Artista
Liz Taylor: la mejor "amante" de los gais de Hollywood
La actriz fue custodia del secreto que ocultaban buenos amigos como James Dean o Rock Hudson. Una biografía "autorizada" rememora la época de aquel Hollywood
La última moda en biografías son las autorizadas. Elizabeth Taylor, una de las más grandes estrellas del firmamento de Hollywood, revive su esplendorosa vida gracias a la escritora Kate Andersen Brower, a quien su familia ha permitido entrar en la intimidad de la estrella consultando sus cartas y escritos más íntimos, entrevistas nunca publicadas y numerosas notas personales que Liz Taylor escribía a sus amores, en las que desvelaba sus secretos nunca antes revelados.
Entre sus papeles, se ha encontrado una biografía inédita de la actriz escrita por su madre, "Taylor-Made Memories", esencial para rememorar la relación tumultuosa de Liz Taylor con su madre desde que la MGM la descubriera en una fiesta infantil, donde acudían las hijas de importantes productores de los estudios de Hollywood en los años 40.
Ella fue el prototipo de la "madre de plató": una presencia sofocante, oculta en un rincón, detrás de la cámara, que "con las manos le hacía los gestos elaborados para Elizabeth mientras filmaba". Como un ventrílocuo, su madre le indicaba cómo debía actuar: si se ponía la mano en el estómago era que su voz era chillona; unos golpecitos en la frente, ponerse recta; la mano sobre el corazón, que no trasmitía el sentimiento adecuado; tocarse la mejilla, sonreír más y si se tocaba el cuello, debía disminuir la intensidad.
Siempre fue una actriz intuitiva, que respetaba las reglas del estudio: recitar sus textos y no mirar a la cámara. No necesitaba el "método" para buscar las motivaciones que daban sentido a sus personajes, como los muchos actores gays que acunó como una madre protectora.
Tuvo como amigo del alma a Monty Clift, con quien quiso casarse. Ante su negativa, lo enrolló con su amigo de la escuelita de la MGM, Roddy McDowall, con quien también compartía su "secreto" desde niños. Nunca abandonó a Monty en su trágica vida personal, a quien salvó de morir ahogado en el accidente de coche sacándole dos dientes que tenía atravesados en la garganta, y se enfrentó a los fotógrafos evitando que lo fotografiaran desfigurado: "¡Os patearé lo huevos, cabrones asquerosos!".
En su afán de emparejar a los actores gays con mujeres, el estudio envió a Monty Clift con Liz Taylor al estreno de "La heredera" (1949). Fue un flechazo. El crítico Andrew Sarris los definió como "la pareja mas bella en la historia del cine. Cuando les hacían un primer plano, aquello era como ahogarse en helado de chocolate".
Ambos habían sido niños prodigios, Monty en Broadway y Liz en Hollywood. Ambos eran bellísimos: él, con los ojos verdes y una perversa y sexual mirada; ella, de ojos azules índigo, gruesas cejas arqueadas y una boca encarnada.
Juntos causaban sensación
Lo suyo fue una relación romántica sin futuro. Para ella, siempre enamorada de actores gays, estaba resignada a no ser correspondida: "Quise a Monty con todo mi corazón y sabía que él no era feliz. Sabía que él tenía que estar con un hombre y no con una mujer, y lo hablé con él y le presenté a tíos verdaderamente geniales".
Cobijó también a Rock Hudson mientras tuvo de tapadera a su secretaria y fue el confidente del conflictivo James Dean, conocido en el mundo homosexual de Los Ángeles como el "cenicero humano". Los tres rodaron "Gigante" (1950), y justo al finalizar el filme supieron del accidente mortal de Dean.
Liz, que le había regalado a Jimmy un cachorro de un gato siamés de despedida del rodaje exclamó: "No puedo creerlo". En cambio, Georges Stevens exclamó: "Yo sí lo creo, tal y como conducía, yo lo vi venir". Cuando Rock se enteró del accidente rompió a llorar. Su mujer le preguntó que por qué estaba tan alterado, y él le respondió: "Porque yo quería que muriese. Porque lo odio. Estaba tan celoso porque parecía que me estaba robando la película".
Su afinidad con los gays le viene de cuna. Su padre se separó de su madre en 1947 durante cuatro meses, harto de ser excluido de la vida de su hija, y corrieron rumores de que "mantenía relaciones románticas con hombres", lo que confirmaría que su matrimonio fue una tapadera.
En 1999, cuando Liz Taylor tenía sesenta y siete años, le confesó a Barbara Walters que cuando era pequeña "mi padre era un maltratador cuando bebía, y parecía que le gustaba sacudirme un poco". Pero no decía toda la verdad. Un día, su padre le propinó un puñetazo en la mandíbula que le dañó las articulaciones témpora-mandibular, que le duró toda la vida. Cogida del pelo, la giró por la habitación antes de golpearla. Lo justificaba siempre porque ella ganaba a los nueve años más dinero que él y eso le avergonzaba.
Lo más curioso es que cuando se casó con el hijo del multimillonario Hilton, las palizas fueron en aumento. Ya le habían advertido de que era un maltratador cuando bebía, escribió su madre en su "biografía" inédita: "No permitáis que se case con Nick Hilton. La matará. Cuando bebe no le funciona el cerebro".
Durante la "luna de hielo", en un momento de rabia Hilton le había propinado un puntapié en el estómago que le provocó un aborto. Años después, Liz confesó aquel horror: "Mis dolores eran terribles. Incluso pude ver al bebé en el wáter".
El desastroso matrimonio duró ocho meses. "Cuando me casé con Nick, me caí de mi nube dorada y me di un porrazo". Aún así, nunca dejó de creer en el amor romántico. Cuando se enamoró de Frank Sinatra y se quedó embarazada, el representante de Frank la subió a una limusina y le hizo abortar en Méjico.
Su lema: "Más es más"
Desde los doce años, convertida en una gran estrella infantil por "Fuego de juventud" (1942), hasta su muerte, Elizabeth Taylor arrastró su vida como su abrigo de martas cibelinas en "La mujer marcada" (1960), entre escándalos, enfermedades, cuarenta cirugías, maridos, golpizas, joyas y derrapes vitales que la convirtieron en carne de cañón de los paparazzi, sin llegar nunca a hundir su carrera cinematográfica. De eso se encargó ella misma.
Fue una megaestrella no solo por su belleza y sus celebrados ojos con reflejos violáceos. Lo fue por su tenacidad para triunfar desde niña en el vertiginoso mundo del cine, en lucha con productores a los que dobló el pulso imponiendo primero su independencia del estudio del tirano Mayer y luego consiguiendo que le pagaran un millón de dólares por su interpretación en "Cleopatra" (1963), cuando Marilyn Monroe cobraba 100.000 dólares. Un filme elefantiásico que llevó a la bancarrota a la 20th Century Fox y arrastró a los demás estudios de cine.
Liz Taylor alentó a las grandes estrellas a independizarse de los estudios y gracias a la desmesura económica de "Cleopatra" abrió las puertas a la nueva generación de directores del Nuevo Hollywood, que lo tomaron por asalto y lo renovaron con pelis como "El graduado" (1967), "Bonnie and Clyde" (1967), "Easy Rider" (1969) y "El padrino" (1972).
Su carrera nunca estuvo a la altura de su belleza. Gran parte de sus pelis las hizo para financiar su vida de amor, lujos y múltiples extravagancias con su marido Richard Burton, con quien se casó dos veces y estuvo a punto de reincidir una tercera vez.
Podría decirse que apenas media docena de sus pelis pueden considerarse excelentes, pero, en todas, su interpretación destaca como un zafiro bruñido: "Un lugar en el sol" (1951), "Gigante"
(1956), "La gata sobre el tejado de zinc" (1958), "¿Quién teme a Virginia Wolf?" (1966), "La mujer indomable" (1967) y "Reflejos en un ojo dorado" (1967).
Lo cierto es que la popularidad se la debe a una mezcla del glamour del clásico estrellato de Hollywood combinado con una vida pública escandalosa, romances y maridos famosos y un deseo de ostentar públicamente sus amores sin ocultar a sus admiradores hasta donde es capaz de llegar una mujer dispuesta a patear todas las convenciones sociales y salir indemne. Liz Taylor sabía que "no hay mejor desodorante que el éxito".
Su hedonismo sirvió de modelo a las feministas. Betty Friedman escribió que "no a todas las mujeres les bastaba quedarse en casa y cuidar de ésta y de su familia, y en Elizabeth Taylor vieron a una mujer que quería emoción y romance y que creía que cada uno debe vivir la vida que le apetezca".
¡Y vaya si lo hizo! Para ella, "lo peor que existe es vivir anestesiada". Después de cinco matrimonios e incontables amantes, los dos últimos años de su caudalosa vida los vivió junto al joven actor Colin Farrell, quien dijo de ella: "Era honesta y cruda, y brutal y grotesca, y femenina y delicada, y agresiva y suave, y cálida y áspera. No tenía límites". Así fue Liz Taylor: sin filtros y sin límites.
Confidencias de plató
Durante el rodaje de "Gigante", James Dean compitió con Rock Hudson en el afecto de Liz Taylor. Ambos fueron confidentes de su sexualidad oculta. Una noche, Jimmy Dean le confió algo devastador, confesión de Liz Taylor al periodista Kevin Sessums bajo palabra de no revelarlo: "Cuando Jimmy tenía once años, murió su madre y su sacerdote comenzó a abusar de él. Creo que esto le obsesionó el resto de su vida". Tanto Rock como Jimmy convivían con el miedo constante a que publicaciones como "Confidential" expusieran públicamente su sexualidad. Liz se enorgullecía del amor por Monty Clift, Rock Hudson y James Dean: "Ellos fueron mis colegas, mis compañeros de trabajo, mis mejores amigos, pero nunca me importó con quien se acostaban".
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