Protegido
Lo que Isabel II sabía (y calló) sobre el caso del príncipe Andrés
Las últimas revelaciones del caso Epstein confirman que Isabel II sabía más de lo que quiso admitir
El amor es ciego, dicen. Y el amor de una madre, aún más. Isabel II fue durante siete décadas el rostro de la templanza, el deber y la estabilidad británica. Sin embargo, bajo la corona latía una debilidad que la acompañó hasta el final de sus días: su hijo menor, el príncipe Andrés. Lo protegió como madre, no como reina. Lo defendió incluso cuando el escándalo amenazaba con arrastrar a la monarquía al abismo.
Las últimas pruebas vinculadas al caso Epstein dejan poco espacio para la duda. Según The Mail on Sunday, un correo electrónico de 2011-enviado por Andrés al secretario de prensa de la Reina, Ed Perkins- demostraría que el duque de York ordenó a su escolta personal investigar a Virginia Giuffre, la joven que lo acusó de agresión sexual siendo menor de edad. La revelación ha llevado a Scotland Yard a abrir una investigación sobre si la Casa Real trató de silenciar el caso. La pregunta que flota ahora sobre Buckingham es: ¿cómo pudo Isabel II no saber nada?
Último acto de amor maternal
La respuesta parece estar en lo que muchos definen como "el último acto de amor maternal" de la soberana. A principios de 2022, cuando el caso amenazaba con ir a juicio en Estados Unidos, la Reina intervino. Andrés renunció a sus títulos militares y patrocinios reales, pero evitó el desastre mediático con un acuerdo millonario -unos 12 millones de libras- con Giuffre. Según fuentes cercanas al Palacio, ese dinero salió, en parte, del Ducado de Lancaster, es decir, de los fondos personales de la Reina. A cambio, la víctima firmó una cláusula de confidencialidad que le impedía hablar del asunto durante un año: el tiempo suficiente para que Isabel celebrara su Jubileo de Platino sin sobresaltos.
"El diluvio solo caería después de ella", resumen ahora los cronistas reales. Y así fue. Tras su muerte, las piezas del encubrimiento comenzaron a salir a la luz. El historiador Andrew Lownie, autor de El ascenso y la caída de la Casa de York, lo afirma sin rodeos: "Andrés fue el talón de Aquiles de Isabel II. No actuaba como soberana, sino como madre. Creía que los problemas podían enterrarse en lugar de resolverse. Al final, fue cómplice". Una afirmación dura, pero cada vez más respaldada por los hechos.
¿Por qué tanto favoritismo? Los expertos apuntan a un componente emocional. Andrés fue el primer hijo nacido tras su coronación, el único al que pudo criar sin las exigencias de la guerra o la sucesión. Le divertía, la hacía reír, y quizá también le recordaba la libertad truncada de su hermana, la princesa Margarita. "Isabel siempre sintió culpa por haber arruinado la vida sentimental de su hermana, y eso la volvió indulgente con los ‘suplentes’: Andrés y, más tarde, Enrique", explica el historiador Robert Hardman.
Ahora, el futuro del duque de York vuelve a pender de un hilo. Este 22 de octubre, el Parlamento británico debatirá un proyecto de ley que permitiría a Carlos III retirarle el título nobiliario y de duque de York. De aprobarse, el rey podría hacerlo por iniciativa propia o por recomendación parlamentaria.
Mientras tanto, el eco del escándalo sigue resonando en Windsor. Isabel II logró mantener su legado casi intacto hasta el final. Pero su amor más profundo podría convertirse en la sombra que empañe su eternidad.