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¿Era Jesucristo un feminista?

La columna de Carla de la Lá

¿Era Jesucristo un feminista?
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Yo me atrevería a decir que sí, con arreglo al significado de la palabra feminista (aquel que busca la igualdad de derechos y oportunidades para las mujeres) y a los hechos acreditados por la mayoría de los historiadores.

En la época de Jesús, las mujeres éramos invisibles y no teníamos poder alguno para casi nadie, excepto para Jesús, quien tal como demuestran los Evangelios, tenía un afecto especial por aquellos rebajados por otros.

Yo me atrevería a decir que sí, con arreglo al significado de la palabra feminista (aquel que busca la igualdad de derechos y oportunidades para las mujeres) y a los hechos acreditados por la mayoría de los historiadores.

En la época de Jesús, las mujeres éramos invisibles y no teníamos poder alguno para casi nadie, excepto para Jesús, quien tal como demuestran los Evangelios, tenía un afecto especial por aquellos rebajados por otros.

Es cierto que en otras culturas, incluso antes de Cristo, existían comunidades donde las mujeres disfrutaban de posesiones, voz, autoridad y reconocimiento, pero no era el caso de las mujeres en el mundo romano ni en el judío que eran sociedades marcadamente patriarcales.

Son muchas las fuentes que señalan la consideración preferente que Jesús tuvo hacia las mujeres en general y en concreto hacia las marginadas, las enfermas y las llamadas pecadoras públicas. Alrededor de Jesús, las mujeres estaban subordinadas primero a sus padres y luego a sus maridos. En Roma, la autoridad del patriarca era fundamental y todas las jóvenes romanas eran "vendidas"como una propiedad de este a sus futuros esposos. Las mujeres romanas no tenían derecho al voto, tampoco podían ser dueñas de negocios, ni desempeñar cargos públicos. Las mujeres hebreas, por su parte, estaban entre las más pobres del mundo en la época de Jesús. Sus derechos de propiedad eran prácticamente inexistentes. En forma teórica, podían heredar la tierra, pero en la práctica, sus esposos tenían el derecho al uso y al usufructo.

En esta coyuntura, para las mujeres era muy complicado sobrevivir fuera de un hogar patriarcal. Entonces Jesús llega para defender la dignidad y la honorabilidad de la mujer y liberarla de estar sujeta al capricho del varón como permitía la Ley. La proscripción del divorcio establecida por Jesús era significativamente protectora de las mujeres.

Jesús desafió todos y cada uno de los preceptos patriarcales donde las mujeres llevaban solas toda la carga del pecado sexual, por ejemplo, o las Cananeas y Samaritanas debían ser repudiadas. A los hombres les propone, para empezar, aceptar su propia implicación en el adulterio.

En otro orden de cosas, Jesús dio la bienvenida a las mujeres como discípulas para que escucharan sus enseñanzas sobre Dios junto con los discípulos masculinos. Nombres por todos conocidos como María Magdalena, Juana o Salomé formaban parte de su grupo itinerante. Este es un hecho verdaderamente insólito, ya que las mujeres de entonces no podían dirigirse a los hombres en público y mucho menos andar por ahí con ellos.

Esta Semana Santa, recordemos que las mujeres permanecieron al pie de la cruz cuando todos habían huido y que fueron mujeres los primeros testigos de la resurrección. Sepan amigos que las cartas de San Pablo ponen de manifiesto la igualdad de las funciones de los hombres y de las mujeres en la iglesia primitiva. Tristemente, a finales del primer siglo, el liderazgo de las mujeres comenzó a encontrar oposición: a finales del s IV fueron suprimidas de los roles eclesiales. En ese momento, Constantino había logrado utilizar la religión para unificar el Imperio Romano que estaba al borde de desmoronarse. El apostolado femenino y la igualdad que habían ayudado al rápido crecimiento del cristianismo durante los primeros tiempos había sido domesticado.

Lo cierto es que Jesucristo defendió los derechos de todos los oprimidos en su tiempo y luchó por la igualdad de todos ellos, no sólo de las mujeres. En menos de tres años como predicador, recorrió varias localidades de Galilea, anunciando una inminente transformación que llamaba Reino.

Mantuvo controversias con miembros de algunas de las más importantes sectas religiosas del judaísmo, como los fariseos, a quienes acusó de hipocresía y de no cuidar lo más importante de la Torá: la justicia, el amor y la compasión. Les reprochaba que devoraran los bienes de las viudas con pretextos religiosos y a los sacerdotes y ancianos del pueblo les aseguraba que las meretrices les precederían en el Reino de Dios.

Independientemente de la misión del Mesías para los creyentes y de la visión teológica de su figura, Jesucristo fue un agitador, un insurgente y un brillantísimo reformista; la genialidad de su mensaje, jamás antes escuchado (ni sospechado), radicaba en la insistencia en la igualdad y en el amor a los demás, a todos, incluso a las mujeres, a los pobres, a los enfermos, a los extranjeros, a los niños y a los enemigos.

Fue acusado de borracho y tragón, amigo de publicanos y prostitutas. Sus familiares lo tuvieron por enajenado pero su predicación transmitía un mensaje de esperanza dirigido a toda la humanidad sin excepción que proclamaba los derechos del hombre y su liberación. Por ese motivo también, la ética de Jesús enfatiza la renuncia a los bienes materiales.

Pregonaba contraviniendo ferozmente el orden y la jerarquía establecidos un mensaje modernísimo e inclusivo donde abrazaba a los marginados, a los oprimidos, a los menesterosos y a los pecadores para ofrecerles un indiscutible y escandaloso upgrade.

Lo mataron. O eso dijeron.