Royals
El 60 cumpleaños que Diana nunca quiso
Habría deseado que la relación entre sus dos hijos no hubiera sufrido una transformación paralela
El jardín Sunken, situado en el Palacio de Kensington, siempre fue uno de los lugares favoritos de Diana. Fue allí donde encontró su refugio tras su tormentoso divorcio con el heredero al trono. Por lo tanto, cuando a principios de 2017, su hijos, el príncipe Guillermo y Enrique, encargaron un monumento permanente para “reflexionar sobre su vida y su legado”, la ubicación estaba clara. Ambos inauguraron ayer una estatua en su memoria, coincidiendo con el día que habría cumplido sesenta años. Desde que el proyecto se puso en marcha, los jardines han sufrido en estos últimos cuatro años una gran transformación. Al igual que la relación entre los hermanos. Todo ha cambiado entre ellos.
La íntima ceremonia suponía el reencuentro entre ambos desde el pasado mes de abril, cuando coincidieron en el funeral de su abuelo, el duque de Edimburgo. Lo cierto es que el vínculo es prácticamente nulo desde que Enrique decidió romper los lazos con la familia real a principios de 2020 para iniciar una nueva vida en los Estados Unidos con su mujer, Meghan.
Desde entonces, el hijo menor de Lady Di ha concedido polémicas entrevistas en las que se ha mostrado muy crítico con la Monarquía, acusándoles de racismo y de no saber tratar las emociones. Cuando su madre falleció en un accidente de coche, él solo tenía 12 años. Pero comenzó a beber y tomar drogas para enfrentarse al dolor porque en Palacio, según denuncia, simplemente no se hablaba del tema.
Su regreso, por tanto, al Reino Unido había generado expectación. Durante las escuetas imágenes que se ofrecieron a los medios, se intentó analizar con detalle el lenguaje no verbal entre ellos. Los hermanos se mostraron profesionales y muy cariñosos con el grupo reducido de invitados, entre ellos, sus tíos, los hermanos de Lady Di. Pero no hubo guiño entre ellos como los de antes de gran complicidad. Mientras Enrique vuela ahora por libre y habla sin tapujos de la institución, Guillermo representa el futuro de esa misma institución. Los caminos no pueden estar más separados.
No hubo rastro de Kate. Tampoco de los nietos de Diana. Seguramente para no recalcar la tan comentada ausencia de Meghan, que desde su ruptura con la familia real no ha vuelto a poner pie en suelo británico. El embarazo y posterior parto de su segunda hija -a la que han llamado Lilibeth, en honor a Isabel II- siempre ha sido la excusa más conveniente.
“Recordamos su amor, fuerza y carácter”, explicaron Guillermo y Enrique en un comunicado conjunto. “Cualidades que la convirtieron en una fuerza para el bien en todo el mundo, que cambiaron innumerables vidas para mejor”, señala la nota donde agradecen a “todos aquellos alrededor del mundo que mantienen viva su memoria”.
En la estatua, realizada por el escultor Ian Rank- Broadley, Diana está junto a tres niños. Y el memorial se completa con adoquín grabado con un extracto del poema “The Measure of a Man” (“La medida de un hombre”).
El nuevo paisaje de su jardín preferido, convertido para la ocasión en un mosaico con más de 4.000 flores, le habría gustado. Aunque habría deseado que la relación entre sus dos hijos no hubiera sufrido una transformación paralela.
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