Viejos amigos
Luis Astolfi, sobre su homenaje en Sevilla: "Con la Infanta Elena tengo mucha complicidad"
La hija mayor de los reyes eméritos entrega al jinete la estatuilla que celebra más de medio siglo de carrera, en una tarde cargada de complicidad, recuerdos y emoción en el Real Club Pineda
En Sevilla, Luis Astolfi vivió el 9 de noviembre una de esas tardes que se quedan ancladas en el alma. A sus 66 años, el Real Club Pineda -el mismo escenario donde empezó a montar siendo apenas un niño- reunió a familiares, amigos y admiradores para rendir homenaje a uno de los jinetes más queridos y respetados de España. Medio siglo a lomos de un caballo bien merecía una celebración así.
Astolfi recibió una estatuilla de manos de la Infanta Elena, su gran amiga, su cómplice hípica desde hace décadas. La imagen de ambos, entre risas cómplices y un cariño incontestable, simbolizaba una relación tejida en concursos, confidencias y pasión compartida por los caballos. Para él, que la Infanta fuera quien le entregara el reconocimiento tuvo un significado íntimo y profundo: "Fue todo un honor", resume. Para ella, era devolverle un gesto a quien ha sido -y sigue siendo- uno de sus consejeros más valiosos en la pista.
Referente de la equitación española
El homenaje en Pineda adquirió un valor añadido: cerraba un círculo vital. "Montar en Pineda es mi paraíso terrenal", confiesa Astolfi a la revista "¡HOLA!". Allí se crió con sus hermanos, entre pistas, establos y la disciplina de un deporte que marcó su identidad. Allí se formaron tres olímpicos, y allí empezó él un camino que lo llevaría a competir en cuatro Juegos y a convertirse en referente de la equitación española.
Con su característico sentido del humor, habla de su hijo Luis, recién casado este verano con Cristina Serrano, y del posible papel de abuelo: "No lo había pensado… pero sí, ya toca", dice entre risas. Luego, la conversación vuelve a los concursos que han marcado su vida: Alemania, siempre imponente; Barcelona 92, "la Olimpiada más bonita y mejor organizada" que ha vivido; y tantos viajes que, aunque le alejaron de su familia, le enriquecieron como deportista y como hombre.
Y, por supuesto, los caballos. Los nombres que pronuncia tienen la delicadeza con la que se habla de los viejos amores: Dream, aquel caballo "con el que era como ir flotando", cuya pérdida aún le duele; Fino La Ina, con el que compitió en Barcelona; y otros cinco o seis que siguen en su memoria como compañeros de vida. "Cuando confías en un caballo, se vuelve un compañero incondicional", explica. Una lealtad que solo entienden quienes han formado ese binomio perfecto entre jinete y animal.
Hoy, un año después de un accidente que le dañó el brazo, ya no compite. Pero sigue montando, enseñando, guiando. "Si no estoy involucrado con los caballos, no tengo vida", dice con una claridad que define al hombre que es: alguien para quien la actitud siempre ha sido la clave, la brújula y el secreto de su éxito.
El homenaje en Sevilla no solo celebraba una trayectoria. Celebraba a un hombre que nunca ha dejado de cabalgar, ni siquiera cuando desmonta.