EGOS
Elon Musk, del amor libre a conquistar al mundo con tuits, Teslas y cohetes
Dicen que vive rozando el umbral de la pobreza y que no cambia el colchón aunque esté agujereado. Así es el nuevo hombre más poderoso del planeta tras comprar Twitter
A sus 31, aquel día,Elon Musk, el hombre más rico del mundo, con una fortuna estimada en unos 250.000 millones de euros, entraba temprano en su cuenta de Twitter para comunicarse una vez más con el mundo. No es que tuviera gran cosa que aportar esa mañana, pero siempre le ha resultado entretenido interactuar con los terrícolas.
En ocasiones, ha utilizado esa plataforma para asuntos de calado. En ella anunció un terremoto financiero, el que provocó su amenaza de sacar a Tesla Motors, una de las compañías que dirige, de la bolsa neoyorquina. La noticia supuso que las acciones cayeran en picado, para volver a recuperarse con fuerza cuando se desdijo. Entre medias, él había comprado más baratas algunas de esas acciones aumentando con ello su capital. Otras veces su verborrea tuitera le sirve tan solo para jugar. Le gusta sorprender con un nuevo conejo saliendo de la chistera a sus cientos de miles de seguidores, crédulos ante cualquier propuesta del mago, como cuando les aseguró que estaba construyendo un dragón cyborg, o que su próximo domicilio sería una guarida dentro de un volcán.
Pero no, aquella mañana no tenía gran cosa que decir, de modo que solo publicó dos palabras: «Amo Twitter». Casi de inmediato, tuvo un comentario de otro usuario: «Pues cómpralo». A lo que él contestó: «¿Cuánto cuesta?». En el cerebro de un Asperger (el síndrome del espectro autista que él ha confesado padecer), una idea suele convertirse en un obsesión a la que es incapaz de renunciar. Pasados unos años de aquella conversación virtual, Musk ha logrado su propósito a cambio de 40.000 millones de euros.
Misión espiritual
La razón que ha dado para llevar a cabo tan colosal operación más parece responder a una misión espiritual que a un interés comercial: defender la libertad de expresión frente a ataques doctrinarios y la censura. Un motivo que parece coherente con la observación que el periodista Nick Rufford, que le conoce bien, realizaba en un artículo de «The Sunday Times»: «Musk tiene un problema: todos los días se levanta con la misión de salvar a la humanidad».
El caso es que la compra de Twitter lo ha confirmado oficialmente como el genio loco del siglo XXI. Hay suficientes argumentos para sostener el calificativo. ¿Genio? Sin duda: a los 27 años ya era millonario con su pequeña empresa de software; estuvo en el origen de PayPal; cofundador de la compañía aeroespacial SpaceX, con cuyos cohetes pretende colonizar Marte; también de SolarCity, especializada en energía solar, y de Hyperloop, un proyecto para viajar por un tubo a mil kilómetros por hora.
¿Loco? Si se conoce su forma de vida, muchos dirían que puede que también. Cuesta imaginar que la mayor fortuna del mundo viva de alquiler. Su residencia permanente es un apartamento valorado en 50.000 dólares (unos 47.000 euros), según el propio Musk ha afirmado: «He vendido todas mis propiedades. No tendré casa propia», publicó, por supuesto, en Twitter. Rechaza alojarse en hoteles durante sus viajes, prefiere que algún amigo le deje una habitación o dormir en las oficinas de cualquiera de las compañías que preside o dirige.
Su última pareja, la artista canadiense Grimes, madre de dos de sus siete hijos, explicaba en una entrevista en «Vanity Fair» que su querido Elon, su mejor amigo, el hombre de su vida, es tan brillante como peculiar, al extremo de que «vive como alguien por debajo del umbral de la pobreza». Y ponía como ejemplo que se negaba a cambiar de colchón aunque ya tuviera agujeros. Parece que el dinero solo le interesa para llevar adelante nuevos proyectos. Es verdad que tiene un jet privado siempre listo para los traslados, pero lo justifica porque eso le permite trabajar más, de modo que lo considera una inversión necesaria. «He conseguido currar menos de cien horas a las semana. Ahora intento no pasar de las 90», reconoció públicamente.
Escuela propia
De modo que no le queda mucho tiempo para su extensa familia, aunque no por ello ha desatendido a la prole. Siempre ha estado muy pendiente de la educación de sus hijos, tanto es así que disconforme con el currículo académico que ofrecían los colegios tradicionales (por caros que fuesen) en 2014 fundó su propia escuela, Ad Astra (Hacia las Estrellas, en latín), en la sede de SpaceX, exclusiva para su descendencia y para un selecto grupo de otros 40 chicos de entre siete y 14 años, en su mayoría hijos de empleados. El método lo diseñó él mismo: hay una única clase (no se distribuyen por edades) y las principales asignaturas son programación, ingeniería, economía empresarial y ética. Quedan excluidas la educación física (al considerarla una actividad extraescolar) y la música y los idiomas, por ser materias de las que se ocupará la inteligencia artificial. Los cinco hermanos mayores ya dejaron Ad Astra para obtener un título que les permita acceder a la universidad. Los primogénitos, Griffin y Xavier, han cumplido los 18; los trillizos Kai, Saxon y Damian, los 16. Todos nacidos por inseminación «in vitro» y fruto de su primer matrimonio, con la empresaria y escritora Justin Wilson. Convivir con un hombre cuyo principal cometido es salvar a la humanidad debe exigir una enorme paciencia y generosidad. A Justin esas cualidades le duraron ocho años, hasta que pidió el divorcio.
El mismo año que separaban sus caminos, Elon comenzó a salir con la actriz Talulah Riley. A sus esplendorosos 20 años, Talulah le exigía demasiada atención, de modo que lo suyo fue desde el comienzo una relación tan tormentosa como ciclotímica: en 2010 se casan y en 2012 se separan, para repetir la secuencia un año después: en 2014 se vuelven a casar y en 2015 él pide el divorcio, aunque se arrepiente y continúan juntos. Talulah lamentó finalmente esa marcha atrás, de modo que fue ella la que en 2016 solicitó la separación definitiva.
En Grimes, compositora consolidada y artista visual, Musk ha encontrado ese amor libre con el que fluir sin reglas. Comparten su pasión por el manga japonés, la estética gótica, la cibernética y el universo medieval de dragones y mazmorras. Su relación abierta ha dado a luz a dos hijos: X Æ A-Xii (no es un error tipográfico), que en mayo hará dos años, y ahora se ha sabido que en diciembre nació mediante gestación subrogada una niña, Exa Dark Sideræl. Esta noticia ha sido toda una sorpresa para los que pensaban que entre Grimes y él todo había acabado, solo porque se les ha visto con otras parejas más o menos eventuales: ella, con Chelsea Manning, el militar del escándalo WikiLeaks que se sometió a una reasignación de sexo cuando estaba en la cárcel; y él, con la actriz australiana Natasha Basset.
Hay que comprender que la mente de Musk ya vive en otros universos, ajeno a convencionalismos, abstraído, a sus 50 años, por proyectos que muchos juzgan imposibles, como bombardear los polos de Marte para calentar el planeta y hacerlo más habitable. Puede que haber lanzado un vehículo Tesla al espacio con un maniquí como conductor para hacerlo girar alrededor del sol eternamente sea una excentricidad psicopática para algunos, pero para el bueno de Elon es tan solo una demostración de que sigue siendo un niño en el cuerpo de un talentoso lunático. Por eso también disfruta comercializando lanzallamas o escandalizando a Estados Unidos al aparecer en vivo y en directo fumando marihuana y bebiendo whisky. Nada como 250.000 millones de euros y ser un visionario para sentirse capaz de todo. Homer Simpson, ingenio en forma de dibujo, dejaba esta frase en uno de los capítulos de la serie: «Tendrá todo el dinero del mundo, pero hay algo que jamás podrá comprar: un dinosaurio». Si le lanzan ese desafío a Musk es probable que se empeñe en recuperar la especie.
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