Historia
Las joyas malditas de las casas reales
Repasamos las polémicas e intrigantes leyendas que acompañan a algunos de los tesoros que lucen hoy las mujeres de la realeza europea
El año que despedimos nos ha dejado uno de los momentos más importantes en la vida pública de la princesa Leonor. Su jura de la Constitución ante las Cortes ha sido su confirmación oficial como heredera de su padre al trono de España. El siguiente paso, algo más frívolo, pero no por ello menos significativo, será cuando la veamos por primera vez portando sobre su cabeza una tiara. La colección con la que cuenta la familia real no es de las más extensas de Europa, aunque se compone de algunas piezas muy valiosas. Entre ellas, destacan sobre todo el diseño de la flor de lis, la de Cartier de perlas y la rusa, sus tres diademas más importantes. De la firma Mellerio cuenta con dos. Una perteneció a la Chata y simula unas olas. La otra, que su madre doña Letizia ha sabido sacarle mucho partido, es la bellísima tiara floral. Es una de las joyas más románticas del joyero de la casa real española, pero, también, una de las más polémicas.
Esta tiara es un regalo de bodas que hizo el gobierno español de la época a Doña Sofía cuando contrajo matrimonio con don Juan Carlos. Es decir, la tiara de Mellerio es un presente que Francisco Franco hizo a la Corona, de ahí que a veces y pese a su belleza su uso esté condicionado. Es lo mismo que le sucede a otra joya que recibió la ahora reina emérita durante sus años de juventud. Tras el nacimiento del príncipe Felipe, para su bautizo lució en su pecho un impresionante broche creado por el joyero Sterlé.
Este broche, obra de uno de los joyeros más reputados de los años 50 y 60, que tenía como clientes al Aga Khan y que diseñó incluso para Chaumet, imita a un cometa. Está hecho en oro y destaca en él un gran zafiro en cabujón, además de detalles de oro y turquesas. Esta pieza también es un regalo de Franco a Doña Sofía, aunque corre una suerte peor que la tiara floral, pese a tener el mismo origen: compite con la gran cantidad de broches que posee la casa real, de ahí que solo lo hayamos visto en contadas ocasiones.
El anillo con mal fario
La que peor historia tiene, eso sí, es una sortija con un diamante y una perla que se asegura trae mal fario. La condesa de Castiglione, que según cuentan las malas lenguas fue amante de Alfonso XII, se lo entregó al monarca como presente para su futura esposa. Esta falleció cinco meses después de recibir este regalo. Las siguientes poseedoras de la joya, las infantas María Cristina de Orleans y María del Pilar de Borbón también murieron al poco de recibirlo, algo que también le sucedió al propio monarca al poco de heredarlo, falleciendo los tres de tuberculosis. Su segunda esposa, la reina María Cristina, decidió entonces entregárselo a la Virgen de la Almudena, que desde entonces cuenta en su tesoro con esa joya.
El siguiente suena a drama shakesperiano. Moretto veneciano es un diseño del joyero italiano Guiolio Nardi. En su origen pretendía homenajear a un maestro de las letras, como es William Shakespeare y, en concreto, a su obra «Otelo», pero el tiempo ha querido que se vieran en estos diseños un rasgo de dominación occidental, de ahí que cuando se vean en las solapas de gente destacada genere controversia.
La infanta Elena cuenta con un par de estos broches. Se trata de dos piezas en oro, ébano y piedras preciosas que representan el busto de Otelo con turbante. Se lo vimos en el hombro izquierdo de su chaqueta durante el bautizo de su hija Victoria Federica.
La última polémica por el uso de este broche lo tuvimos con la princesa María Cristina de Kent, que lució una de estas piezas para un almuerzo navideño en el palacio de Buckingham en 2017. Se vio obligada a emitir un comunicado disculpándose por haber lucido esta joya.
Y esta no es la única pieza controvertida de la casa Windsor. Durante la coronación de Carlos III se eliminó el diamante Koh-i-Noor de la corona de la reina Camila. Con ello intentaron no herir las sensibilidades de India y Sudáfrica, dos países que solicitan la reintegración de parte de las piedras preciosas que posee la casa real británica y que consideran que les pertenecen.
Curiosa es también la historia de la tiara de la reina Isabel de Bélgica, conocida como la «reina comunista» por sus simpatías por países como la URSS y China, lugares que incluso llegó a visitar. En uno de esos viajes el gobierno soviético acabó devolviéndole la tiara de Cartier que le habían robado los nazis durante la ocupación de su país. Este espectacular diseño, que ella había adquirido en 1912, acabó en Moscú por un agente de la KGB que la llevó hasta el país de los zares.
La tiara franquista
Fabiola de Bélgica lució sin problemas la tiara que le regaló Franco cuando contrajo matrimonio con el rey Balduino de Bélgica. Es una diadema de brillantes rematada por siete florones. Corrió la leyenda de que la joya había servido de adorno para una escultura en un convento. Las monjas para sobrevivir a la posguerra habrían vendido las piedras sustituyéndolas por piezas de cristal. Finalmente, Carmen Polo repuso la tiara con piedras verdaderas talladas para la ocasión por la joyería Carrera. Matilde de Bélgica aún no la ha lucido ¿Será por evitar habladurías?
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