Los 30 son los nuevos 20: la generación Z y el retraso en la vida adulta

No se trata de falta de ganas, sino de un contexto que los obliga a vivir más despacio que las generaciones anteriores

Economía.- El 70% de los jóvenes de la 'Generación Z' prioriza la estabilidad laboral y horaria al elegir un empleo
Grupo de chicos de Generación ZEuropa Press

Durante décadas, convertirse en adulto era un proceso rápido y casi obligatorio. Hace medio siglo, con poco más de 20 años, la mayoría ya trabajaba, se había independizado e incluso formaba una familia. Hoy, la realidad es muy diferente. La generación Z —nacidos entre finales de los 90 y principios de los 2010— vive un escenario marcado por la precariedad laboral, el encarecimiento de la vivienda y una incertidumbre constante que retrasa su entrada a la vida adulta.

Mi sobrina, de 21 años, es un ejemplo común: ha tenido un trabajo temporal de dos semanas, sigue estudiando y ve imposible emanciparse. No se trata de falta de ganas, sino de un contexto que los obliga a vivir más despacio que las generaciones anteriores.

Los jóvenes se independizan más tarde que nunca

Según el Consejo de la Juventud de España (CJE), la edad media de emancipación ha alcanzado los 30,4 años, la cifra más alta en dos décadas y una de las mayores de toda Europa. Mientras sus padres a esa edad ya tenían casa, empleo estable e hijos, los jóvenes actuales apenas logran incorporarse al mercado laboral. Datos del INE revelan que la edad media de alta en la Seguridad Social se sitúa en los 22 años, muy lejos de los “boomers” que empezaban a trabajar incluso antes de los 15.

El fenómeno no se limita al empleo o la vivienda. La edad media de maternidad también ha aumentado, pasando de 28,5 años en 1976 a 33,1 años en la actualidad. Incluso obtener el carnet de conducir se ha retrasado: los jóvenes de hoy lo consiguen entre los 20 y 23 años, frente a los 18 de generaciones anteriores. Este cambio refleja una transformación profunda: la vida adulta ya no llega con la misma rapidez ni con los mismos objetivos.

Por qué la generación Z retrasa su vida adulta

El retraso en los hitos vitales responde a múltiples factores:

  • Precariedad laboral y sueldos bajos.

  • Alto coste de la vivienda y dificultad para alquilar o comprar.

  • Prolongación de los estudios, ya que la edad media de finalización de la formación se sitúa en los 24 años según la OCDE.

  • Incertidumbre psicológica, marcada por un futuro percibido como inestable.

Algunos expertos añaden que la sobreprotección familiar y la búsqueda de estabilidad emocional también influyen. No se trata de una “resistencia a crecer”, sino de una adaptación al contexto actual.

La nueva adultez: una redefinición del concepto

Para muchos jóvenes, la verdadera adultez empieza a los 27 años, cuando aspiran a lograr independencia financiera y estabilidad laboral. Sin embargo, ambos objetivos resultan cada vez más difíciles de alcanzar.

A diferencia de sus padres, que podían comprar casa y formar familia a los 25, los zetas viven una etapa intermedia entre la juventud y la madurez. Biológicamente adultos, pero social y económicamente en pausa, protagonizan el surgimiento de una “nueva adultez”, más flexible y menos lineal.

Consecuencias del retraso en la vida adulta

El lema “los 30 son los nuevos 20” tiene dos caras.

  • Aspectos positivos: los jóvenes se forman más, reflexionan antes de tomar decisiones importantes y exploran más opciones personales y profesionales.

  • Aspectos negativos: la presión social y la comparación con generaciones anteriores generan ansiedad y frustración.

Además, el choque intergeneracional es constante. Padres y abuelos no comprenden un ritmo de vida más pausado y juzgan como “vagancia” lo que en realidad es supervivencia.

¿Qué significa ser adulto hoy?

Antes, ser adulto era sinónimo de independencia, matrimonio e hijos. Hoy, en cambio, la adultez se redefine. Para muchos jóvenes, alcanzar la madurez consiste simplemente en poder pagar el alquiler de una habitación o mantener cierta autonomía económica. La generación Z no rechaza crecer: solo intenta hacerlo en un mundo más caro, inestable y competitivo.