Política

Se sabía que la separación de Iker y Sara no podía traer nada bueno

Iker Casillas y Sara Carbonero anuncian su separación
Iker Casillas y Sara Carbonero anuncian su separaciónRUI FARINHAEFE

Oh, qué gran show: ya tenemos la crispación política en la pista central. La separación de Casillas y Carbonero no podía traer nada bueno. Hay presagios de los que conviene tomar nota ahora que no disponemos de aquellos augures de la antigua Roma que veían el futuro destripando aves o analizando el graznido de grajos, lechuzas y cuervos. Si quieren prohibir los toros, imaginen ustedes la que armarían si García Egea, número dos del PP, tratara de ver señales de la que se avecina abriendo en canal quebrantahuesos rojos, águilas arpías de la Moncloa o al mismísimo loro del pirata socialista al abordaje. Madre de Dios. Por eso, Teodoro es más de ir al campo de batalla, tomar el mando, y como en la guerra de Gila, hablar con el enemigo para pedir una tregua y luego amenazar con dispararles huesos de aceitunas si no cambian de bando. Así arregló lo de Murcia. Lo de Madrid está más difícil: tendrá que amenazar al adversario por lo menos con varios recitales de bandurria. Estamos en el eterno show que ellos presentan siempre como nuevo. Con traiciones, envenenamientos y puñaladas traperas shakesperianas. Soñábamos con erecciones veraniegas, ya vacunados, y nos anuncian elecciones en primavera. Ya ha dicho Carmen Calvo que «el PP debe acostumbrarse a las mociones de censura». O sea, que suenen los tambores de guerra que ya hemos tomado los tres lingotazos de coñac matarratas o saltaparapetos reglamentarios y no vamos a hacer prisioneros. Pero la generosidad de nuestros mandamases no conoce fin. Sufrimos una pandemia con unos 100.000 muertos y millones de contagiados, estados de alarma, confinamientos, cinco millones de parados, una deuda pública que no podremos estabilizar nunca en un estado asomado a la quiebra, miles de empresas y negocios a la mierda, y ante todo esto y más padecimientos, ellos hacen de tripas corazón y nos regalan sus batallitas a modo de divertido entretenimiento. Qué buenas son las monjitas del colegio, qué buenas son que nos llevan de excursión. Y si acaso, cosa extraña, nuestros hermosos espectáculos no os bastaran, ahí tenéis la Ley de la Eutanasia a punto de aprobarse: podéis tomar la cicuta sola o con leche, dicen.